El
evangelio es noticia nueva porque si no es nueva no es noticia y es noticia
buena porque nos ofrece la novedad de una vida nueva, dejémonos de componendas
Génesis 27, 1-5. 15-29; Sal 134; Mateo 9,
14-17
Los caminos
de la vida y de la historia podríamos decir que son un continuo avanzar, cada
cosa tiene su tiempo, cada momento será único e irrepetible, y nos vamos
encontrando continuamente las novedades que la misma vida nos ofrece, de alguna
manera continuación de lo anterior pero siempre con lo nuevo de lo que ahora
sucede que no es una simple repetición de lo pasado. Algunas veces nos cuesta
aceptar esa novedad; sobre todo los mayores hay momentos en que nos llenamos de
añoranzas de las cosas que en otros momentos vivimos y nos cuesta aceptar lo
nuevo que progresivamente se nos va ofreciendo.
De ahí las
tendencias en la manera de pensar, en la forma de plantearnos la vida, de
continuar con la construcción de este mundo, cosas que nos hacen diferentes los
unos a los otros, cosas en las que siempre habríamos de tener la lucidez de ver
lo nuevo que podemos hacer o podemos construir. Son las diferentes tendencias
que nos encontramos en la vida social, en las costumbres que queremos mantener,
en lo valores sobre los que hemos de ir construyendo la vida, la visión incluso
de futuro que podamos tener. Nos cuesta muchas veces descubrir lo bueno en lo
nuevo que se nos va ofreciendo. No es lo mismo la historia vivida en otros
siglos y en otros tiempos, que la vida que ahora nos toca vivir, y es a esta
vida a la que tenemos que responder.
La presencia
de Jesús que tantas esperanzas iba suscitando en los que soñaban con un nuevo,
sin embargo también llenaba de inquietud a los que les costaba entender la
novedad de la Buena Noticia que Jesús iba proclamando. Siempre la palabra de
los profetas a trabes de toda la historia de Israel produjo esperanzas e
inquietudes, entusiasmos y desconfianzas, no todos aceptaban la palabra
valiente del profeta que les hablaba en nombre de Dios. Lo mismo está
sucediendo con Jesús. Los que se sentían más oprimidos por la vida en las
circunstancias concretas que cada uno vivía, llenaban su corazón de esperanza
con el mensaje de liberación que Jesús ofrecía; pero incluso, sin embargo,
aquellos que aun queriendo mantener una fe y unos sentimientos religiosos, descubrían
que eran nuevos los caminos que Jesús ofrecía se sentían inquietos y
desconfiados porque les parecía que les estaban cambiando su mundo. Fue el
rechazo que veremos a lo largo del evangelio que manifestarán sobre todo los
dirigentes del pueblo, muy enfrascados en sus intereses también, contra Jesús.
Pero hoy
quienes se acercan a Jesús con cierta desconfianza son los que habían estado
muy cerca del Bautista que había venido como precursor del Mesías para preparar
los caminos del Señor. La austeridad de Juan, que era un signo en medio de
aquel pueblo, había hecho también que a sus propios discípulos les costara
aceptar el mensaje de Jesús y el nuevo estilo de vida que Jesús iba ofreciendo.
Ellos que habían vivido intensamente la austeridad del bautista, ahora no
entienden que los que siguen a Jesús no vivan también en ese mismo sentido tan
penitencial. Había que preparar los caminos del Señor, pero no eran las cosas
como rutinas lo que había que mantener, sino que era el corazón el que de
verdad debía convertirse al Señor. Había sido el mensaje del Bautista que no
siempre supieron entender, y era el mensaje de Jesús. Algo nuevo estaba
ofreciendo Jesús.
Los discípulos
de Juan no entienden que los discípulos de Jesús no ayunen como ellos lo
hacían. Pero Jesús les está diciendo que ha llegado la hora de las bodas del
Reino de Dios. Y las bodas no se pueden vivir en la tristeza sino en la
alegría. ¿Cómo van a ayunar los amigos del novio mientras el novio está con
ellos celebrando el banquete de bodas del Reino de Dios?
Y es cuando
Jesús nos deja esas hermosas sentencias que nos hablan de esa vida nueva que
hemos de vivir. Pero para vivir esa vida nueva del Reino de Dios hay que
vestirse un traje nuevo. ¿No recordamos, con la parábola, aquel traje de fiesta
que se exigía al que estaba invitado a la boda y quien no lo tuviera no podía
participar en ella? No valen composiciones y arreglos, los remiendos siempre
quedan mal apañados. Es necesario un traje nuevo, un vestido nuevo, como nuevos
tienen que ser los odres donde se ponga el vino nuevo no sea que su fuerza los
destruya y se pierdan los odres y se pierda ese vino nuevo.
Es la
conversión a la que nos invita Jesús, que es una transformación total, que no
es revestirse un traje cualquiera hecho de remiendos, sino vestirse el traje
nuevo de la fiesta. Qué lástima porque seguimos con muchos remiendos en la
vida, queremos arreglar esto por aquí, queremos mantener lo otro por allí,
volvemos a sacar las cosas viejas que ya están inservibles aunque en su momento
tuvieran su razón de ser, nos quedamos con estas devociones y estas rutinas,
pero no damos el paso grande de la transformación del corazón y de la vida.
Vivamos toda
la novedad que nos ofrece el evangelio, como su misma palabra indica. Es noticia
nueva, porque si no es nueva no es noticia, y es noticia buena porque algo
bueno y nuevo nos ofrece. Dejemos de hacer componendas. Abrámonos a esa novedad
de vida nueva.