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sábado, 7 de enero de 2023

Ante los sufrimientos que constatamos que hay en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo cuánto tenemos que curar en el nombre de Jesús

 


Ante los sufrimientos que constatamos que hay en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo cuánto tenemos que curar en el nombre de Jesús

Juan 3, 22 – 4, 6; Sal 2; Mateo 4, 12-17. 23-25

Igual cuando nos ponemos a pensar en los tiempos que vivimos nos decimos que vivimos tiempos oscuros; y no es porque vivamos con pesimismo, dentro de mi siempre quisiera tener un espíritu optimista y positivo, pero cuando observamos la realidad de la vida es cierto que de alguna manera nos oscurecemos. Una guerra que nos ha llegado en las puertas de Europa cuando pensábamos que en estas latitudes eran cosas superadas, unos tiempos duros de pandemia que hemos pasado y que aun no vemos salida por sus continuos rebrotes, el ambiente de crispación social que se vive, que por cualquier cosa salta la chispa y surge la violencia en nuestras calles, la vida económica que no termina de despegar y no vemos unos dirigentes que nos puedan llevar a buen puerto, y así tantas cosas que si descendemos a la vida de cada día en nuestro entorno se multiplican más y más.

¿Dónde encontramos quien nos saque de este atolladero? ¿Dónde podemos ver una luz que se encienda para la esperanza? Todo eso que hemos ido describiendo produce mucha desazón en los corazones. Hay inquietud en tantos corazones, hay tristeza aunque tratemos de acallarla o disimularla con nuestras fiestas, hay desánimo porque la lucha se nos hace dura. Terminamos diciéndonos que estamos en tiempos oscuros.

Es necesario detenernos de vez en cuando en ver nuestra realidad aunque eso nos amargue un poco el corazón, porque también tenemos que seguir buscando fuerza en nuestro interior para poner esperanza en el camino, o tenemos que pedir esa fuerza que necesitamos de lo Alto que mueva nuestros corazones, nos mueva todos por luchar de verdad y sin cansarnos para salir de estas oscuridades, porque tenemos que buscar ese salvador de nuestra vida que sea nuestra luz, nuestra fuerza, nuestro sentido en los momentos en que vivimos.

Como creyentes que somos tenemos que pensar en lo que tendríamos que hacer, en donde vamos a buscar esa luz y esa fuerza. Como creyentes y cristianos también tenemos un compromiso. Como creyentes y cristianos también tenemos que saber acudir al evangelio que sigue siendo buena nueva de salvación para el hoy de nuestra vida. Aquella buena nueva de Jesús, aquel anuncio que hacía Jesús en aquel momento del Reino de Dios que llegaba, es también anuncio que ahora tenemos que escuchar.

El evangelio nos dice hoy que la aparición de Jesús por aquellos lugares de Galilea anunciando el Reino de Dios fue como una luz que comenzaba a brillar en las tinieblas, y el evangelista nos recuerda los anuncios antiguos de los profetas que entonces comenzaban a tener cumplimiento. También vivían tiempos oscuros y difíciles. Y eso es lo que hoy nosotros también necesitamos escuchar, para que nos aparezca ese rayo de luz que disipe tinieblas, que levante esperanzas, que nos haga ponernos en camino de hacer en verdad ese mundo nuevo y mejor.

¿Qué tenemos que hacer? no tenemos otra cosa que hacer que lo mismo que hizo Jesús. Nuestra vida tiene que dar signos de ese Reino de Dios que se nos anuncia. Los mismos signos de Jesús tenemos que dar nosotros. Anunciaba Jesús la Palabra y aquella Palabra que anunciaba despertaba esperanza; hacía el anuncio del Reino de Dios pero lo mostraba también con signos. ‘Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo’.

Son los signos que también nosotros tenemos que mostrar ante los sufrimientos que constatamos que hay en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Cuánto tenemos que curar. Cuantas angustias llenan el corazón de las personas que están a nuestro alrededor, cuántas penas y desesperanzas, cuántas amarguras y desilusiones, cuantos corazones doloridos porque hay muchas cosas que los hacen sufrir. Tenemos que curar, tenemos que llevar paz, tenemos que despertar a la vida, tenemos que abrir caminos, tenemos que saber acompañar y estar, tenemos que ir poniendo nuevas sonrisas en el corazón.

