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sábado, 6 de mayo de 2023

Tenemos que detenernos de nuestras carreras porque a la carrera no escuchamos, podrán sonar las palabras en nuestros oídos, pero no las dejamos llegar al corazón

 


Tenemos que detenernos de nuestras carreras porque a la carrera no escuchamos, podrán sonar las palabras en nuestros oídos, pero no las dejamos llegar al corazón

Hechos 13, 44-52; Sal 97; Juan 14, 7-14

¿Conoceremos de verdad a una persona después de mucho tiempo que estemos conviviendo, por ejemplo, con ella? Normalmente nos decimos que conocemos a las personas después de que llevemos un tiempo tratando con ellas, y normalmente muy ufanos solemos presumir del conocimiento que tenemos de los demás. Pero no es tarea fácil, solamente desde lo que vemos externamente no podemos llegar a ese conocimiento hondo, pues dentro de cada cual hay como un misterio de la propia personalidad que intentamos no dejar entrever, que mantenemos en nuestro yo, y solo a quien con confianza tratemos iremos desvelando es yo secreto que todos mantenemos. Claro que nos daremos a conocer en la medida en que vaya creciendo la amistad y la confianza, y en consecuencia vayamos abriendo totalmente el corazón.

Los discípulos que con más cercanía estaban con Jesús, aquel grupo que El había escogido de manera especial, ¿llegarían en verdad a conocer a Jesús? A ellos se les revelaba de manera especial, testigos fueron de muchas cosas de la vida de Jesús que los demás no llegaban a conocer, vemos que en ocasiones se los llevaba a lugares apartados donde estar a solas con ellos, y en los caminos muchas veces a ellos les hablaba con una mayor cercanía. Pero vemos hoy en el evangelio que todavía hacen preguntas que manifiestan que no conocen a Jesús. Por eso les dirá. ‘Tanto tiempo con vosotros, ¿y aún no me conocéis?

Será después de la resurrección cuando nos dirá el evangelista que les dio el don del Espíritu y les abrió la inteligencia para que entendieran las escrituras. Los pasajes que estos días estamos escuchando forman parte de aquella larga e intima conversación de despedida después de la cena pascual, donde Jesús va desnudando más y más su corazón para que realmente le conozcan.

Algunas veces nos atrevemos a pensar qué lentos y cortos de inteligencia eran para no comprender lo que Jesús les iba revelando. Dejemos que la Escritura en algún momento hable así de lo que les costaba entender las palabras de Jesús, no entremos en juicio, porque el primero tendríamos que hacérnoslo a nosotros mismos. ¿En verdad conocemos a Jesús? ¿No tendrá que decirnos Jesús que tanto tiempo con nosotros y aun no le conocemos?

No es cuestión de tirarnos piedras los unos a los otros con nuestras acusaciones si nosotros somos o no más torpes que los discípulos que allí estaban al lado de Jesús y tanto les costaba entenderle, escucharle profundamente, empañarse de lo que era Jesús, porque es cosa que a nosotros nos sigue sucediendo. Necesitamos escuchar de verdad a Jesús, abrir nuestro corazón, dejarnos conducir por su Espíritu.

Y es que muchas veces podemos oír muchas cosas, pero escuchar lo hacemos menos. Tenemos que abrir las sintonías del alma, tenemos que aislarnos de muchos estridencias que nos aturden y nos distraen. Tenemos que saber hacer ese silencio interior cuando vamos a escuchar la Palabra de Dios. Llevamos tantas cosas en la cabeza, tenemos el corazón llenos de tantos ruidos y turbulencias que no dejamos sitio a la Palabra de Dios.

Tenemos que detenernos de nuestras carreras. A la carrera no escuchamos, podrán sonar las palabras en nuestros oídos, pero no las dejamos llegar al corazón. No tengamos prisa cuando estamos escuchando la Palabra, no pasemos inmediatamente a otra cosa, detente, haz silencio, escucha, quédate rumiando aquella Palabra que escuchaste, repásala una y otra vez no solo por tu mente sino por tu corazón, paladéala con amor, no le temas, déjate sorprender, siémbrala en lo más hondo de tu corazón. Conocerás a Jesús, conocerás a Dios y aprenderás también a conocerte a ti mismo.

