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domingo, 14 de diciembre de 2025

¿Estará viendo nuestro mundo en el anuncio que hacemos un testimonio de vida y amor que despierte en sus corazones la fe y la esperanza?

 


¿Estará viendo nuestro mundo en el anuncio que hacemos un testimonio de vida y amor que despierte en sus corazones la fe y la esperanza?

Isaías 35, 1-6a. 10; Salmo 145; Santiago 5, 7-10; Mateo 11, 2-11

Qué distinto se siente uno cuando ve que hay una luz que al final del camino cuando andamos en las más oscuras tinieblas de la vida, necesariamente tenemos que llenarnos de alegría aunque quizás todavía no la tengamos en las manos; a quien está envuelto en graves problemas económicos, por ejemplo, si le anuncian que todo se podrá resolver, que puede aparecer una ayuda que le haga saldar todas sus deudas, seguramente no podrá por menos que saltar de alegría; a quien está con una enfermedad que le han dicho que es incurable y ya se teme lo peor, pero llega alguien que se ha encontrado un remedio, una medicina y podrá curarse, aunque todavía siga con los dolores le parecerá que ya todo es más liviano pues en la esperanza cierta de que en un futuro no muy lejano se curará, de alguna manera se siente aliviado.

La esperanza es una buena medicina de la que tenemos que saber echar mano en la vida; aun en medio de la oscuridad que no termina de desaparecer ya estará cantando de alegría porque la vida parece que tiene otro sentido cuando la vivimos con esperanza; desaparecen las amarguras, reaparece la sonrisa en el alma, sentimos una fuerza nueva y distinta que nos hace luchar con mayor intensidad, los ánimos se levantan y la mirada se vuelve más luminosa.

Es lo que ahora con mucha intensidad queremos vivir en este tiempo de Adviento, que siempre decimos que es tiempo de esperanza, en la preparación de la celebración de los misterios de la Navidad  que nos tiene que hacer vivir navidad en el hoy de nuestra vida.

Si aquella primera Navidad en Belén fue que Dios se hizo presente en nuestra humanidad haciendo hombre y naciendo de María Virgen, ahora queremos seguir viviendo ese misterio de la presencia de Dios en nosotros y en nuestra humanidad. No es recuerdo aunque celebramos y conmemoramos aquel momento de Belén, es presencia porque es sentir que Dios se sigue haciendo presente en medio de nosotros porque la humanidad sigue necesitando ese nacimiento a nueva vida.

Seguimos en la vida con esas mismas turbulencias porque el mal sigue reinando, porque los sufrimientos se siguen haciendo presentes, porque nuestra humanidad sigue enferma envuelta en tantos individualismos e insolidaridad, haciendo gala de un materialismo que nos sofoca y nos esclaviza, revestidos de apariencias y vanidades, dejándonos arrastrar por ambiciones que nos ciegan, paralizados por la desgana y el desinterés de algo nuevo y distinto; hacemos de nuestro mundo un desierto lleno de arideces y violencias.

Y todos podemos contagiarnos de esa enfermad, como todos necesitamos ser sanados para poner una luz de vida y de amor que transforme nuestra mundo en un precioso vergel. ¿Será posible esa transformación o nos quedamos con palabras poéticas y bonitas pero que no llegan nunca a nada? No es solo poesía sino también y sobre todo poesía lo que hoy escuchamos. No son palabras para hundirnos más en nuestras sombras, sino para despertarnos e ir en búsqueda de la luz. Es lo que hoy nos ofrece la Palabra de Dios y como tal tenemos que escucharlas.

Pero escucharlas no es quedarnos pasivamente esperando que todo nos lo den hecho. La palabra profética siempre nos pone en camino, nos despierta pero nos hace ver otros nuevos horizontes. Pero somos nosotros los que luego tenemos que salir y ponernos en camino para hacer llegar a nuestra vida esos horizontes de luz.

El evangelio nos dice que Juan Bautista está ya en la cárcel y allí le llegan noticias del actuar de Jesús. Aquello que había anunciado como inminente ahora en las prisas de ver las cosas realizadas quizás le parece que aun no se está cumpliendo todo lo anunciado por los profetas. Quizás haya algo en la manera de actuar de Jesús que le puede desconcertar porque él  había sido duro en sus palabras y anuncios y ahora parece que Jesús va más por unos caminos de mansedumbre. ¿Se estará él mismo preguntando si realmente Jesús es o no el Mesías esperado?

Hasta Jesús llega aquella embajada de parte de Juan a través de sus discípulos preguntando. ‘¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?’ Ya hemos escuchado la respuesta de Jesús, que siguió en su actuar como siempre anunciando el reino y curando a los enfermos. Es la respuesta que les da. ‘Id y decir a Juan lo que habéis visto y oído, los ciegos ven, los leprosos son curados, los paralíticos comienzan a caminar, los muertos resucitan’. Las señales de un mundo nuevo, las señales del amor y de la vida, las señales de un renacer con un nuevo sentido y con un nuevo valor.

Pero yo ahora me hago una reflexión. Cuando nosotros queremos anunciar al mundo que nos rodea el evangelio de Jesús, ¿nos estará preguntando nuestro mundo o pidiendo razón para si en verdad tienen que creer lo que nosotros le anunciamos? ¿Podremos decir a nuestro mundo, como Jesús, mirad lo que estáis viendo en el testimonio de nuestras vidas? ¿Estaremos en verdad dando un testimonio los cristianos, la Iglesia, por nuestra vida y nuestra manera de hacer de vida y de amor que despierte la esperanza en quienes nos rodean?

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