Son muchas las cosas que podemos y tenemos que realizar. Grande es nuestra tarea. Pero sabemos que Jesús con nosotros está, que no nos faltará la fuerza de su espíritu. Pongámonos en camino de llevar una nueva luz a nuestro mundo.

viernes, 6 de enero de 2023

Epifanía nos habla del regalo de Dios que en Jesús recibimos, nos ilumina con nueva luz y caminar por nuevos caminos

 


Epifanía nos habla del regalo de Dios que en Jesús recibimos, nos ilumina con nueva luz y caminar por nuevos caminos

 Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios 3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12

Hoy es el día del regalo de Dios para toda la humanidad. Es cierto que, al menos en nuestro ambiente y con nuestras costumbres, es el día de los regalos. ‘Día de Reyes’, decimos, y es sinónimo de regalos. Y con lo fáciles que somos a la vanidad lo hemos convertido en una obsesión y en una fiesta consumista, demasiado materializada en los obsequios y regalos que nos hacemos los unos a los otros en este. Y tenemos que decir también que para muchos se convierte en una angustia enfermiza tanto si no reciben regalos como si no los pueden ofrecer.

No quiero mermar con esta reflexión que nos hacemos ni la ilusión y la alegría de manera especial de los más pequeños, que fue por donde nació esta manera de celebrar este día – necesitamos también algo de ilusión y mucho de alegría en el mundo en que vivimos, muy llenos de risas quizás pero falto de una verdadera alegría honda. Pero sí creo que tendríamos que ahondar en el verdadero sentido de esta fiesta, como decíamos al principio, día del regalo de Dios para toda la humanidad.

Hemos venido celebrando y estamos aun celebrando la Navidad que significa celebrar esa presencia de Dios en medio de nosotros, cuando contemplamos el nacimiento de Jesús en Belén con todo el misterio que en su entorno queremos vivir y celebrar. Hoy la liturgia de alguna manera nos quiere decir esa presencia de Jesús, esa presencia de Dios no es solo para un pueblo o una comunidad concreta, sino que es la manifestación de Dios para ser luz y salvación para toda la humanidad. Eso significa Epifanía que es el nombre de la fiesta que hoy celebramos.

Todas las imágenes y símbolos que hoy contemplamos eso vienen a decirnos. Ya la noche del nacimiento hizo que el cielo brillara con un nuevo resplandor sobre los campos de Belén para anunciar a los pastores – imagen del pueblo judío - con el cántico celestial y con la aparición de los ángeles que les había nacido un salvador.

Hoy contemplamos nuevos resplandores que en principio no reducen su brillo a los campos de Belén sino que brillará en lo alto de los cielos para que ese anuncio pudiera llegar a todos los hombres. Unos magos de Oriente, nos dice el evangelio que no habla de reyes, como estudiosos de lo que sucede en el firmamento y atentos también a las señales de Dios son los que descubren esa estrella que les hablará de un recién nacido rey. Guiados por la estrella, con humildad y fidelidad, se han puesto en camino para llegar a Jerusalén. Parecería que si se trata del nacimiento de un rey en palacios reales pudieran encontrarlo, para estupor de los dirigentes entonces del pueblo judío, empezando por Herodes.

Pero no es eso lo que quieren indicar las señales del cielo, pues consultadas las Escrituras señalarán que será Belén donde está ese recién nacido Rey y allá les vuelve a dirigir la estrella. Señales del cielo, signos que aparecen en la misma naturaleza, pero será también la Escritura santa los que se convertirán en evangelio, en palabra de Dios, en buena noticia para aquellos magos que terminarán postrándose ante Jesús para ofrecerle sus dones como un reconocimiento de lo que Dios les estaba revelando en su corazón.

Estrellas que nos hablan seguimos teniendo nosotros si nos llenamos del mismo espíritu de fe de los magos, de su humildad y disponibilidad para ponerse en camino, aunque el camino no les fuera fácil, de esa generosidad del corazón dejarse conducir para encontrar el sentido de las señales y también la ruta de los caminos que ante nosotros se abren. Cuantas cosas nos hablan de Dios en lo que nos sucede cada día, en los acontecimientos de la vida y de la historia que vivimos en el momento presente, o en las mismas personas con las que vamos haciendo ese camino de la vida.

