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sábado, 18 de julio de 2015

Una vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos si sabemos hacer de ella una ofrenda de amor

Una vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos si sabemos hacer de ella una ofrenda de amor

Éxodo 12, 37-42; Sal 135; Mateo 12, 14-21
Hay personas que viven una vida oscura y silenciosa que nos pudiera parecer imperceptible o quizá infructuosa. Pero muchas veces las cosas realizadas en silencio, aunque vivimos en un mundo de prontas eficacias porque todo lo queremos de inmediato, sin embargo a la larga pueden ser mucho más fructuosas y enriquecedoras no solo para la persona en si misma sino también para los demás. En silencio y oculta está la semilla plantada bajo tierra, pero es allí donde germina y de donde nacerá una planta nueva prometedora de grandes frutos.
Escuchando el evangelio en ocasiones le hemos oído decir a Jesús que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha frente a aquel mundo de apariencias y vanidades que se habían creado los fariseos. Es cierto que también nos dirá que vean los hombres vuestras buenas obras para que den gloria al Padre del cielo. Pero nos habla muchas veces del Reino de Dios como la semilla, muchas veces pequeña e insignificante que es sembrada para que llegue un día a dar fruto.
En el evangelio de hoy se nos habla de cómo los fariseos comenzaron a atentar contra El buscando la forma de cómo acabar con El. Y Jesús se retira y cuando curaba a la gente les decía que nadie se enterase. Como diría en otro momento aun no había llegado su hora. Pero estas circunstancias que está viviendo Jesús le hace recordar al evangelista lo anunciado por el profeta acerca del siervo de Yahvé. ‘Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones’.
El siervo de Yahvé que como cordero será llevado al matadero; el siervo de Yahvé que calladamente seguirá haciendo su obra, ‘no porfiará, no gritará, no voceará por las calles’, pero ahí está su Palabra silenciosa que será como un grito en la conciencia de los hombres, que será como el grano de trigo que ha de morir para que dé vida. De ello nos hablará Jesús y esa es su vida, su entrega, su amor hasta el final. Y en lo que parecía un fracaso hay una victoria y un triunfo porque nos llega la salvación.
Será esa vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos. Muchas veces quizá tengamos que pasar por momentos así, según las circunstancias de la vida, pero hemos de aprender a ser esa semilla enterrada para que dé fruto. Tenemos que quizá morir, desaparecer, pero la luz siempre brillará, la vida permanecerá, la ofrenda de amor que hagamos de nuestra vida será valiosa, porque así nos estamos uniendo profundamente al Señor en su propia ofrenda de la Cruz. Y sabemos que tras la cruz hay vida y resurrección.

viernes, 17 de julio de 2015

Pongámonos en el pellejo del pecador arrepentido para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado

Pongámonos en el pellejo del pecador arrepentido para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado

