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miércoles, 5 de julio de 2023

Aprendamos a hacer una auténtica escala de valores para saber encontrar lo importante que enriquezca de verdad la vida

 


Aprendamos a hacer una auténtica escala de valores para saber encontrar lo importante que enriquezca de verdad la vida

Génesis 21,5.8-20; Sal 33; Mateo 8,28-34

¿En la vida qué es lo que realmente nos importa? ¿Qué es lo que tendrá más valor para nosotros? Y lo concreto en esta disyuntiva, ¿las personas o las cosas?

Ya sé que me vais a decir que es una pregunta retórica y que es innecesario hacerlo, porque todos sabemos que las personas son más importantes que las cosas y es que incluso no tendría que ponerse esa comparación o disyuntiva ante lo que tendríamos que hacer. ¿Estamos seguros de eso? ¿Estamos seguros que en la práctica de la vida les damos más importancia a las personas que las cosas?

Examinémonos bien y nos daremos cuenta de cuantas veces pasamos por encima del bien de las personas cuando de nuestras ganancias se trata, cuando se trata de lo que pueda beneficiarme a mi, pero beneficiarme en lo material, en riqueza material, el la adquisición o posesión de cosas y de bienes. Pensemos cuantas veces vamos por la vida y no vemos a nadie, porque solo vamos pensando en nuestras cosas, en lo que ambicionamos y por lo que luchamos y bien sabemos que muchas veces es una lucha sin cuartel.

Me hace pensar en esto el relato del evangelio que hoy se nos ofrece y esa reacción de los habitantes de aquel lugar que ni se preocupan por el mal que están padeciendo aquellos que llaman endemoniados, y al final cuando tendrían que sentirse contentos de que hayan sido liberados de su mal, como estuvo en juego la posesión de sus bienes de vida, sus riquezas, ya no les interesaba Jesús y le piden que se marche a otro lado.

Conocemos el episodio del evangelio. Jesús en esta ocasión se sale incluso del territorio palestino o propiamente de la tierra que habitaban los judíos, se va a Gerasa, una región pagana, de gentiles en la misma frontera de Israel más allá del lago de Tiberíades, al otro lado del lago, podríamos decir. Salen a su encuentro aquellos dos hombres poseídos del mal, que manifiestan desde sus sombras su rechazo a Jesús. Las imágenes que nos los describen son bien significativas, habitan en los cementerios, son el terror de sus vecinos por la violencia de sus actos, es una región de sombras, de oscuridad, porque se encuentran envueltos por el mal.

La presencia de Jesús les incomoda, como incomoda la luz a los que están viviendo siempre entre tinieblas. Pero saben que con Jesús la luz iluminará sus vidas, aunque les parezca que se van a ver cegados por esa luz. Las tinieblas que no quieren recibir la luz, como se nos dice en otro lugar del evangelio. Al final solo piden los espíritus malignos de que si aquellos hombres van a ser liberados del mal, el mal envuelva a aquella piara de cerdos que están hozando por aquellos lugares. Bien sabemos que para el judío el cerdo es un animal impuro que no se atreverán ni a tocar, mucho menos comer su carne. Pero es también sintomático el hecho de que sean poseídos por el espíritu del mal, pero acantilado abajo terminen ahogándose en el lago.

Todo ello ha provocado una revolución, por así decirlo, en aquellas gentes. Los porquerizos avisan a los vecinos que vendrán a pedirle a Jesús que abandone aquella tierra, como ya hemos mencionado. No sienten la alegría de la liberación de aquellos males que sufrían con aquellos hombres endemoniados, como ellos los consideran. No son capaces de valorar la verdadera liberación que se ha producido en aquellas personas que ahora podrán vivir con dignidad y convivir en paz con sus vecinos. ¿Qué es lo que a ellos les importaba realmente?

¿Qué nos importa a nosotros en la vida? ¿Seremos capaces, por ejemplo, de dedicar tiempo para una reflexión que me interrogue por dentro y me lleve a esa necesaria liberación interior que quizás tanto necesitamos y que por otra parte en ocasiones hasta nos hace sufrir? Somos tantas veces conscientes de nuestros errores, de las meteduras de papa que hemos tenido tantas veces en la vida, del daño que pudimos haber hecho a los que estaban a nuestro lado, o al menos lo que tuvieron sufrirlo, pero no terminamos de arrancarnos de esas tinieblas que nos envuelven, de realizar ese cambio tan necesario en la vida, de poner gestos de reparación que a nosotros nos sanen por dentro, pero con los que llevemos también señales de paz y de amor a los que están a nuestro lado.

¿A qué nos estará invitando esta página del evangelio? ¿Aprenderemos a hacer una auténtica escala de valores que verdaderamente enriquezca mi vida con lo que es realmente importante?

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