Tenemos que aprender a hacer esa lectura creyente de la vida, a mirar cuanto nos sucede con ojos de fe para poder encontrar también esa fortaleza que necesitamos en los duros camino de la vida que nos ha tocado vivir. Dios nos pone estrellas que nos iluminen y que nos guíen pero hemos perdido esa sensibilidad espiritual para descubrir esas señales de Dios y tenemos que recuperarla.

Cuando los magos llegaron a Jerusalén y escucharon los textos de las Escrituras Sagradas, aunque les llegaran con interpretaciones interesadas como las que se hacía Herodes o encontraran el desinterés de los maestros de la Ley que despreocupados siguieron en sus intereses, ellos, sin embargo, supieron cambiar de camino para llegar a Belén, para llegar hasta Jesús. Necesitamos, sí, fortaleza para cambiar de camino aunque nos cueste cuando nos encontramos con la luz, antes que permanecer en la insensibilidad de preocuparnos solo de nuestras cosas.

‘Entraron en la casa, nos dice el evangelista, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino’.

Habían llegado hasta Jesús, habían encontrado a quien buscaban; la luz de Jesús, que ya no era una estrella sino el mismo Sol del cielo – yo soy la luz del mundo, nos dirá Jesús más tarde en el evangelio – había iluminado sus vidas que ya no podían ser la misma vida. Volvieron a su casa, sí, a su vida, pero con una nueva vida, con una nueva luz; su camino ya no sería el mismo camino, sus vidas ya no podían ser las mismas vidas. Es lo que se produce en nosotros cuando de verdad nos encontramos con la luz, cuando de verdad nos encontramos con el Evangelio de Jesús.

Ojalá todo este recorrido, este proceso que hemos hecho en estas fiestas de Navidad de tal manera nos haya iluminado que ‘volvamos por otro camino’, emprendamos un camino nuevo en la vida. Ese regalo de Dios que con Jesús hemos recibido nos llene de nueva vida

jueves, 5 de enero de 2023

No tengamos miedo a esas inquietudes que puedan surgir en nuestro interior, metámonos hondamente en nosotros mismos, pero también dejémonos conducir

 


No tengamos miedo a esas inquietudes que puedan surgir en nuestro interior, metámonos hondamente en nosotros mismos, pero también dejémonos conducir

1Juan 3,11-21; Sal 99; Juan 1,43-51

En la vida nos encontramos con gente que nos dice siempre que tienen las cosas muy claras, que saben lo que quieren y no entienden a aquellos que cuando tienen que tomar una decisión importante se lo piensan mucho antes de decidirse. Nos creemos que tenemos las cosas claras y muchas veces es solo apariencia para sentirnos como por encima de los demás, pero seguro que allá en su interior tienen dudas como todos, se hacen sus razonamientos, porque en ocasiones también se llenan de desconfianza y guardan muchos secretos en su interior para no manifestar su fragilidad que es como la de todos aunque quieran manifestar otra apariencia.

Las decisiones no se pueden tomar a la ligera sobre todo en cosas fundamentales que de alguna manera definen nuestro ser, nuestro sentido de la vida y de las cosas, y los raíles por los que va a circular el tren de su vida. Mucho hay que rumiar en el interior, mucho también tenemos que dejarnos aconsejar, mucho cuidado hay que tener por otra parte con los prejuicios que se nos meten en la vida porque son malos consejeros, mucho tenemos que madurar en nuestro ser; es todo un proceso que todos intentamos seguir en la vida salvo que nos dejemos arrastrar por la superficialidad.

Es el diálogo que se plantea en el evangelio entre aquellos que son llamados o invitados a seguir a Jesús. Mucho tendrían que haber hablado en profundidad de esas inquietudes del alma entre Felipe y Natanael. Si Felipe cuando ha tomado la decisión de seguir a Jesús ante su llamada, viene a invitar a su amigo Natanael porque han encontrado al que anunciaban las Escrituras, presupone que entre ellos había habido íntimas conversaciones en la espera de la pronta llegada del Mesías, como todos deseaban.

