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martes, 3 de enero de 2023

Una invitación a un reconocimiento de quien es ese niño que hemos visto nacer en Belén y para que emprendamos un camino de humildad reconociendo el valor de los demás

 


Una invitación a un reconocimiento de quien es ese niño que hemos visto nacer en Belén y para que emprendamos un camino de humildad reconociendo el valor de los demás

1Juan 2, 29 – 3, 6; Sal 97; Juan 1, 29-34

En la vida muchas veces somos desconfiados. Una desconfianza que puede nacer dentro de nosotros quizás desde diferentes motivos; quizás habíamos puesto la confianza en algo o en alguien y nos falló, se volvió contra nosotros quizás cuando más necesitábamos de su lealtad, podríamos decir que nos han dado motivos; pero también nos surge la desconfianza desde nosotros mismos, porque en nuestro orgullo queremos estar siempre en el candelero, como se suele decir, y puede venir alguien que nos haga sombra, que ocupe nuestro lugar, y muchas veces sin que ni siquiera esto suceda, ya andamos con nuestra desconfianza porque de alguna manera nosotros andaríamos con las mismas, convertimos demasiado la vida en una lucha a muerte entre unos y otros, no terminamos de entender que cada uno tiene su lugar y que cada uno ha de aportar según los que sean sus valores y sus cualidades.

Juan el Bautista, aunque había optado por una vida austera y de penitencia, viviendo en el desierto, viviendo pobremente y no queriendo necesitar de nada para su vida, pues le bastaban unos saltamontes o miel silvestre para su alimento, sin embargo había ido alcanzando cierta notoriedad. Su palabra era valiente para aquellos que se acercaban a El para escucharle y había comprendido bien cuál era su misión. Allá invitaba a la gente a la conversión para preparar los caminos del Señor y había cogido fama de profeta, de Jerusalén habían venido incluso a preguntarle si era profeta o si acaso él era el Mesías, pero sabía ocupar su lugar.

Era un hombre de Dios, un hombre que abría su corazón a Dios y sabía escucharle allá en lo más hondo de sí mismo. Sabe cual es su misión y no tiene miedo que nadie le haga sombra. Como hombre lleno del Espíritu de Dios era humilde y sabía bien que solo era la voz que clama en el desierto.

Hoy nos da testimonio de Jesús y lo hace claramente. No solo lo señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’ – esta palabra hará, como veremos en otro momento, que inclusos sus discípulos comiencen a irse con aquel que ha señalado como el Cordero de Dios – sino que además ha sentido en lo más hondo de si mismo el Espíritu de Dios que le decía a quien tenía que reconocer en verdad como el Mesías. Juan da testimonio. ‘Este es aquel de quien yo dijo: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel’.

‘Está por delante de mí, porque existía antes que yo’. Como hombre había nacido seis meses después de Juan, pero Juan reconoce la divinidad de Jesús ‘porque existía antes que yo’. Así terminará proclamándolo. ‘Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’.

Juan, como decíamos era un hombre abierto a Dios y con humildad. En su corazón había sabido quien era Jesús, aunque como decía no lo conocía. El sabía solamente cual era su función, había salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel. Era lo que Juan estaba realizando allí en el desierto y manifestándolo a todos aquellos que llegaban a escucharle. Era una invitación para que reconocieran a Jesús, aunque luego más tarde, quizás ante las dudas de sus propios discípulos, enviará a preguntarle si era El en verdad quien había de venir o tenían que esperar a otro.

‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo’. Ha sido ya el momento del Bautismo de Jesús, aunque nosotros todavía lo celebremos el próximo domingo, pero ahora Juan da testimonio de lo que allí vivió. Sobre Jesús había visto bajar del cielo el Espíritu en forma de paloma. Y ahora da testimonio, dando paso así a la misión de Jesús.

Un texto del evangelio que estamos meditando y que es una invitación a una confesión de nuestra fe en Jesús. Pero un texto que nos enseña para la vida la humildad de Juan para que sepamos dar paso también a los demás en su función en la vida, para que no andemos con nuestros temores y desconfianzas, para que dejemos que también los demás resplandezcan, porque esa humildad del reconocimiento de los valores de los demás es camino para que en verdad, aunque humildes, seamos grandes.

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