Éxodo 11,10-12,14; Sal 115; Mateo 12,1-8
‘Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa’. ¡Qué actualidad tienen estas palabras de Jesús! Pareciera que nos lo está diciendo de una forma muy directa y concreta pensando en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pensando, sí también, en las instituciones de nuestro tiempo.
Qué fácil nos es condenar y qué difícil comprender, tener misericordia y perdonar. Claro que hemos de entender que las palabras de Jesús no fueron solo dichas para los hombres de su generación respondiendo a las situaciones concretas que entonces se vivían. Son para nosotros palabras del Señor que nos dice hoy respondiendo también a situaciones que vivimos los hombres de todos los tiempos, también para nosotros hoy.
Misericordia, y porque no tenemos misericordia juzgamos y condenamos; porque no tenemos misericordia nos hacemos leguleyos y estamos queriendo aplicar la ley a rajatabla - y sin misericordia - en todo momento y ante cualquiera; porque no tenemos misericordia hemos quitado la capacidad de comprensión en nuestro corazón y no somos capaces de mirarnos a nosotros mismo que tenemos la viga en nuestro ojos para fijarnos solo en la pajuela que pueda tener el ojo ajeno; nos hacemos justicieros, y decimos que en nombre de la justicia tenemos que defender a quienes son maltratados, pero no somos capaces de tener ojos compasivos y misericordiosos para el pecador que es cierto que cometió la injusticia pero que necesita una mano que lo ayude a levantarse y a rehacer su vida.
¿Es que las personas porque sean pecadoras ya no pueden cambiar nunca y siempre la vamos a mirar con el sambenito de su pecado? Yo miro el evangelio y no creo que esa sea la actitud de Jesús con los pecadores, porque a la magdalena y la mujer pecadora que le perdonó sus muchos pecados no la tuvo apartada para siempre echándole en cara siempre sus pecados; a Zaqueo al que hizo bajar de la higuera, una vez que cambió su vida desde la misericordia del Señor ya no lo tuvo para siempre como un pecador; porque a la mujer adultera una vez que le perdonó sus pecados la levantó para que volviera a su vida y fuera tratada ya para siempre como una mujer perdonada.
Pero nosotros en nuestros juicios, nuestras instituciones en sus leyes, parece que al pecador siempre lo van a considerar como un leproso apartado de todos y discriminado para siempre. Y queremos ser unos puros y buenos, y queremos una iglesia pura, que algunas veces parece que hacemos puritana, pero nos hace falta que llenemos nuestro corazón, nuestras actitudes y posturas, nuestras normas de vida y nuestras costumbres de misericordia, de compasión, de amor, porque ya nos dice Jesús que seamos compasivos y misericordiosos como nuestro Padre celestial es compasivo y misericordioso.
¿Nos habremos puesto alguna vez en el pellejo del pecador que se ha arrepentido pero para quien no se tiene misericordia y se le tiene para siempre discriminado?

jueves, 16 de julio de 2015

El escapulario de la Virgen siempre con nosotros y colocado muy cerca del corazón, nos hace llevar a María cerca de nuestro corazón para vestirnos de su santidad

El escapulario de la Virgen siempre con nosotros y colocado muy cerca del corazón, nos hace llevar a María cerca de nuestro corazón para vestirnos de su santidad


‘Haced lo que El os diga’, nos está diciendo María continuamente cuando en nuestra devoción acudimos a ella. Recordamos que esas palabras fueron las que dijo a los sirvientes de las bodas de Caná. Pero son las que en nuestra devoción hemos de escuchar de labios de la Virgen. Todo en la devoción que le tengamos a nuestra Madre siempre ha de llevarnos a Jesús.
Hoy estamos celebrando a la Virgen del Carmen, o Virgen del Monte Carmelo como es su titularidad litúrgica más propia. Devoción a la Virgen que nació en el Monte Carmelo de tantas resonancias bíblicas. Allí se había refugiado el profeta Elías en su lucha contra los falsos profetas de los baales. Allí en la época de las Cruzadas para liberar la Tierra Santa del dominio de los árabes se encontraron y se refugiaron en una vida llena de ascetismo muchos de aquellos que hasta aquellos lugares habían ido como guerreros pero que al contacto con la tierra de Jesús se sintieron motivados a no alejarse nunca de aquella tierra santa.
Pronto la imagen de la Virgen entronizada en aquel monte fue venerada no solo por aquellos ermitaños, en cierto modo origen de la Orden del Carmelo, sino que se fue extendiendo por todas partes. Es la Virgen la que milagrosamente se manifiesta a quienes se habían congregado en torno a esa Imagen bendita y entrega el escapulario que iba a ser vestido y distintivo de la orden del Carmelo y que luego vestirían también los devotos de la Virgen del Monte Carmelo.
Llevar, pues, el escapulario de la Virgen es como vestirnos de María. Pero no ha de ser un objeto piadoso que llevemos solo externamente, sino que ha de significar cómo nuestra vida ha de estar toda impregnada de las virtudes de María Santísima. Muchas cosas se han escrito y se dicen de que quien lleve siempre el escapulario del Carmen tiene asegurada su salvación. Pero no lo miremos cómo algo mágico que simplemente se produzca sin más que por llevar el escapulario; lo convertiríamos en un amuleto.
El escapulario de la Virgen siempre con nosotros, y además colocado muy cerca del corazón, nos recuerda a María, nos hace llevar a María cerca de nuestro corazón y eso nos ha de recordar entonces la vida buena, la vida santa que hemos de tener los que amamos a María y queremos vestirnos de ella. María nos alcanza la gracia del Señor que nos fortalece, y nosotros ponemos en ese recuerdo permanente de María junto a nosotros ese esfuerzo por luchar por ser cada día mejores, por apartarnos de los malos caminos, de ser fuertes en toda tentación y peligro. Así María nos ayuda, nos previene, nos fortalece con la gracia del Señor.
Que sea autentica la devoción que le tengamos a la Virgen. Que no se nos quede en unos ‘vivas’ y unas fiestas que decimos que hacemos en su honor, sino que vistámonos de María, copiemos en nosotros su vida santa y así tenemos asegurada con la gracia del Señor esa salvación.
Como decimos en la oración de este día, que los que veneramos a la Virgen en su advocación del monte Carmelo con su intercesión podamos llegar a Cristo, monte de nuestra salvación.