Parece que la reacción de Natanael no era la que realmente esperaba Felipe cuando lo invita a venir a ver a Jesús, pero bien puede expresar esa lucha interior que el de Caná de Galilea estaba manteniendo dentro de sí. Salen a flote los prejuicios cuando le dicen que Jesús es de Nazaret y también esas disputas entre vecinos de pueblos colindantes sobre qué pueblo es el mejor o tiene mejores cosas. ‘¿De Nazaret puede salir algo bueno?’ le replica a Felipe.

Pero finalmente se deja aconsejar, se deja conducir y llega a la presencia de Jesús; bastarán pocas palabras, porque se siente interrogado y cautivado al mismo tiempo por Jesús. Le recuerda Jesús la rectitud de su corazón, a pesar de sus dudas y desconfianzas, de sus recelos y sus prejuicios; Jesús le está dando un voto de confianza cuando lo valora y le da su importancia.

A todos nos gusta sentirnos valorados; a todos nos gusta que nos recuerden algo bueno que podamos tener en nosotros y que quizá no siempre se manifiesta; le hace pensar Jesús en los secretos de su corazón, pero quizá de esas inquietudes que lleva dentro de sí. Siempre nos ponemos a hacer muchas cavilaciones sobre el sentido de las palabras de Jesús cuando le recuerda que lo había visto bajo la higuera; simplemente Jesús lo hace reflexionar y meterse dentro de sí pero para salir con mas fuerza a buscar.

Es el reconocimiento que Natanael hace de Jesús con lo que afirma mucho más de lo que le había anunciado su amigo Felipe. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. A lo que replicará Jesús: ‘Mayores cosas verás’. Algo nuevo y grande se está abriendo en la vida de quien desde ahora va a ser discípulo de Jesús.

No tengamos miedo a esas inquietudes que puedan surgir en nuestro interior; no temamos tener que darle mil y una vueltas cuando todavía no vemos las cosas claras, metámonos hondamente en nuestro interior, pero también dejémonos conducir. Ese camino en el que muchas veces alguien tendrá que llevarnos de la mano va a terminar con un encuentro de luz y de vida, como le sucedió a Natanael. Demos los pasos con confianza. El Espíritu del Señor está con nosotros y es la luz para nuestro camino, la sabiduría de nuestra vida.

miércoles, 4 de enero de 2023

Qué buscamos muchas veces cuando también nosotros nos ponemos en camino, cuando nos acercamos a algo o alguien, vayamos tras Jesús y encontraremos respuesta

 


Qué buscamos muchas veces cuando también nosotros nos ponemos en camino, cuando nos acercamos a algo o alguien, vayamos tras Jesús y encontraremos respuesta

1Juan 3, 7-10; Sal 97; Juan 1, 35-42

Cuando entramos en comunicación con alguien del que poco sabemos y con el que vemos la posibilidad de entrar en amistad suelen ser las diversas preguntas que se cruzan entre una y otra parte en ese deseo y curiosidad, por qué no decirlo, de conocer, de saber del otro. ¿De dónde eres? Es una de las preguntas que siempre está a mano, puede o no marcar la diferencia y las características de la persona, porque en fin de cuentas somos hijos de nuestro pueblo, pero de alguna manera es un dato que queremos conocer.

No iban ser menos aquellos dos discípulos de Juan que se fueron tras Jesús cuando Juan lo señala como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El interés que ahora muestran por Jesús lleva algo hondo en sus espíritus, pues no en vano habían venido a escuchar a Juan, en la orilla del Jordán, porque inquietud había en sus corazones ante la palabra que Juan pronunciaba. Tras lo que señala Juan quieren conocer algo más, quieren saber más, por eso en su inquietud se van tras Jesús y surge la tan socorrida pregunta.

Claro que entonces la pregunta había ido precedida por otra de no menor calado. Cuando Jesús siente que hay quien le sigue de cerca, aunque aun no se atreven a acercarse del todo y entablar alguna conversación, es el que volviéndose a ellos les pregunta. ‘¿Qué buscáis?’

