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sábado, 18 de julio de 2015

Una vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos si sabemos hacer de ella una ofrenda de amor

Una vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos si sabemos hacer de ella una ofrenda de amor

Éxodo 12, 37-42; Sal 135; Mateo 12, 14-21
Hay personas que viven una vida oscura y silenciosa que nos pudiera parecer imperceptible o quizá infructuosa. Pero muchas veces las cosas realizadas en silencio, aunque vivimos en un mundo de prontas eficacias porque todo lo queremos de inmediato, sin embargo a la larga pueden ser mucho más fructuosas y enriquecedoras no solo para la persona en si misma sino también para los demás. En silencio y oculta está la semilla plantada bajo tierra, pero es allí donde germina y de donde nacerá una planta nueva prometedora de grandes frutos.
Escuchando el evangelio en ocasiones le hemos oído decir a Jesús que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha frente a aquel mundo de apariencias y vanidades que se habían creado los fariseos. Es cierto que también nos dirá que vean los hombres vuestras buenas obras para que den gloria al Padre del cielo. Pero nos habla muchas veces del Reino de Dios como la semilla, muchas veces pequeña e insignificante que es sembrada para que llegue un día a dar fruto.
En el evangelio de hoy se nos habla de cómo los fariseos comenzaron a atentar contra El buscando la forma de cómo acabar con El. Y Jesús se retira y cuando curaba a la gente les decía que nadie se enterase. Como diría en otro momento aun no había llegado su hora. Pero estas circunstancias que está viviendo Jesús le hace recordar al evangelista lo anunciado por el profeta acerca del siervo de Yahvé. ‘Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones’.
El siervo de Yahvé que como cordero será llevado al matadero; el siervo de Yahvé que calladamente seguirá haciendo su obra, ‘no porfiará, no gritará, no voceará por las calles’, pero ahí está su Palabra silenciosa que será como un grito en la conciencia de los hombres, que será como el grano de trigo que ha de morir para que dé vida. De ello nos hablará Jesús y esa es su vida, su entrega, su amor hasta el final. Y en lo que parecía un fracaso hay una victoria y un triunfo porque nos llega la salvación.
Será esa vida silenciosa, quizá oscura, aparentemente imperceptible, pero que es capaz de dar sus frutos. Muchas veces quizá tengamos que pasar por momentos así, según las circunstancias de la vida, pero hemos de aprender a ser esa semilla enterrada para que dé fruto. Tenemos que quizá morir, desaparecer, pero la luz siempre brillará, la vida permanecerá, la ofrenda de amor que hagamos de nuestra vida será valiosa, porque así nos estamos uniendo profundamente al Señor en su propia ofrenda de la Cruz. Y sabemos que tras la cruz hay vida y resurrección.

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