miércoles, 15 de julio de 2015

Tenemos que descalzarnos de nuestras sandalias para aprender a ir humildes al Señor con un corazón despojado de nuestro yo

Tenemos que descalzarnos de nuestras sandalias para aprender a ir humildes al Señor con un corazón despojado de nuestro yo

Éxodo 3,1-6.9-12; Sal 102; Mateo 11,25-27
‘Aquí estoy’ fue la respuesta de Moisés a la voz de Dios que le llamaba. Temeroso y lleno de curiosidad se había acercado a la zarza ardiendo que no terminaba de consumirse. Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza’. Dios se le manifiesta y le llama. ‘No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado’.
Acercarnos a Dios con disponibilidad. ‘Aquí estoy’. Pero acercarnos a Dios con humildad. ‘Quítate las sandalias…’ Tenemos que despojarnos. Y no son precisamente las sandalias; será nuestro yo, nuestro orgullo, nuestro saber, nuestra autosuficiencia. Cuantas veces queremos acercarnos a Dios pero no queremos despojarnos de nuestro yo o nuestras ideas. Y decimos luego que Dios no nos escucha, no se nos revela. Es que vamos con nuestras ideas preconcebidas, con nuestro pensamiento, con la imagen que nosotros nos hemos hecho de Dios. Tenemos que descalzarnos.
Descalzarnos que es abajarnos, ponernos en actitud humilde de búsqueda, de escucha, de disponibilidad generosa. Si nos hacemos pequeños Dios se nos revelará, se nos manifestará, nos hará conocer su designio salvador. Como sucedió con Moisés. ‘Ahora marcha, yo te envío…’ Y tendrá que volver a Egipto de donde había salido de mala manera, y tendrá que ir hasta el faraón con el que pocas ganas tendrá de encontrarse. Sabe que va a tener dificultades. Se disculpa diciendo que no sabe hablar. Pero Dios lo envía. Dios estará con él. Dios pondrá a su lado medios, Aarón su hermano que hablará porque tiene facilidad de palabra, el poder de Dios en aquel bastón que pone en su mano, la fortaleza de su Espíritu que sentirá por dentro. ‘Yo estoy contigo’, le dice Dios.
¿Aprenderemos nosotros a ir a la búsqueda y al encuentro con el Señor? Tenemos que aprender a descalzarnos de nuestras sandalias. Tenemos que aprender a ir con humildad al Señor, con el corazón bien despojado de nuestro yo, con los oídos de nuestro corazón bien abiertos para escuchar a Dios, con disponibilidad en nuestra vida para lo que el Señor quiera descubrirnos, con generosidad de espíritu para emprender los caminos que se abren ante nosotros aunque no los entendamos o nos parezca que nos puede costar recorrerlos.
En el evangelio Jesús dará gracia al Padre porque se revela a los pequeños y a los sencillos. Es como tenemos que hacernos nosotros. ‘Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor’. Mientras nos creamos los entendidos no llegaremos a descubrir los designios de Dios para nuestra vida. Tenemos que descalzarnos de muchas cosas. Si lo hacemos podremos escuchar también al Señor que nos dice: ‘Yo estoy contigo’.


martes, 14 de julio de 2015

No seamos ciegos y sordos para ver y escuchar las señales de la presencia de Dios y actuemos con un nuevo sentido en la vida


No seamos ciegos y sordos para ver y escuchar las señales de la presencia de Dios y actuemos con un nuevo sentido en la vida