 

viernes, 5 de mayo de 2023

Pongámonos a hacer el camino siguiendo las huellas del paso de Jesús y haciéndolas nuestras, llegaremos a la plenitud y a la vida, rebosaremos de paz

 


Pongámonos a hacer el camino siguiendo las huellas del paso de Jesús y haciéndolas nuestras, llegaremos a la plenitud y a la vida, rebosaremos de paz

Hechos 13, 26-33; Sal 2; Juan 14, 1-6

‘No se turbe vuestro corazón…’ nos dice hoy Jesús. ¿Por qué podemos sentirnos turbados? Ya quisiéramos sentirnos siempre serenos y con paz en el corazón. Lo deseamos. Pero siempre nos van surgiendo cosas que nos ponen intranquilos, pueden poner en ruina nuestra paz; preocupaciones por los problemas que cada día se nos van presentando, recuerdo de nuestros errores, dificultades para emprender un camino nuevo, contratiempos que nos hacen perder la paciencia y la esperanza, cosas que nos cuesta entender en nosotros mismos, en lo que son nuestras relaciones con los demás, en las metas a las que somos llamados y que nos vemos impotentes para conseguir. Es fácil perder la estabilidad de la paz, es fácil que nos sintamos turbados, que surjan en nuestro interior interrogantes, dudas, cosas que nos desorientan.

Pero hoy nos dice Jesús. ‘No se turbe vuestro corazón… creed en Dios, confiad en mí’. El momento en que Jesús dice estas palabras a los discípulos eran momentos tensos para ellos. Jesús les había anunciado muchas cosas que ellos no terminaban de comprender y que luego cuando sucedieron los hicieron sentirse poco menos que derrotados; ahora en la cena se han ido sucediendo los signos de lo nuevo que Jesús les ofrecía, de lo que Jesús les pedía para su vida, de cómo Jesús quería quedarse en verdad con ellos. Pero siguen con las mentes cerradas porque parecía que un velo cerraba sus ojos. Por eso Jesús les invita a confiar.

Los momentos suenan a despedida por las palabras que Jesús va pronunciando además de los signos que realiza. Que ahora les faltara Jesús era para ellos algo muy fuerte, se sentirían solos, se sentirían abandonados, como luego realmente les sucedió y les llevó a encerrarse en los días siguientes en el Cenáculo. Pero Jesús les está diciendo que no los deja solos; que El vuelve al Padre de donde ha venido, pero quiere tenernos con ellos para siempre; por eso les habla de prepararles sitio, aunque ellos no terminen de entender sus palabras. Y les dice que quiere que siempre estén con El.

Es cuando surge la pregunta. Porque además Jesús les dice que ya conocen el camino. ‘No sabemos a donde vas, ¿Cómo podemos saber el camino?’ se preguntan, le preguntan. Y les habla claramente de que no tienen que hacer otra cosa que seguirle a El, hacer lo mismo que El, vivir su vida para vivirle a El. ‘A donde yo voy, ya sabéis el camino, les dice, nadie va al Padre sino por mí’.

Por eso terminará proclamando tajantemente. ‘Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí’. Seguir las huellas de Jesús, ponernos en sus zapatos, vivir su Vida, vivir como Jesús. En Jesús hemos encontrado la verdad de nuestra vida, es el sentido de nuestro existir, es en quien hemos encontrado la Sabiduría de Dios. No podemos hacer, entonces, otra cosa.


Se nos tienen que acabar los miedos, no podemos dejarnos envolver por sombras, no podemos sentirnos siempre bajo el peso de nuestros errores, de ninguna manera podemos perder la paz. Estamos con Jesús y nos sentimos seguros; estamos con Jesús y hemos recobrado la paz con el perdón; estamos con Jesús y como El vamos a ceñirnos la cintura para tomar en nuestras manos la jarra de agua con la que lavar los pies de los demás; estamos con Jesús y no nos puede faltar la alegría y la esperanza; estamos con Jesús y estamos llenos de vida.

