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jueves, 4 de mayo de 2023

Necesitamos hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla, un camino de ascesis, de superación y de purificación de nuestro corazón

 


Necesitamos hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla, un camino de ascesis, de superación y de purificación de nuestro corazón

 Hechos 13, 13-25; Sal 88; Juan 13, 16-20

Todos nos encontramos con buenos maestros que son un estímulo grande en nuestro aprendizaje; tienen algo en su manera de ser, en su forma de enseñar, en su forma de tratarnos que lo que sentimos es querer parecernos a él, porque de alguna manera los idolatramos, tanto que nos parecería un paraíso poder estar junto a él y realizar todos los aprendizajes de la vida de su mano.

Es una atracción tan grande la que ejercer sobre nosotros, que todo en él lo idealizamos de manera que siempre queríamos hacer las cosas a su manera. Como también nos encontramos al alumno aventajado que con su maestro todo lo entiende a la primera y son tantas las ansias que llevamos dentro que para nosotros no sería una pérdida de tiempo quedarnos ensimismado eternamente a su lado.

Estamos hablando quizás de situaciones ideales, porque nos es difícil encontrar ese maestro ideal, pero también porque siempre nosotros somos ese alumno aventajado. Oportunidades sí tenemos, quizás, pero no siempre sabemos aprovecharlas, muchas veces nos aparecen los cansancios en medio de ese esfuerzo continuado y no mantenemos la tensión que nos haga ir creciendo más y más.

Tenemos todo lo que nos dice Jesús en el evangelio que lo hemos escuchado una y otra vez pero no somos capaces de imitar al maestro, no siempre resplandecemos quizás por ese espíritu de servicio que tan claro tenemos ante nosotros en el ejemplo de Jesús.  Pero Jesús quiere seguir contando con nosotros.

Es la maravilla del amor de Dios al que tan poco respondemos nosotros. Precisamente el texto del evangelio que hoy se nos ofrece parte de ese momento de la cena pascual en el que Jesús se ha arrodillado a los pies de los discípulos para lavárselos uno a uno. Ya en otro momento hemos escuchado el texto completo en el que Jesús nos dice que si El, que es el Maestro y el Señor, nos ha lavado los pies, es lo que tenemos que hacer los unos con los otros. Y ahora ha continuado diciéndonos que no es el discípulo mayor que se maestro y que entonces obremos en consecuencia. ‘Puesto que sabéis esto, nos dice, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’.

Nos hace falta mantener la tensión del espíritu para que no nos enfriemos. Somos tan hechos de carne y hueso que pronto se nos aflojan los muelles de la tensión, con facilidad nos enfriamos entrando en una tibieza espiritual, fácilmente nos dejamos ganar la carrera. Cuidado con los triunfalismos que a veces se nos meten, que ya pensamos que todo lo tenemos conquistado, todo lo tenemos superado, pero que nos desinflamos y caemos en las rutinas de siempre. Y ya nos dice el espíritu que porque no somos ni fríos ni calientes, nos vomitará de su boca, como escuchamos en el Apocalipsis.

¡Qué terrible es la tibieza espiritual! Una pendiente muy resbaladiza en la pronto caeremos en el abismo. Lo experimentamos quizás en nosotros mismos, aunque nos cegamos tanto que no nos damos cuenta, pero somos conscientes de cómo sucede con tanta frecuencia a nuestro alrededor; el cambio de tantos, no para mejorar, sino que depuse de haber tenidos etapas de mucho fervor, pronto los vemos que se van frenando hasta terminar en ocasiones por abandonarlo todo.

Hemos de cuidar mucho más nuestro espíritu para tener una espiritualidad profunda. Necesitamos esa hondura en la vida, pero tenemos que ejercitarnos para obtenerla; un camino de ascesis que tenemos que ir haciendo, un camino de superación y de purificación de nuestro corazón, un camino de ir arrancándonos de tantos apegos que se nos van metiendo en el alma, un camino en que tenemos que lograr ese vacío en nosotros para poderlo llenar de Dios, para dejar que el Espíritu de Dios actúe en nosotros.

Nos cuesta realizarlo, porque son muchos los cantos de sirena que escuchamos por todos lados, pero es la manera de ir creciendo en nuestra fe, en nuestra espiritualidad, en un verdadero seguimiento de Jesús.

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