Qué buscamos muchas veces cuando también nosotros nos ponemos en camino, cuando nos acercamos a algo o alguien, cuando nos ponemos a dar vueltas y vueltas y ya no se trata solo de caminos por algunos lugares, sino más bien muchas veces dentro de nosotros porque hay algo que nos inquieta, algo que nos llama la atención, algo que nos hace hacernos preguntas, algo que nos hace quedarnos como extasiados por tantas vueltas que le damos a las cosas en la cabeza que al final no sabemos ni donde estamos.

Nos hacemos preguntas, porque buscamos un sentido para las cosas que suceden; nos hacemos preguntas porque parece en ocasiones que andamos desorientados; nos hacemos preguntas, porque hay cosas que nos llegan al corazón, o que surgen desde lo  hondo del corazón sin saber por qué; nos hacemos preguntas, porque la actitud, el compromiso, la dedicación y entusiasmo de alguien cercano a nosotros nos hace sentirnos contradictorios dentro de nosotros mismos que nos parece que no seriamos capaces de hacer lo mismo o nos hace preguntarnos si nosotros somos capaces de hacer lo mismo; nos hacemos preguntas… ¿qué buscamos?

Son importantes en la vida esas preguntas y no tenemos que rehuirlas, aunque a veces nos dé miedo el compromiso al que nos podría llevar su respuesta. Está por medio el sentido de una vida, está por medio una llamada y una vocación que podemos sentir, está por medio lo que nosotros queremos hacer con la vida, está por medio ese mundo que también parece que nos está llamando, un mundo que nos puede arrastrar por derroteros de rutina o de simplemente ‘vivir la vida’ como tantos en el mundo sin mayor preocupación, o nos está llamando porque sentimos que hay algo nuevo que nosotros podemos construir en él.

Jesús les preguntaba qué es lo que buscaban y ellos como a tropezones o mordiéndose la lengua porque no sabían qué decir, simplemente le preguntan de donde es, donde vive. Realmente es mucho más la pregunta que ellos quieren hacer a Jesús pero como nos sucede tantas veces no sabemos ni qué decir, ni qué es lo que realmente buscamos, qué es lo que queremos.

La respuesta de Jesús es sencilla. ‘Venid y lo veréis’. Y se fueron con El y con El estuvieron aquel día o aquella tarde. Más tarde siempre recordarán que sería como las cuatro de la tarde la hora de aquel encuentro que tan decisivo iba a ser en sus vidas. Ahora ellos buscan y quieren saber donde vive Jesús, o algo más de la vida de Jesús, pero será un día Jesús el que los llame y los invite a seguirle. Ellos entonces no tuvieron miedo, estarían temerosos como es normal, pero tomaron la decisión de ir con Jesús para ver donde vivía, para ver cómo vivía. Andrés ya podría más tarde decirle a su hermano Simón que habían encontrado al Mesías.

Y nosotros, ¿qué preguntamos? ¿Qué buscamos? ¿Estaríamos dispuestos a irnos con Jesús?

martes, 3 de enero de 2023

Una invitación a un reconocimiento de quien es ese niño que hemos visto nacer en Belén y para que emprendamos un camino de humildad reconociendo el valor de los demás

 


Una invitación a un reconocimiento de quien es ese niño que hemos visto nacer en Belén y para que emprendamos un camino de humildad reconociendo el valor de los demás

1Juan 2, 29 – 3, 6; Sal 97; Juan 1, 29-34

En la vida muchas veces somos desconfiados. Una desconfianza que puede nacer dentro de nosotros quizás desde diferentes motivos; quizás habíamos puesto la confianza en algo o en alguien y nos falló, se volvió contra nosotros quizás cuando más necesitábamos de su lealtad, podríamos decir que nos han dado motivos; pero también nos surge la desconfianza desde nosotros mismos, porque en nuestro orgullo queremos estar siempre en el candelero, como se suele decir, y puede venir alguien que nos haga sombra, que ocupe nuestro lugar, y muchas veces sin que ni siquiera esto suceda, ya andamos con nuestra desconfianza porque de alguna manera nosotros andaríamos con las mismas, convertimos demasiado la vida en una lucha a muerte entre unos y otros, no terminamos de entender que cada uno tiene su lugar y que cada uno ha de aportar según los que sean sus valores y sus cualidades.