Pongámonos a hacer el camino, siguiendo las huellas del paso de Jesús y haciéndolas nuestras. Llegaremos a la plenitud y a la vida.

jueves, 4 de mayo de 2023

Necesitamos hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla, un camino de ascesis, de superación y de purificación de nuestro corazón

 


Necesitamos hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla, un camino de ascesis, de superación y de purificación de nuestro corazón

 Hechos 13, 13-25; Sal 88; Juan 13, 16-20

Todos nos encontramos con buenos maestros que son un estímulo grande en nuestro aprendizaje; tienen algo en su manera de ser, en su forma de enseñar, en su forma de tratarnos que lo que sentimos es querer parecernos a él, porque de alguna manera los idolatramos, tanto que nos parecería un paraíso poder estar junto a él y realizar todos los aprendizajes de la vida de su mano.

Es una atracción tan grande la que ejercer sobre nosotros, que todo en él lo idealizamos de manera que siempre queríamos hacer las cosas a su manera. Como también nos encontramos al alumno aventajado que con su maestro todo lo entiende a la primera y son tantas las ansias que llevamos dentro que para nosotros no sería una pérdida de tiempo quedarnos ensimismado eternamente a su lado.

Estamos hablando quizás de situaciones ideales, porque nos es difícil encontrar ese maestro ideal, pero también porque siempre nosotros somos ese alumno aventajado. Oportunidades sí tenemos, quizás, pero no siempre sabemos aprovecharlas, muchas veces nos aparecen los cansancios en medio de ese esfuerzo continuado y no mantenemos la tensión que nos haga ir creciendo más y más.

Tenemos todo lo que nos dice Jesús en el evangelio que lo hemos escuchado una y otra vez pero no somos capaces de imitar al maestro, no siempre resplandecemos quizás por ese espíritu de servicio que tan claro tenemos ante nosotros en el ejemplo de Jesús.  Pero Jesús quiere seguir contando con nosotros.

Es la maravilla del amor de Dios al que tan poco respondemos nosotros. Precisamente el texto del evangelio que hoy se nos ofrece parte de ese momento de la cena pascual en el que Jesús se ha arrodillado a los pies de los discípulos para lavárselos uno a uno. Ya en otro momento hemos escuchado el texto completo en el que Jesús nos dice que si El, que es el Maestro y el Señor, nos ha lavado los pies, es lo que tenemos que hacer los unos con los otros. Y ahora ha continuado diciéndonos que no es el discípulo mayor que se maestro y que entonces obremos en consecuencia. ‘Puesto que sabéis esto, nos dice, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’.

Nos hace falta mantener la tensión del espíritu para que no nos enfriemos. Somos tan hechos de carne y hueso que pronto se nos aflojan los muelles de la tensión, con facilidad nos enfriamos entrando en una tibieza espiritual, fácilmente nos dejamos ganar la carrera. Cuidado con los triunfalismos que a veces se nos meten, que ya pensamos que todo lo tenemos conquistado, todo lo tenemos superado, pero que nos desinflamos y caemos en las rutinas de siempre. Y ya nos dice el espíritu que porque no somos ni fríos ni calientes, nos vomitará de su boca, como escuchamos en el Apocalipsis.

¡Qué terrible es la tibieza espiritual! Una pendiente muy resbaladiza en la pronto caeremos en el abismo. Lo experimentamos quizás en nosotros mismos, aunque nos cegamos tanto que no nos damos cuenta, pero somos conscientes de cómo sucede con tanta frecuencia a nuestro alrededor; el cambio de tantos, no para mejorar, sino que depuse de haber tenidos etapas de mucho fervor, pronto los vemos que se van frenando hasta terminar en ocasiones por abandonarlo todo.

Hemos de cuidar mucho más nuestro espíritu para tener una espiritualidad profunda. Necesitamos esa hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla; un camino de ascesis que tenemos que ir haciendo, un camino de superación y de purificación de nuestro corazón, un camino de ir arrancándonos de tantos apegos que se nos van metiendo en el alma, un camino en que tenemos que lograr ese vacío en nosotros para poderlo llenar de Dios, para dejar que el Espíritu de Dios actúe en nosotros.