Éxodo 2,1-15; Sal 68; Mateo 11,20-24
Nos cuesta ver las señales de Dios en nuestra vida. Nos hacemos ciegos y sordos para ver y escuchar las señales y las llamadas Dios. Luego nos quejamos de que Dios no nos escucha ni atiende a lo que le pedimos, pero es que algunas veces parece que lo que queremos es que Dios obedezca nuestras ordenes, nuestras peticiones nos pudiera parecer que son ordenes que le damos a Dios para que El haga lo que nosotros queremos.
Queremos ver las señales pero a nuestro gusto, pero tenemos que abrir bien los ojos de nuestra fe para descubrir lo que son los designios de Dios en cada momento. Quizá nosotros queremos que nuestra vida marche en un sentido, pero Dios nos está pidiendo otras cosas. Muchas veces nos sucede así y no terminamos de descubrir cómo se manifiesta ese amor de Dios en nuestra vida. Siempre hemos de tener la seguridad de que Dios nos ama, somos los amados de Dios.
En nuestros apuros y necesidades acudimos al Señor para que nos atienda en aquello que necesitamos, el Señor nos escucha y su respuesta, aunque nos parezca que no nos concede aquello que le pedimos, va quizá a abrirnos caminos nuevos en nuestra vida. Nos hace falta constancia en nuestra oración, pero también espíritu de humildad para en silencio abrirnos a Dios, aun en medio de lo incomprensible, y terminar de descubrir lo que es el designio de Dios para nuestra vida. La respuesta pudiera tardarnos, pero hemos de tener esperanza y confianza en el designio amoroso de Dios para nuestra vida.
Hoy en el evangelio vemos que Jesús recrimina a las ciudades de Betsaida y Corozaín, pueblos allí cercanos al lago de Tiberíades donde Jesús estaba realizando su labor y que podían haber sido testigos de muchos milagros, de muchos signos que Jesús realizaba y escuchado sus palabras, su predicación, pero que no terminaban de dar señales de conversión. Y lo mismo se queja de Cafarnaún que se había convertido como en el centro desde el que Jesús luego partía hacia las otras aldeas, los otros lugares.
Cuantas cosas buenas se realizan en nuestro entorno, cuántas señales nos está poniendo Dios de su presencia. Hemos de aprender a descubrir eso bueno que hay en los demás, hemos de aprender a leer los acontecimientos que suceden en nuestro entorno para sacar la lección, para descubrir lo que Dios nos va pidiendo, nos va diciendo y que todo eso nos valga para mejorar nuestra vida, para unas nuevas actitudes, para una nueva manera de actuar. Quizá Dios nos está pidiendo que intervengamos en esos asuntos, en esos acontecimientos, que pongamos también nuestro esfuerzo, nuestro granito de arena para ir haciendo que nuestro mundo sea mejor.
No nos hagamos oídos sordos a las llamadas del Señor.

lunes, 13 de julio de 2015

Dios es el único Señor de nuestra vida y nada tiene que apartarnos de ese amor de Dios viviendo en su Reino

Dios es el único Señor de nuestra vida y nada tiene que apartarnos de ese amor de Dios viviendo en su Reino