Juan el Bautista, aunque había optado por una vida austera y de penitencia, viviendo en el desierto, viviendo pobremente y no queriendo necesitar de nada para su vida, pues le bastaban unos saltamontes o miel silvestre para su alimento, sin embargo había ido alcanzando cierta notoriedad. Su palabra era valiente para aquellos que se acercaban a El para escucharle y había comprendido bien cuál era su misión. Allá invitaba a la gente a la conversión para preparar los caminos del Señor y había cogido fama de profeta, de Jerusalén habían venido incluso a preguntarle si era profeta o si acaso él era el Mesías, pero sabía ocupar su lugar.

Era un hombre de Dios, un hombre que abría su corazón a Dios y sabía escucharle allá en lo más hondo de sí mismo. Sabe cual es su misión y no tiene miedo que nadie le haga sombra. Como hombre lleno del Espíritu de Dios era humilde y sabía bien que solo era la voz que clama en el desierto.

Hoy nos da testimonio de Jesús y lo hace claramente. No solo lo señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ – esta palabra hará, como veremos en otro momento, que inclusos sus discípulos comiencen a irse con aquel que ha señalado como el Cordero de Dios – sino que además ha sentido en lo más hondo de si mismo el Espíritu de Dios que le decía a quien tenía que reconocer en verdad como el Mesías. Juan da testimonio. ‘Este es aquel de quien yo dijo: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel’.

‘Está por delante de mí, porque existía antes que yo’. Como hombre había nacido seis meses después de Juan, pero Juan reconoce la divinidad de Jesús ‘porque existía antes que yo’. Así terminará proclamándolo. ‘Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’.

Juan, como decíamos era un hombre abierto a Dios y con humildad. En su corazón había sabido quien era Jesús, aunque como decía no lo conocía. El sabía solamente cual era su función, había salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel. Era lo que Juan estaba realizando allí en el desierto y manifestándolo a todos aquellos que llegaban a escucharle. Era una invitación para que reconocieran a Jesús, aunque luego más tarde, quizás ante las dudas de sus propios discípulos, enviará a preguntarle si era El en verdad quien había de venir o tenían que esperar a otro.

‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo’. Ha sido ya el momento del Bautismo de Jesús, aunque nosotros todavía lo celebremos el próximo domingo, pero ahora Juan da testimonio de lo que allí vivió. Sobre Jesús había visto bajar del cielo el Espíritu en forma de paloma. Y ahora da testimonio, dando paso así a la misión de Jesús.

Un texto del evangelio que estamos meditando y que es una invitación a una confesión de nuestra fe en Jesús. Pero un texto que nos enseña para la vida la humildad de Juan para que sepamos dar paso también a los demás en su función en la vida, para que no andemos con nuestros temores y desconfianzas, para que dejemos que también los demás resplandezcan, porque esa humildad del reconocimiento de los valores de los demás es camino para que en verdad, aunque humildes, seamos grandes.

lunes, 2 de enero de 2023

Juan era un interrogante por su vida para quienes lo contemplaban en su tiempo, ¿nuestro actuar hoy es interrogante para la gente que nos rodea?


 

Juan era un interrogante por su vida para quienes lo contemplaban en su tiempo, ¿nuestro actuar hoy es interrogante para la gente que nos rodea?

Juan 2, 22-28; Sal 97; Juan 1, 19-28

¿Quién eres tú? Nos habrán preguntado más de una vez, sobre todo personas que nos conocen, pero que nos ven actuar en determinadas situaciones de una forma que es lo normal que todo el mundo haga y no entienden cuál es nuestra función las razones que nosotros podamos tener para actuar de una determinada manera, o nos plantearán por qué nosotros actuamos de una manera distinta en lugar de simplemente dejarnos arrastrar por lo que todo el mundo hace.