Nos cuesta realizarlo, porque son muchos los cantos de sirena que escuchamos por todos lados, pero es la manera de ir creciendo en nuestra fe, en nuestra espiritualidad, en un verdadero seguimiento de Jesús.

miércoles, 3 de mayo de 2023

A los pies de la cruz de ese calvario habrá siempre una tumba vacía, porque quien murió en esa cruz vive, ha resucitado, y para todos ha llegado con El la victoria del amor y de la vida

 


A los pies de la cruz de ese calvario habrá siempre una tumba vacía, porque quien murió en esa cruz vive, ha resucitado, y para todos ha llegado con El la victoria del amor y de la vida

 

Hay una tradición en mi tierra en torno al tres de mayo se sigue celebrando con gran fervor por parte del pueblo la festividad de la Cruz. Todos sabemos que la gran fiesta de la exaltación de la Cruz es el 14 de Setiembre, que en precisamente en torno a cuya fiesta se celebran las fiestas de ‘los Cristos’ por diferentes lugares de nuestra geografía. 

Pero el tres de mayo ha calado hondo en nuestras gentes, que fue en su momento la celebración del encuentro de la Cruz – se le decía la invención de la cruz desde el sentido de la palabra latina – que por otra parte en nuestra tierra está en cierto modo unido a los primeros años de las conquistas castellanas de nuestra tierra con la fundación de algunas ciudades que llevan el nombre de la Cruz en esa misma fecha.

Hondo sentido religioso cuando los caminos de nuestros pueblos están tachonados de cruces que al mismo tiempo pueden ser recuerdo de parte de nuestra historia.  Capillas de cruz que incluso se ponían como centro de muchas de las fincas o haciendas que de alguna manera daban vida a los pueblos, o cruces como recuerdos perennes y permanente de momentos de la historia, en muchos casos duros por accidentes o por muertes violentas o no acaecidas en esos lugares. 

No podemos borrar por otra parte de un plumazo, como algunos pretenden con otros muchos momentos de nuestra historia, esos recuerdos que han permanecido ahí permanentes en la memoria histórica de nuestros pueblos.

Estos días se adornan las cruces de nuestros caminos y muchas casas abren las puertas de sus hogares para mostrarnos aquella cruz celosamente guardada y que este día merecen un especial aguinaldo. Aunque las memorias y recuerdos sean duros sin embargo se hacen siempre en son de fiesta y alegría, porque en el fondo aunque muchas veces no nos demos cuenta estamos dándole el verdadero significado pascual que la cruz ha de tener en nuestra vida.

Es la celebración de la vida misma, podríamos decir, que siempre está unida a la cruz, porque nunca en la vida falta el dolor y el sufrimiento. Así nació la localización de esas cruces en nuestros pueblos, así queremos expresar lo que es la vida misma con sus tintes negros de dolor, pero desde un sentido pascual lo hacemos entre sones de fiesta y alegría. Es de alguna manera reconocer que esos momentos de la vida, en todos los momentos de la vida, también en esos momentos duros de la vida hay un paso de Dios que siempre es paso salvador.

El cristiano tiene que manifestarse siempre como hombre de esperanza, porque detrás siempre estaremos viendo brillar la luz. Y cuando contemplamos la cruz, aunque en estos días de su celebración y su fiesta normalmente está despojada del cuerpo de Cristo en ella crucificado, nunca olvidamos el sentido de esa cruz para nosotros, porque significa un paso de Dios, un paso de salvación, un paso de vida, porque siempre detrás veremos los resplandores de la resurrección. A los pies de la cruz de ese calvario habrá siempre una tumba vacía, porque quien murió en esa cruz vive, ha resucitado, y para todos ha llegado con El la victoria de la vida.

Ojalá no olvidemos nunca ese sentido pascual de la cruz y que ahí nuestra fiesta de la cruz tenga hondo sentido.


martes, 2 de mayo de 2023

Necesitamos redescubrir el evangelio, sintiéndolo como realmente nuevo para nosotros, dejándonos asombrar por sus palabras para que sea en verdad buena noticia

 


Necesitamos redescubrir el evangelio, sintiéndolo como realmente nuevo para nosotros, dejándonos asombrar por sus palabras para que sea en verdad buena noticia

Hechos 11, 19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30

Somos enrevesados en la vida, nos enredamos en nuestras propias redes y no sabemos cómo salir de ellas. Pedimos pruebas, pero luego no las aceptamos, ni escuchamos las pruebas que nos dan. Hay que ver con qué facilidad nos ofuscamos en nuestras cosas, en lo que llevamos ya de antemano a la mente y aunque nos digan las cosas claramente no damos el brazo a torcer, no reculamos para reconocer nuestro error, o al menos para aceptar con humildad las pruebas que se nos ofrecen.

