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martes, 16 de diciembre de 2025

¿Seremos los que decimos que tenemos muchas cosas que hacer pero al final no hacemos nada, que somos amigos de mis amigos pero nunca hermano de todos?

 


¿Seremos los que decimos que tenemos muchas cosas que hacer pero al final no hacemos nada, que somos amigos de mis amigos pero nunca hermano de todos?

Sofonías 3,1-2.9-13; Salmo 33; Mateo 21,28-32

Con qué facilidad decimos bonitas palabras y hacemos propósitos de buenos deseos. Escuchamos a alguien con sus sueños de grandes proyectos y sin pensárnoslo mucho ha estamos asintiendo espontáneamente apuntándonos a esos futuros éxitos de esas cosas grandes e importantes que ya estamos soñando realizar. No hace falta ni que nos pregunten para ya nosotros estar dando el paso adelante apuntándonos a todo eso que nos dicen. Pero pasa el tiempo, pasan los días ¿y qué ha quedado de toda aquella admiración que sentíamos por los proyectos que nos presentaban, por esos nuevos planes que nos hacíamos para llevarlos a cabo? Como se suele decir ‘si te vi. no me acuerdo’.

Nos quejamos y decimos que estamos cansados de tantas promesas y de tantos proyectos maravillosos que nos ofrecen nuestros dirigentes. Es una de las críticas más frecuentes y son las insatisfacciones más dolorosas, porque en un momento puntual, cuando quizás se estaba pasando por unas circunstancias dolorosas todo eran promesas y aquello se iba a resolver pronto, y las cosas al final incluso iban a estar mejor. Estamos cansados de esas promesas.

Pero que no sea solo la queja que tengamos contra los demás, sino mirémonos a nosotros mismos y en tantas ocasiones no estamos haciendo lo mismo. Y hablo ahora religiosamente en nuestra vida espiritual, en nuestros compromisos como cristianos y en el testimonio que tendríamos que dar y recordemos que tras unos momentos de fervor, una celebración especial, un acontecimiento en la vida de la comunidad, una reflexión que escuchamos, unos ejercicios espirituales, una fiesta de pascua vivida quizás con mucho fervor y mucha intensidad, nos hicimos una lista interminable de propósitos que pronto se fueron borrando incluso del papel en que lo escribimos, porque ya en nuestra mente los damos hasta por olvidados.

De esto nos está hablando Jesús. Hablaba a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, como nos señala el evangelista como nos habla a nosotros hoy. Habla de los dos hijos enviados por el padre a trabajar a la viña; uno entusiasta todo son buenas palabras de ir inmediatamente a cumplir con lo dicho por el padre, pero que pronto lo olvida, porque quizás tiene tantas cosas que hacer, tantas promesas por cumplir, que al final algo se queda sin hacer; mientras el otro que parecía rebelde, que se negó incluso a cumplir con lo ordenado por su padre, sin embargo recapacita y se arrepiente y será el que vaya finalmente a cumplir lo mandado por el padre.

Y Jesús les habla claramente y les echa en cara lo que es la manera habitual de actuar. Vino Juan y no quisieron escucharlo, parecía que no les convencía, quizás les parecieran duras sus palabras y sus propuestas, ellos estaban acomodados a lo de siempre y por qué iban a cambiar, como nos decimos nosotros también tantas veces. Pero Jesús les habla de los publicanos y todos aquellos que ellos despreciaban; les dice que se les van a adelantar en el reino de los cielos, porque escucharon y se arrepintieron, escucharon y entraron en camino de conversión.

¿Quiénes eran los que seguían a Jesús? Le echaban en cara que comía con publicanos y pecadores. Pero el publicano Zaqueo fue el primero que se bajó de su árbol para recibir a Jesús en su casa; el publicano Leví será quien se levanta de se garita dejándolo todo por seguir a Jesús; la mujer pecadora fue la que se atrevió a ir a lavar los pies de Jesús en la casa de Simón el fariseo; la inmunda hemorroisa es la que se abre paso por detrás de Jesús para con fe tocar su manto en busca de su curación; la pecadora de la que habían sido expulsados siete demonios, la Magdalena, será la que está a los pies de la cruz en el Calvario y la que llorará a la entrada del sepulcro porque se habían robado el cuerpo del Señor Jesús. Podríamos seguir recordando muchas más páginas del evangelio.

Y nosotros, ¿dónde estamos? ¿Cuál es nuestra respuesta o cuales son nuestras evasivas? Tenemos muchas cosas que hacer y al final no hacemos nada. Decimos que sí amamos mucho a Jesús, pero seguimos poniendo filtros para ver a quienes tenemos que amar. Amigo de mis amigos, decimos, pero, ¿cuándo vamos a ser hermanos de todos sin distinción?

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