Y se preguntan por nuestra vida, por las razones que podamos tener para actuar como lo hacemos de una determinada manera. Nos extrañamos incluso de nosotros mismos, por nuestra valentía, por la nobleza de nuestro corazón, por ese actuar en momentos determinados pero desde unas razones. Son interrogantes por nuestra manera de actuar que no es lo que vemos todos los días. Y pudiera ser que nuestra manera de actuar cuestione lo que hacen los otros, da para pensar y para razonar; con demasiada frecuencia abandonados unos principio, ponemos en peligro la moralidad y la ejemplaridad de nuestros actos. ¿Quién eres tú? Que es algo más que una pregunta retórica. Vacía estaría nuestra vida si no interrogamos a nadie.

Había venido una embajada desde los principales de Jerusalén hasta Juan que estaba bautizando en el desierto, en las orillas del Jordán. Ya la misma presencia de Juan era un interrogante, por su forma de vestir y de vivir, por los alimentos que tomada, por aquel bautismo con que hacía bautizarse a los que escuchaban sus palabras y se mostraban en cierto modo receptivo del mensaje que anunciaba. Se preguntaban si era un profeta, allí estaba su forma de vivir. Ellos que esperaban la pronta venida del Mesías, pensaban si acaso Juan no lo era. Por Jerusalén andan inquietos por esos profetas que van surgiendo y que les hace sentirse incómodos y ahora vienen a preguntar a Juan quien era él, con que autoridad se atrevía a predicar, con qué autoridad bautizaba allá en Jordán. Se les estaban rompiendo los moldes a los que se habían hecho una religión a su medida o a sus intereses, y Juan les resultaba incómodo.

Y Juan da testimonio, ni es el profeta, ni es el Mesías, ni es Elías que ha vuelto, tal como creían muchos que había de suceder por algo que habían dicho algunos profetas desde antiguo. Y él les dirá: ‘Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia’. El es solo la voz,  él es solo el que da testimonio, el bautiza con agua porque solo es una invitación a la penitencia, pero vendrá el que lo transformará todo, porque será en verdad el salvador. ‘En medio de vosotros hay uno que no conocéis’.

Pero será la pregunta que de una forma o de otra también le harán a Jesús. Con Jesús se sienten aún más incómodos. Y le preguntarán por su autoridad para hacer lo que hace, y hasta llegarán a atribuirle que lo que hace es con el poder de Satanás, o se escandalizarán porque se presenta como el que tiene poder para perdonar los pecados. Lo que hoy escuchamos en el evangelio es solo un anticipo.

Aquí quizás nos convendría hacernos algunas preguntas. ¿Nos sentimos interrogados por el actuar de Jesús como en aquellos tiempos se sentían interrogados por lo que hacía Juan, tanto como para enviarle una embajada a preguntar? Pero quizás tendríamos que hacernos alguna pregunta más directa aún. ¿Somos nosotros un interrogante para los demás por nuestra forma de actuar hoy, por la forma de vivir nuestra fe, por la forma cómo nosotros nos manifestamos como cristianos? ¿Alguien nos habrá hecho también esa pregunta ‘quién eres tú’? ¿Habrá visto la gente que nos rodea, por ejemplo, algo distinto en nuestra manera de celebrar la navidad?

Triste sería, hay que reconocerlo, que no fuéramos interrogante para los que nos rodean, porque no ven algo distinto en nosotros.

 

domingo, 1 de enero de 2023

Dios ha vuelto su mirada sobre nosotros y nos ha enviado a Jesús, que es el Salvador que nos ha nacido, nuestra vida y nuestro mundo se hacen distintos y se llenan de paz

 



Dios ha vuelto su mirada sobre nosotros y nos ha enviado a Jesús, que es el Salvador que nos ha nacido, nuestra vida y nuestro mundo se hacen distintos y se llenan de paz

Números 6, 22-27; Sal 66; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21

Pensemos en todo lo que nos puede decir una mirada cuando llega a nosotros en el momento que más lo necesitamos; nos sentimos solos en nuestra lucha, parece que nadie nos tiene en cuenta ni valora el esfuerzo que estamos realizando para salir adelante, el dolor nos oprime y el sufrimiento nos llena de angustia y hasta nos quita la paz del corazón, y cuando nos parece que más desesperados estábamos una mirada se vuelve sobre nosotros, nos está dando su asentimiento sin apenas movimiento perceptible, sentimos calor en aquellos ojos que parece que nos están diciendo que nos levantemos, que sigamos luchando, que está teniendo en cuenta todo aquel esfuerzo que estamos haciendo para salir adelante.