En todos los ámbitos de la vida; fácilmente convertimos en enemigo al que discrepa de nosotros, al que tiene la osadía de pensar de otra manera, al que nos ofrece otra salida. Qué discusiones más rocambolescas nos armamos discutiendo en la solución de problemas; pudiera dar la impresión que todos estamos buscando una salida, una solución, pero no somos capaces de ver lo que propone el otro y lo rechazamos sin más, con qué facilidad nos atribuimos méritos cuando quizás lo que hemos hecho ha sido continuar por donde iba el otro, aunque a veces eso no lo aceptamos y preferimos romper los papeles del todo para que no quede nada, aunque luego tengamos que hacer por nuestra parte lo mismo, pero al final nos pondremos las medallas. Cuantas cosas vemos que suceden en ese estilo en nuestro entorno.

Les costaba a los judíos entender a Jesús, bueno, aunque lo entendieran siempre llevaban por delante el rechazo, porque era obra de Jesús, y eso les podía quitar sus méritos. Piden pruebas, pero no se detienen para escucharlas. Pero qué importante es escuchar a Jesús. Por algo es la Palabra que se encarna, que se hace cercana, que es luz y que al mismo tiempo nos alimenta. Tenemos que saber escuchar a Jesús. El evangelio es una continua invitación a ello. Desde las palabras del Padre desde la nube, ya sea en el Tabor o en el Jordán, siempre nos insistirá en que le escuchemos.

Y es lo que nos dice Jesús. Y por eso nos pone esta alegoría del pastor que cuida de sus ovejas, les busca pastos, las alimenta y las defiende, pero las conoce y sus ovejas le conocen a El. Es la ternura que nos falta. Se nos habla aquí de ovejas y de rebaños que conocen a su pastor, oyen su voz, oyen sus silbidos, y le siguen. Quienes hemos tenido alguna vez a nuestro cuidado algún animalito, bien sea porque los cuidemos en el campo, o como hoy va siendo tan habitual porque los tengamos como mascotas, como animales de compañía, bien sabemos de la lealtad hacia sus dueños, hacia quienes los cuidan y los alimentan. Es algo muy tierno observarlos de cómo ellos nos observan o están pendientes de nosotros, y a la menor señal los tenemos a nuestro lado.

Pero ¿seremos nosotros así con Jesús? Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano’, nos dice hoy Jesús en el evangelio. Pero quizás cuantas veces preferimos cantos de sirena a la voz de Jesús; estamos más atentos a la novedad que surge acá o acullá que nos habla de cosas nuevas, de nuevas espiritualidades, de cosas esotéricas, de no sé qué interpretaciones cabalísticas que nos hace no sé quien salido de no sé donde pero al que los medios de comunicación, la televisión le dan mucho chance, y olvidamos el evangelio que tenemos ahí ante nuestros ojos.

Necesitamos los cristianos redescubrir el evangelio, hacer una lectura nueva quitando prejuicios, dejando a un lado explicaciones de siempre, sintiéndolo como algo realmente nuevo para nosotros, dejándonos asombrar por sus palabras. Necesitamos un espíritu nuevo, una apertura del corazón, un dejarnos conducir de verdad por el Espíritu del Señor quitando miedos, arriesgándonos a plantarlo de verdad en nuestro corazón. Sentiremos su novedad, sentiremos que es verdad es evangelio, es buena noticia para nosotros.

lunes, 1 de mayo de 2023

Tenemos una luz que nos viene del Evangelio que hace resplandecer en todo su esplendor lo que es la vida de los hombres y el trabajo que sale de sus manos

 


Tenemos una luz que nos viene del Evangelio que hace resplandecer en todo su esplendor lo que es la vida de los hombres y el trabajo que sale de sus manos

 

En el ámbito civil se comienza el mes de mayo con una fiesta reivindicativa en el día del trabajo, que también hay que reconocer cada una ha interpretado su sentido y ha celebrado desde sus convicciones en ocasiones y desde intereses siendo con un matiz político en gran parte de las ocasiones. No le quitamos, por supuesto, el sentido positivo que tienen este tipo de celebraciones pues todo lo que sea por una mayor dignidad de las personas y como medio para ello también de la actividad que realiza siempre es bueno. Muchos avances también de tipo social a lo largo de los años se han ido consiguiente dada la visualización de esta fiesta del trabajo y del hombre trabajador. La dignidad de la personas siempre es algo que tenemos que perseguir, pero tendríamos que considerar a la persona en lo que vale en sí mismo y en toda la amplitud de lo que es su existencia.