Éxodo 1,8-14.22; Sal 123; Mateo 10, 34-11,1
El evangelio no lo podemos leer ni considerar en sus partes por separado como si unos pasajes no estuvieran en relación con los otros o nos pudieran decir cosas contrarias a las que se nos dicen en otro lugar. Hemos de mirarlo siempre en su conjunto, porque en fin de cuentas es el anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios que Jesús nos anuncia e instaura en nuestro mundo.
Las palabras que hoy escuchamos pudieran en una primera lectura parecernos fuertes y exigentes, pero si consideramos que lo que Jesús nos anuncia es el Reino de Dios y cómo hemos de vivirlo lo podremos entender en toda su profundidad. Creer en la Buena Noticia del Reino de Dios que llega es la primera invitación de Jesús. Si aceptamos el Reino de Dios o lo que es lo mismo que Dios es el único Rey y Señor de nuestra vida, todo lo que quisiéramos poner en su lugar estaría alejándonos del Reino de Dios. Nada ni nadie puede ocupar en nuestra vida el lugar de Dios, sabiendo por otra parte que cuando reconocemos que Dios es el único Señor de nuestra existencia todas esas realidades de nuestra vida las vamos a vivir con una plenitud mejor.
Cuando hoy Jesús nos dice que quien prefiere a su padre o a su madre, a su hijo o a su hija antes que Dios no es digno de El, no significa que no tengamos que amar a nuestro padre o nuestra madre, nuestro hijo o nuestra hija, sino que Dios está por encima de todo y desde ese amor de Dios es como vamos a amar a nuestro padre o madre, o hijo o hija. Claro que si alguno de ellos se opone a ese amor que le tenemos a Dios por encima de todas las cosas, es cuando tenemos que hacer la opción.
No es fácil muchas veces ese camino del Reino de Dios. Tendrá sus exigencias para nuestra manera de vivir o de ver las cosas, por eso no hemos de temer la cruz del sacrificio y de la renuncia; por eso no hemos de temer dar la vida por la causa del Reino de Dios porque es como vamos realmente a alcanzarla en plenitud.
Eso hará que muchas veces podamos encontrarnos turbados en nuestro corazón; surge la duda, la incertidumbre, nos puede faltar esa paz y esa serenidad interior. Por eso nos dice Jesús que viene a traernos guerra; es esa lucha interior que hemos de mantener en ese camino de fidelidad que queremos vivir; será quizá esos encontronazos que podamos tener con los que están cercanos a nosotros cuando se oponen a que sigamos nuestro camino de fidelidad al Reino de Dios que queremos vivir. Es de lo que nos habla Jesús hoy.
Pero nos dirá también que lo mínimo que podamos hacer no se quedará sin recompensa. No es que busquemos recompensas terrenas o humanas, sino que alcanzaremos ese premio de la paz que el Señor nos dará en su plenitud. Y lo mismo a aquellos que nos acojan y acepten en ese camino de fidelidad que queremos vivir.
‘El que pierda su vida por mi y por el Reino de Dios, la encontrará’. Es la plenitud de vida a la que aspiramos y que solo vamos a encontrar en los caminos del Señor, en los caminos del evangelio.

domingo, 12 de julio de 2015

Elegidos y enviados solo con sandalias en nuestros pies y un bastón en nuestra mano pero con el corazón ardiente de amor para ser profetas en medio de nuestro mundo

Elegidos y enviados solo con sandalias en nuestros pies y un bastón en nuestra mano pero con el corazón ardiente de amor para ser profetas en medio de nuestro mundo

