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sábado, 20 de mayo de 2017

Con el testimonio de las cosas buenas que hacemos iremos mejorando nuestro mundo y podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque no nos quieran aceptar

Con el testimonio de las cosas buenas que hacemos iremos mejorando nuestro mundo y podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque no nos quieran aceptar

Hechos 16, 1-10; Sal 99; Juan 15, 18-21
Con que facilidad se le ríe la gracia a aquellos que nos adulan o nos hacen el gusto. Por una parte nos encontramos con gente que pretende ser dirigente de la sociedad y no hacen sino prometer demagógicamente aquello que halaga a la gente, les parece que contentan a la mayoría con sus promesas de realizar todo aquello que parece hacer fácil la vida de la gente porque quitan quizás todo lo que pueda limitar la consecución de sus deseos mas primarios, aunque no sea lo que realmente haga a la gente mejor o realce mas positivamente su dignidad.
Por otro lado aquellos que nos planteen las exigencias de la consecución de unos verdaderos valores, o trabajar seriamente por superarnos para conseguir ese verdadero crecimiento humano, los rehuimos o los rechazamos, no serán personajes de nuestra devoción – por decirlo con palabras suaves – o más bien nos alejaremos de ellos no queriendo que sean acompañantes de nuestro camino.
Eso lo apreciamos en muchos aspectos de la vida de nuestra sociedad hoy. Es algo así como aquello que dice el niño revoltoso que sus padres son malos porque no le dejan hacer lo que quieren sino que pretenden educarles en el esfuerzo y la superación, en la capacidad de sacrificio y en la responsabilidad. Es lo que sucede muchas veces cuando nos acostumbramos a que todo se nos de gratuitamente, todo lo consigamos fácil, y cuando por las circunstancias difíciles que se estén atravesando alguien nos pide que nos apretemos el cinturón, o que contribuyamos responsablemente por nuestra parte y entonces a quien nos plantee esas exigencias ya lo consideramos malo porque no nos da todo lo que nosotros quisiéramos derrochando quizás medios y posibilidades.
Aplaudimos, como decíamos, al que nos lo hace todo fácil sin que nosotros nos esforcemos, y rechazamos al que nos plantee exigencias de responsabilidad para que todos pongamos nuestra parte en ese crecimiento personal o de nuestra sociedad. En los diferentes aspectos de la vida social esto es algo que siempre ha sucedido.
Es de lo que nos habla Jesús hoy en el evangelio anunciándonos lo que nos puede pasar y recordándonos lo que a El le sucedió. Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia’.
Y nos recuerda Jesús que el discípulo no es mayor que su maestro. Ya en otro momento nos había hablado de las persecuciones que sufriríamos por su causa. En las Bienaventuranzas nos llamaba dichosos por soportar esas persecuciones, y en otro momento nos dirá que no nos faltara la fuerza del Espíritu que pondrá palabras en nuestros labios para la defensa y fuerza en nuestro corazón.
Son las contradicciones de la vida, como ya antes mencionábamos. Por ser fieles en nuestro seguimiento de Jesús, por manifestar nuestra vida de rectitud y bien hacer, por aquello bueno que hacemos que pueda resultar chocante para el mundo de superficialidad en que vivimos, porque por nuestro esfuerzo y deseos de superación vamos logrando ese crecimiento de nuestro espíritu y de nuestra persona, resultaremos quizás incómodos para los que nos rodean, y eso hará que quizás nos rechacen; pero eso no nos tiene que hacer dudar, tambalearnos, sino mantenernos firmes en nuestro camino y en nuestro testimonio.
Es así con el testimonio de esas cosas buenas como iremos mejorando nuestro mundo y como podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque muchas veces no nos quieran aceptar.



viernes, 19 de mayo de 2017

Nuestros criterios racionalistas para encontrar amigos u ofrecer la amistad y la medida del amor que Jesús nos ofrece que es no tener medidas


Nuestros criterios racionalistas para encontrar amigos u ofrecer la amistad y la medida del amor que Jesús nos ofrece que es no tener medidas