A mediados del siglo XX la Iglesia quiso poner también su aporte en esta celebración y es como nació una nueva fiesta de san José desde esa perspectiva del trabajo, la fiesta de san José Obrero, como comúnmente se le llama. Algo tenemos que decir nosotros también en este campo, también nosotros podemos y tenemos que proclamar esa dignidad del trabajo humano, que ha de pasar necesariamente por una humanización de esa tarea, una humanización del trabajo. No somos, por supuesto, unas máquinas llamadas a producir; por medio está la dignidad de toda persona que en nuestra antropología cristiana la elevamos más que cualquier otro paradigma que desde el mundo se pueda proclamar.

Cuando hablamos de la persona estamos hablando de una criatura de Dios, alguien que ha sido creado por Dios, porque de Dios nos viene la vida, pero que por la gracia de Dios nos convierte además en hijos de Dios. Una dignidad que tenemos que considerar en toda su amplitud y profundidad y que va a marcar también lo que sale de las manos del hombre en su capacidad creadora, en su capacidad de desarrollar su vida y plasmarse en las obras que salen de sus manos.

Creados a la imagen y semejanza de Dios, con esa inteligencia que Dios nos dio pero también con esa capacidad de decidir, esa voluntad que es capacidad de amar nos sentimos no solo constructores sino creadores porque desde Dios con nuestras capacidades estamos continuando la obra creadora de Dios en el desarrollo de nuestro trabajo.

Es entonces cuando nos damos cuenta de la grandeza de nuestro trabajo, el valor de nuestro trabajo. Será duro y costoso porque todo lo que entraña crear vida nos supera y nos exige esfuerzo, como nos supera y nos exige esa capacidad de amar que tenemos en nosotros desde esa dignidad de personas. El que se siente de verdad creador, sea cual sea la actividad que realice, después del esfuerzo realizado va a sentir una satisfacción hondo, va a experimentar un gozo inmenso en el alma cuando contempla lo que ha creado.

Es la perspectiva bonita con la que tenemos que mirar nuestro trabajo, es la satisfacción que sentimos en lo que hemos realizado, es el disfrute incluso de la misma tarea que vamos realizando aunque nos sea costosa. Una nueva y bella mirada que nos obligará a no dejar infructuosos esos talentos que hemos recibido. Una nueva y luminosa mirada a nuestro trabajo con el que estamos sembrando semillas de vida que van a fructificar en bien de la propia humanidad.

Claro que tenemos que hacer que el trabajo sea humano, nunca esclavizante, ni lo podemos sentir como un peso que queremos quitar de sobre nuestros hombros. Nos exige cuidar esas condiciones del trabajo, nos exige cuidar nuestra dignidad al tiempo que cuidamos también esa capacidad de producir que es como llena de vida al mundo en el que vivimos. Un trabajo que realizaremos siempre para bien de la humanidad, pero un trabajo con el que queremos dar gloria a Dios que de tales posibilidades nos dotó. Por eso los cristianos hablamos de la santificación del trabajo, que con la gracia de Jesucristo también ha sido redimido

Tenemos una luz que nos viene del Evangelio que hace resplandecer en todo su esplendor lo que es la vida de los hombres y lo que es la obra que sale de las manos de los hombres. Demos gloria al Señor por ello.


domingo, 30 de abril de 2023

Sepamos agradecer el amor que Dios nos tiene y nos pone los signos y las señales del Buen Pastor para que sepamos encontrar los pastos de vida eterna que El nos ofrece

 


Sepamos agradecer el amor que Dios nos tiene y nos pone los signos y las señales del Buen Pastor para que sepamos encontrar los pastos de vida eterna que El nos ofrece

 Hechos 2, 14a. 36-41; Sal 22; 1Pedro 2, 20-25; Juan 10, 1-10

La imagen del pastor que cuida su rebaño, que camina con sus ovejas en búsqueda de pastos, que las conoce por su nombre porque a cada una le ha puesto un nombre, que se desvive por la oveja perdida o enferma, que las guarda en su redil por la noche precaviéndolas de todo peligro, a los que hoy somos más urbanos que vivimos en las ciudades alejados de la vida campestre, nos puede parecer algo bucólico, muy hermoso y muy poético, casi como una novela pastoril, pero sin embargo no todos somos tan ajenos a esta realidad, porque ya viene siendo frecuente que aun en un ambiente urbano queramos tener un animalito aunque sea de compañía; y ya sabemos los lazos que se crean entre unos y otros, y no vamos a entrar en muchos detalles, y cómo se llega al sufrimiento incluso en la enfermedad de la mascota preferida y no digamos si nos llega a faltar.