Es una verdadera mirada de bendición. Qué aliento sentimos en el corazón, que nuevos ánimos surgen en lo más profundo de nosotros y no tiraremos la toalla, seguiremos adelante cueste lo que cueste. Cuánto nos decía aquella mirada.

Hoy estamos celebrando esa mirada de Dios para nosotros que se convierte en bendición para nuestra vida. Recordamos cómo Dios le dice a Moisés allá en el Horeb que ha escuchado el clamor de su pueblo y responde enviándole a él. El nacimiento de Jesús es esa mirada de amor de Dios a la humanidad. Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único… que nos dirá el evangelio. Dios que vuelve su rostro sobre nosotros y nos concede su paz, como decía la bendición del Libro de los Números que hoy escuchamos en la primera lectura.

Es la mirada de la ternura de Dios; es la mirada de la piedad y se vuelve compasión; es la mirada de la misericordia y nos inunda con su amor. Lo podemos sentir, lo podemos palpar, lo saboreamos en esa mirada de Dios, nos gozamos con su bendición y nos llenamos de una alegría que nadie nos podrá jamás quitar.

Como nos quiere explicar el evangelio, se asomó Dios al mundo y vio a aquellos pastores de Belén que pasaban la noche al raso cuidando de sus rebaños, y les envió el ángel de Dios que les anunciara que en los campos de Belén había nacido una flor, que iban a encontrar a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre y era su Salvador. Y cuando los pastores sintieron sobre sí esa mirada de Dios en los ángeles que cantaban la gloria de Dios, en el ángel que les anunciaba lo ocurrido en Belén, se pusieron camino y encontraron tal como se les había anunciado.

Tenemos que aprender que hemos de ponernos en camino cuando sentimos esa mirada de Dios sobre nosotros. Son tantos los momentos en que Dios vuelve su rostro sobre nosotros, pero aunque andemos angustiados estamos distraídos y no sabemos leer las señales de Dios. Hemos de estar atentos para descubrir ese semblante que tanto nos puede decir. Nos está dando muchas señales el Señor y andamos preocupados de otras cosas y olvidamos lo principal. Queremos pasarlo bien y hacemos todo lo posible, pero nos olvidamos de la paz que hemos de llevar en el corazón. Podremos poner muchas pantallas de risas y de cánticos, de banderas que hablen de fiesta y de felicidad, pero nuestro corazón se ha adormecido y no terminamos de captar esas señales de Dios.

Despertemos y no dejemos de soñar, aunque nos parezca como un contrasentido. Despertemos de todas esos sucedáneos que nos adormecen para que no nos enteremos de lo que realmente nos pasa  - cuántos sucedáneos como drogas vamos metiendo en la vida para entretenernos – pero soñemos al mismo tiempo en algo bonito y hermoso, soñemos en lo maravilloso que podríamos hacer nuestro mundo si cambiaran un poquito esas actitudes negativas y de pasividad que nos envuelven en la vida, soñemos en esa felicidad y hermandad para todos porque eso no es un imposible, soñemos en que las sombras y las angustias no nos vencerán, porque detrás de todo estamos contemplando una mirada que nos levanta el ánimo, una mirada que se convierte en mano tendida, una mirada que nos hace sonreír en el alma, una mirada que nos está diciendo que Dios sigue confiando en el hombre, sigue confiando en nosotros para que hagamos que las cosas cambien.

Y nos ponemos en camino como los pastores de Belén, y confesaremos que Jesús es el Señor porque es el Salvador, el único salvador de nuestra vida y de nuestro mundo; nos ponemos en camino e iremos dando señales de ese mundo nuevo, de ese Reino de Dios porque Jesús es nuestro único Señor, la vida de nuestra vida. y nos ponemos camino para nosotros comenzar a mirar con mirada nueva cuanto nos rodea, para comenzar a mirar con mirada nueva a los que caminan en medio del dolor a nuestro lado, y en nuestra vida mirada sentirán el estímulo para ellos levantarse también, para ellos comenzar a caminar también. 

En esa mirada descubrirán la mirada y la bendición de Dios. Seamos para los demás esa mirada de Dios.