El escapulario de la Virgen siempre con nosotros y colocado muy cerca del corazón, nos hace llevar a María cerca de nuestro corazón para vestirnos de su santidad
‘Haced lo que El os
diga’, nos está
diciendo María continuamente cuando en nuestra devoción acudimos a ella.
Recordamos que esas palabras fueron las que dijo a los sirvientes de las bodas
de Caná. Pero son las que en nuestra devoción hemos de escuchar de labios de la
Virgen. Todo en la devoción que le tengamos a nuestra Madre siempre ha de
llevarnos a Jesús.
Hoy estamos celebrando a la Virgen del Carmen, o Virgen
del Monte Carmelo como es su titularidad litúrgica más propia. Devoción a la
Virgen que nació en el Monte Carmelo de tantas resonancias bíblicas. Allí se
había refugiado el profeta Elías en su lucha contra los falsos profetas de los
baales. Allí en la época de las Cruzadas para liberar la Tierra Santa del
dominio de los árabes se encontraron y se refugiaron en una vida llena de
ascetismo muchos de aquellos que hasta aquellos lugares habían ido como
guerreros pero que al contacto con la tierra de Jesús se sintieron motivados a
no alejarse nunca de aquella tierra santa.
Pronto la imagen de la Virgen entronizada en aquel
monte fue venerada no solo por aquellos ermitaños, en cierto modo origen de la Orden
del Carmelo, sino que se fue extendiendo por todas partes. Es la Virgen la que
milagrosamente se manifiesta a quienes se habían congregado en torno a esa
Imagen bendita y entrega el escapulario que iba a ser vestido y distintivo de
la orden del Carmelo y que luego vestirían también los devotos de la Virgen del
Monte Carmelo.
Llevar, pues, el escapulario de la Virgen es como
vestirnos de María. Pero no ha de ser un objeto piadoso que llevemos solo
externamente, sino que ha de significar cómo nuestra vida ha de estar toda
impregnada de las virtudes de María Santísima. Muchas cosas se han escrito y se
dicen de que quien lleve siempre el escapulario del Carmen tiene asegurada su
salvación. Pero no lo miremos cómo algo mágico que simplemente se produzca sin
más que por llevar el escapulario; lo convertiríamos en un amuleto.
El escapulario de la Virgen siempre con nosotros, y
además colocado muy cerca del corazón, nos recuerda a María, nos hace llevar a
María cerca de nuestro corazón y eso nos ha de recordar entonces la vida buena,
la vida santa que hemos de tener los que amamos a María y queremos vestirnos de
ella. María nos alcanza la gracia del Señor que nos fortalece, y nosotros
ponemos en ese recuerdo permanente de María junto a nosotros ese esfuerzo por
luchar por ser cada día mejores, por apartarnos de los malos caminos, de ser
fuertes en toda tentación y peligro. Así María nos ayuda, nos previene, nos
fortalece con la gracia del Señor.
Que sea autentica la devoción que le tengamos a la
Virgen. Que no se nos quede en unos ‘vivas’ y unas fiestas que decimos que
hacemos en su honor, sino que vistámonos de María, copiemos en nosotros su vida
santa y así tenemos asegurada con la gracia del Señor esa salvación.
Como decimos en la oración de este día, que los que
veneramos a la Virgen en su advocación del monte Carmelo con su intercesión
podamos llegar a Cristo, monte de nuestra salvación.
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