De una forma o de otra en nuestro recuerdo o imaginación nos vale para comprender el sentido de este domingo pascual en el que Jesús vendrá a decirnos que El es el Buen Pastor, pero también nos habla de la puerta por donde se entra y se sale del redil. Terminará diciéndonos que lo que El quiere para nosotros es vida y vida en abundancia.

Como el pastor que cuida de su rebaño, con todas aquellas características que ya antes mencionamos y muchas más que podríamos traer a colación. Nos alimenta y cuida de nosotros, es el Buen Pastor que va delante nosotros señalándonos el camino, pero será el Buen Pastor que será capaz de dar su vida por nosotros. Sentía lástima Jesús, lo hemos escuchado muchas veces en el evangelio, cuando contemplaba aquellas multitudes que le buscaban, que eran capaces de seguirle incluso a los descampados, o esperarle a la orilla de la playa por donde fuera a desembarcar, pero, como El nos dice, eran como ovejas sin pastor; y a unos ovejas sin pastor no solo por si mismas no van a encontrar los pastos que necesitan, sino que estarán ante los peligros de ladrones que nos asalten y nos roben.

Es Jesús la puerta, por donde se entra y por donde se sale; solo podrá atravesar esa puerta el que es verdadero pastor de esas ovejas, el ladrón buscará el asalto por otros medios con los que pueda sorprender. Pero Jesús estará a nuestro lado con ojo avizor, como el pastor que cuida de sus ovejas para fortalecernos y podemos estar atentos al acecho del ladrón, al acecho de la tentación que por otros caminos nos podría arrastrar.

Pero esta imagen aparece ante nosotros en este camino pascual que vamos realizando para que sepamos agradecer ese cuidado que Dios nos tiene y a nuestro lado nos pondrá los signos y las señales de Jesús para que andemos por su mismo camino, para que sepamos encontrar esos pastos de vida eterna que El nos ofrece, pero también para que caigamos en la cuenta cómo la pascua nos hace entrar en la órbita del servicio al estilo y a la manera de Jesús.

Aunque luego podamos llevar esa imagen del Pastor a otros aspectos y a otras funciones que en medio de la comunidad cristiana se han de realizar, sin embargo el mensaje del evangelio hoy es para todos, para todos los que nos llamamos seguidores de Jesús, porque en todos tiene que resplandecer esa imagen del servidor, del que se pone en servicio de los hermanos para continuar la misma obra de Jesús.

Todos estamos llamados al servicio porque todos por nuestra fe en Jesús entramos en la órbita del amor. Por su nombre hemos de conocer también a los hermanos que nos rodean, que significa mucho más que tener un nombre en nuestra mente por el que recordarle y llamarle porque toda persona merece y tiene el derecho de tener un nombre que es en cierto modo como reconocer y valorar su dignidad. Cuántas cosas se derivarían de este pensamiento para nuestra relación y nuestro trato con los demás.

Esta imagen aparece también en este domingo para hacernos recordar a aquellos que en nombre del Buen Pastor ejercen esa función de pastores del pueblo de Dios desde una vocación y una llamada especial. Es día de oración en la Iglesia por los pastores del pueblo de Dios, por todos los que ejercen desde una llamada especial del Buen Pastor alguna función pastoral en la Iglesia.

Por eso se convierte también en el día de las vocaciones, que no son solo al sacerdocio – aun con la urgencia que vivimos en nuestros tiempos por la escasez de sacerdotes -, sino a la vida religiosa de especial consagración y a todas esas funciones pastorales que un cristiano puede y tiene que ejercer en medio del pueblo de Dios. Tenemos que orar al dueño de la mies que envíe operarios a su mies para que suscite personas que con valentía respondan a esa especial llamada del Señor.