¿Estará
viendo nuestro mundo en el anuncio que hacemos un testimonio de vida y amor que
despierte en sus corazones la fe y la esperanza?
Isaías 35, 1-6a. 10; Salmo 145; Santiago 5,
7-10; Mateo 11, 2-11
Qué distinto se siente uno cuando ve
que hay una luz que al final del camino cuando andamos en las más oscuras
tinieblas de la vida, necesariamente tenemos que llenarnos de alegría aunque
quizás todavía no la tengamos en las manos; a quien está envuelto en graves
problemas económicos, por ejemplo, si le anuncian que todo se podrá resolver,
que puede aparecer una ayuda que le haga saldar todas sus deudas, seguramente
no podrá por menos que saltar de alegría; a quien está con una enfermedad que
le han dicho que es incurable y ya se teme lo peor, pero llega alguien que se
ha encontrado un remedio, una medicina y podrá curarse, aunque todavía siga con
los dolores le parecerá que ya todo es más liviano pues en la esperanza cierta
de que en un futuro no muy lejano se curará, de alguna manera se siente
aliviado.
La esperanza es una buena medicina de
la que tenemos que saber echar mano en la vida; aun en medio de la oscuridad
que no termina de desaparecer ya estará cantando de alegría porque la vida
parece que tiene otro sentido cuando la vivimos con esperanza; desaparecen las
amarguras, reaparece la sonrisa en el alma, sentimos una fuerza nueva y
distinta que nos hace luchar con mayor intensidad, los ánimos se levantan y la
mirada se vuelve más luminosa.
Es lo que ahora con mucha intensidad
queremos vivir en este tiempo de Adviento, que siempre decimos que es tiempo de
esperanza, en la preparación de la celebración de los misterios de la Navidad que nos tiene que hacer vivir navidad en el
hoy de nuestra vida.
Si aquella primera Navidad en Belén fue
que Dios se hizo presente en nuestra humanidad haciendo hombre y naciendo de
María Virgen, ahora queremos seguir viviendo ese misterio de la presencia de
Dios en nosotros y en nuestra humanidad. No es recuerdo aunque celebramos y
conmemoramos aquel momento de Belén, es presencia porque es sentir que Dios se
sigue haciendo presente en medio de nosotros porque la humanidad sigue
necesitando ese nacimiento a nueva vida.
Seguimos en la vida con esas mismas
turbulencias porque el mal sigue reinando, porque los sufrimientos se siguen
haciendo presentes, porque nuestra humanidad sigue enferma envuelta en tantos
individualismos e insolidaridad, haciendo gala de un materialismo que nos
sofoca y nos esclaviza, revestidos de apariencias y vanidades, dejándonos
arrastrar por ambiciones que nos ciegan, paralizados por la desgana y el desinterés
de algo nuevo y distinto; hacemos de nuestro mundo un desierto lleno de
arideces y violencias.
Y todos podemos contagiarnos de esa
enfermad, como todos necesitamos ser sanados para poner una luz de vida y de
amor que transforme nuestra mundo en un precioso vergel. ¿Será posible esa
transformación o nos quedamos con palabras poéticas y bonitas pero que no
llegan nunca a nada? No es solo poesía sino también y sobre todo poesía lo que
hoy escuchamos. No son palabras para hundirnos más en nuestras sombras, sino
para despertarnos e ir en búsqueda de la luz. Es lo que hoy nos ofrece la
Palabra de Dios y como tal tenemos que escucharlas.
Pero escucharlas no es quedarnos
pasivamente esperando que todo nos lo den hecho. La palabra profética siempre
nos pone en camino, nos despierta pero nos hace ver otros nuevos horizontes.
Pero somos nosotros los que luego tenemos que salir y ponernos en camino para
hacer llegar a nuestra vida esos horizontes de luz.
El evangelio nos dice que Juan Bautista
está ya en la cárcel y allí le llegan noticias del actuar de Jesús. Aquello que
había anunciado como inminente ahora en las prisas de ver las cosas realizadas
quizás le parece que aun no se está cumpliendo todo lo anunciado por los
profetas. Quizás haya algo en la manera de actuar de Jesús que le puede
desconcertar porque él había sido duro
en sus palabras y anuncios y ahora parece que Jesús va más por unos caminos de
mansedumbre. ¿Se estará él mismo preguntando si realmente Jesús es o no el
Mesías esperado?
Hasta Jesús llega aquella embajada de
parte de Juan a través de sus discípulos preguntando. ‘¿Eres tú el que ha de
venir o hemos de esperar a otro?’ Ya hemos escuchado la respuesta de Jesús,
que siguió en su actuar como siempre anunciando el reino y curando a los
enfermos. Es la respuesta que les da. ‘Id y decir a Juan lo que habéis visto
y oído, los ciegos ven, los leprosos son curados, los paralíticos comienzan a
caminar, los muertos resucitan’. Las señales de un mundo nuevo, las señales
del amor y de la vida, las señales de un renacer con un nuevo sentido y con un
nuevo valor.
Pero yo ahora me hago una reflexión.
Cuando nosotros queremos anunciar al mundo que nos rodea el evangelio de Jesús,
¿nos estará preguntando nuestro mundo o pidiendo razón para si en verdad tienen
que creer lo que nosotros le anunciamos? ¿Podremos decir a nuestro mundo, como
Jesús, mirad lo que estáis viendo en el testimonio de nuestras vidas?
¿Estaremos en verdad dando un testimonio los cristianos, la Iglesia, por
nuestra vida y nuestra manera de hacer de vida y de amor que despierte la
esperanza en quienes nos rodean?