Amós 7, 12-15; Sal. 84; Efesios 1, 3-14; Marcos 6, 7-13
‘Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá, come allí tu pan y profetiza allí’, le dice el sacerdote del santuario de Dios a Amós. ‘No soy profeta ni hijo de profetas - no soy profeta de profesión - solo soy un pastor y cultivador de higos’. Pero el Señor le había llamado. Allí tenía que profetizar denunciando aquel mundo de corrupción en que vivía el reino de Israel, donde los ricos banqueteaban y se acostaban en camas de marfil mientras los pobres no tienen nada que comer. Y el profeta habla claro; molestan sus palabras y el sacerdote de Betel le llama visionario y que se marche a su tierra.
Pastores y cultivadores de higos quizá necesitamos también que nos digan palabras proféticas; no los profesionales de las visiones, sino quienes tengan en verdad la visión de Dios en su corazón y sean capaces de decirnos palabras valientes de denuncia para recordarnos lo que de verdad Dios quiere de nosotros. Nos pueden resultar duras e incomodas, como le resultaban las palabras de Amós al sacerdote del santuario de Dios. También podemos sentir la tentación de llamar visionarios a los que nos hablen claros y querremos hacerlos callar porque nos molesten sus palabras.
Pero hay una cosa que no hemos de olvidar. Esta Palabra que en este domingo se nos proclama en el nombre del Señor nos está recordando a los que seguimos a Jesús que hemos de ser esos profetas, que escuchemos en nuestro corazón esa Palabra de Dios pero que la proclamemos con valentía en medio del mundo en el que vivimos. No son solo los que podríamos llamar los profesionales de las cosas de Dios los que tienen que anunciar esta palabra valiente al mundo. Desde nuestra unión con Cristo en el Bautismo cada uno de los cristianos - y no hace falta que sean solo los consagrados, los sacerdotes o los religiosos - hemos sido ungidos para ser con Cristo sacerdotes, profetas y reyes.
Hoy en el evangelio, es cierto, escuchamos la llamada especial que Jesús hizo a Doce de entre sus discípulos para que sean los apóstoles enviados en su nombre a hacer el anuncio del Reino. Pero creo que hemos de saber entender que esa llamada y ese envío de Jesús nos afectan a todos los que creemos en su nombre. A todos nos pone en camino Jesús.
Somos los enviados en nombre de Jesús con unas sandalias en nuestros pies y con un bastón en la mano. No nos pide Jesús que llevemos nada más sino el mensaje. Un mensaje que no es nuestro ni que vamos a hacer en nuestro nombre o con nuestro poder. Por eso nos pone así en camino, con un par de sandalias y un bastón en la mano. Somos los enviados que itinerantes hemos de ir a nuestro mundo; no podemos pararnos ni detenernos de ninguna manera ni en otra cosa hemos de apoyarnos sino es en el nombre de Jesús.
Enviados a los pobres y a los que sufren, a los que están atormentados en su espíritu y a los que nada tienen, a los que están atenazados con el dolor de tantas cosas que queman el alma pero que hacen también sufrir el cuerpo y a los que andan extraviados como ovejas sin pastor; por eso no podemos quedarnos encerrados en nosotros ni en los nuestros sino que siempre hemos de estar en camino de búsqueda de todo el que sufre; no podemos ir haciendo ostentación de nuestras cosas ni nuestros poderes sino con la pobreza de unas sandalias y de un bastón porque quien en verdad hará llegar la salvación a todos es el Señor y para su gloria nosotros nos sentimos sus instrumentos.
La tarea es inmensa porque el anuncio de ese mundo nuevo ha de hacerse a todos para que todos se puedan sentir invitados a volver sus corazones a Dios; pero además a cuantos están atenazados por el maligno nosotros hemos de llevarles la liberación de quien venía a traer la libertad a todos los oprimidos y para eso derramó su sangre en la cruz para poner paz en todos los corazones y derribar los muros de odio que nos separaban; a cuantos llevan la cruz del sufrimiento sobre sus cuerpos o su espíritu nosotros hemos de ungirlos con el óleo de la alegría que nos trae la salud y la salvación. ¡Cuánto tenemos que hacer y de lo que no podemos escaquearnos!
Nuestra tarea tiene que convertirse en gesto profético que grite ante el mundo que nos rodea que no podemos permitir que el mal, la injusticia, la mentira, el odio y todos esos males sigan imperando en nuestro mundo, sino que todos hemos de comprometernos a hacer un mundo nuevo y mejor. Nosotros lo llamamos Reino de Dios, porque queremos que Dios sea en verdad el centro de todos los corazones y de toda la historia porque es el que nos trae la verdadera libertad y nos enseña los verdaderos caminos que nos pueden llevar a ese mundo mejor.
Cultivadores de higos o pastores como aquel profeta del antiguo testamento o pescadores como la mayoría de los apóstoles escogidos por Jesús, cada uno desde nuestro lugar, desde nuestra profesión, desde nuestros trabajos y las responsabilidades que desempeñemos en la vida en medio de nuestra sociedad, porque somos creyentes en Jesús, porque somos sus seguidores y elegidos hemos de ser esos profetas en medio de nuestro mundo. Y claro que no será una tarea que hagamos solos o por nuestra cuenta, porque hemos sido enviados de dos en dos con todas sus consecuencias.
Hace falta cristianos valientes en nuestra sociedad, en todos los ámbitos en que desarrollemos nuestra vida, que proféticamente anunciemos con nuestra vida y nuestro compromiso esa palabra buena que en nombre de Jesús podemos decir para la salvación de nuestro mundo, para hacer que nuestro mundo sea en verdad mejor y vaya desapareciendo tanto mal y tanto sufrimiento que nos causamos los unos a los otros. Podrán querer hacernos callar y llamarnos visionarios, pero hemos de tener muy claro que somos profetas porque el Señor así nos ha elegido y nos ha enviado. Con fidelidad hemos de realizar nuestra misión.
Es el compromiso al que el Señor nos llama y nos envía con unas sandalias en nuestros pies, un bastón en nuestra mano, pero con el fuego del amor en el corazón.