Aprendamos
a hacer una auténtica escala de valores para saber encontrar lo importante que
enriquezca de verdad la vida
Génesis 21,5.8-20; Sal 33; Mateo 8,28-34
¿En la vida
qué es lo que realmente nos importa? ¿Qué es lo que tendrá más valor para
nosotros? Y lo concreto en esta disyuntiva, ¿las personas o las cosas?
Ya sé que me
vais a decir que es una pregunta retórica y que es innecesario hacerlo, porque
todos sabemos que las personas son más importantes que las cosas y es que
incluso no tendría que ponerse esa comparación o disyuntiva ante lo que
tendríamos que hacer. ¿Estamos seguros de eso? ¿Estamos seguros que en la
práctica de la vida les damos más importancia a las personas que las cosas?
Examinémonos
bien y nos daremos cuenta de cuantas veces pasamos por encima del bien de las
personas cuando de nuestras ganancias se trata, cuando se trata de lo que pueda
beneficiarme a mi, pero beneficiarme en lo material, en riqueza material, el la
adquisición o posesión de cosas y de bienes. Pensemos cuantas veces vamos por
la vida y no vemos a nadie, porque solo vamos pensando en nuestras cosas, en lo
que ambicionamos y por lo que luchamos y bien sabemos que muchas veces es una
lucha sin cuartel.
Me hace
pensar en esto el relato del evangelio que hoy se nos ofrece y esa reacción de
los habitantes de aquel lugar que ni se preocupan por el mal que están
padeciendo aquellos que llaman endemoniados, y al final cuando tendrían que
sentirse contentos de que hayan sido liberados de su mal, como estuvo en juego
la posesión de sus bienes de vida, sus riquezas, ya no les interesaba Jesús y
le piden que se marche a otro lado.
Conocemos el
episodio del evangelio. Jesús en esta ocasión se sale incluso del territorio
palestino o propiamente de la tierra que habitaban los judíos, se va a Gerasa, una
región pagana, de gentiles en la misma frontera de Israel más allá del lago de
Tiberíades, al otro lado del lago, podríamos decir. Salen a su encuentro
aquellos dos hombres poseídos del mal, que manifiestan desde sus sombras su
rechazo a Jesús. Las imágenes que nos los describen son bien significativas,
habitan en los cementerios, son el terror de sus vecinos por la violencia de
sus actos, es una región de sombras, de oscuridad, porque se encuentran
envueltos por el mal.
La presencia
de Jesús les incomoda, como incomoda la luz a los que están viviendo siempre
entre tinieblas. Pero saben que con Jesús la luz iluminará sus vidas, aunque
les parezca que se van a ver cegados por esa luz. Las tinieblas que no quieren
recibir la luz, como se nos dice en otro lugar del evangelio. Al final solo
piden los espíritus malignos de que si aquellos hombres van a ser liberados del
mal, el mal envuelva a aquella piara de cerdos que están hozando por aquellos
lugares. Bien sabemos que para el judío el cerdo es un animal impuro que no se
atreverán ni a tocar, mucho menos comer su carne. Pero es también sintomático
el hecho de que sean poseídos por el espíritu del mal, pero acantilado abajo
terminen ahogándose en el lago.
Todo ello ha
provocado una revolución, por así decirlo, en aquellas gentes. Los porquerizos
avisan a los vecinos que vendrán a pedirle a Jesús que abandone aquella tierra,
como ya hemos mencionado. No sienten la alegría de la liberación de aquellos
males que sufrían con aquellos hombres endemoniados, como ellos los consideran.
No son capaces de valorar la verdadera liberación que se ha producido en
aquellas personas que ahora podrán vivir con dignidad y convivir en paz con sus
vecinos. ¿Qué es lo que a ellos les importaba realmente?
¿Qué nos importa
a nosotros en la vida? ¿Seremos capaces, por ejemplo, de dedicar tiempo para
una reflexión que me interrogue por dentro y me lleve a esa necesaria
liberación interior que quizás tanto necesitamos y que por otra parte en
ocasiones hasta nos hace sufrir? Somos tantas veces conscientes de nuestros
errores, de las meteduras de papa que hemos tenido tantas veces en la vida, del
daño que pudimos haber hecho a los que estaban a nuestro lado, o al menos lo
que tuvieron sufrirlo, pero no terminamos de arrancarnos de esas tinieblas que
nos envuelven, de realizar ese cambio tan necesario en la vida, de poner gestos
de reparación que a nosotros nos sanen por dentro, pero con los que llevemos
también señales de paz y de amor a los que están a nuestro lado.
¿A qué nos
estará invitando esta página del evangelio? ¿Aprenderemos a hacer una auténtica escala de valores que verdaderamente enriquezca mi vida con lo que es realmente
importante?
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