Hechos 15,22-31; Sal 56; Juan 15, 12-17
Normalmente en la vida vamos escogiendo a quien ofrecer nuestra confianza y nuestra amistad; gustos, circunstancias, experiencias vividas juntos, encuentros quizás fortuitos pero que hicieron quizás mella en nosotros, una cierta atracción según le vemos como es descubriendo cosas en las que sintonizamos, cosas comunes que hayamos vivido en la vida, nuestro lugar de origen o las familias de las que procedemos, pueden ser algunos criterios que vayamos teniendo a la hora de escoger nuestros amigos.
Quizás pueda producir impacto en nosotros el hecho de que alguien nos ofrezca incondicionalmente su amistad sin que aparentemente nos conozca o nosotros le conozcamos; sentirse elegido y si además percibimos que quien nos elige, por la razón que sea, nosotros lo consideramos un personaje importante puede producir un buen impacto en nosotros que nos haga plantearnos que amigos escogemos o por que los escogemos. Criterios humanos, muy reales y que de alguna manera marcan nuestras relaciones, nuestro trato común con los que nos rodean.
Con lo que nos dice Jesús en el evangelio se nos rompen todos esos esquemas. Nuestro amor y nuestra amistad no pueden estar regidos por unos límites que escojan y discriminen. La medida del amor, los presupuestos de la amistad son otros. Ya no podemos ir desde simpatías o sintonías, desde lo bueno que nos pueda parecer o desde lo que nos hayan hecho en un sentido o en otro, desde unas cercanías geográficas o familiares ni solo desde las experiencias vividas en común. Bueno, tendríamos que decirlo de otra manera, como lo decía san Agustín. ‘La medida del amor es que no tiene medida’.
Y mira por donde Jesús no nos llama siervos, sino amigos. Y nos dice que es El quien nos ha escogido. Nosotros que creíamos que éramos nosotros los que habíamos hecho la elección porque habíamos visto como su vida nos convencían. Fue El quien nos eligió y nos dice que somos su amigos. ‘No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure…’ nos dice. Pero antes ya nos había dicho ‘Vosotros sois mis amigos… Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’.
Entramos en un camino nuevo en el que lo que tiene que predominar sobre todo es el amor. Claro que no será un amor cualquiera. En su medida, que como nos decía san Agustín, no tiene medida, porque El nos ha dicho que ‘Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos’.
No es cualquier cosa lo que nos esta pidiendo Jesús. Un amor a su medida, un amor que se entrega hasta el final, y ese será su mandamiento, el estilo y valor de nuestra vida. ‘Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado’.
Y esto tenemos que traducirlo al día a día de nuestra vida, a nuestro encuentro con los demás, al ofrecimiento de nuestro amor y nuestra amistad. En cuantos detalles se ha de manifestar, en cuantos gestos tenemos que traducirlo, en cuantas obras que hemos de realizar porque ya no cabe la omisión ni el desentendernos de los demás. Es algo nuevo lo que tenemos que vivir. Que el Espíritu del Señor nos ilumine para que encontremos ese camino del verdadero amor.

jueves, 18 de mayo de 2017

Vivamos la cadena del amor que nos conduce por caminos de alegría y felicidad, por caminos de plenitud

Vivamos la cadena del amor que nos conduce por caminos de alegría y felicidad, por caminos de plenitud

Hechos 15, 7-21; Sal 95; Juan 15, 9-11
Una cadena de amor que nos conduce por caminos de alegría y felicidad, por caminos de plenitud. Y es que el amor siempre nos lleva al amor, nos lleva a responder con amor, nos lleva a repartir amor. El amor nos llena de dicha; es un gozo sentirnos amados; pero es un gozo sentirse uno con capacidad para amar, ser capaz de repartir amor.
Es una cadena hermosa que tendríamos que cuidar de no romper nunca. Ahora que nos llegan por las redes sociales tantas cadenas que nos dicen que no rompamos porque nos caerían no se cuantas desgracias. Yo no creo en esas cadenas que mas bien nos atan a sueños improbables que nos dicen que vamos a conseguir no se cuantas cosas sin el mas mínimo esfuerzo por nuestra parte; pero en la cadena del amor que vayamos construyendo en la vida porque sintamos y reconozcamos el amor que nos tiene alguien y nosotros intentemos amar de la misma manera si creo.
Y esa si hemos de esforzarnos en construirla, porque es la que nos va a hacer grandes, porque nos va a hacer que seamos capaces de sacar todo lo bueno que hay en nosotros para desarrollarlo y no ya para riqueza para nosotros mismos, sino por el bien que le hacemos a los otros. Porque amamos no por el interés del bien que recibimos sino por el bien que hacemos al que amamos, y por eso nos damos, nos vaciamos de nosotros mismos en ese amor para llenar a los demás.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio: ‘Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor…’ Y es que para nosotros, los que creemos en Jesús y queremos seguirle, es de ahí de donde arranca esa cadena de amor. Es el amor que nos inunda primero a nosotros y del que llenos e inundados queremos compartir con los demás.
Es la raíz y fuente de nuestro amor; es la fuerza con que nosotros nos sentimos capacitados para amar. Si no fuera así, nos podrían vencer las dificultades que vamos encontrando en la vida para vivir ese amor. Nos sentimos tentados muchas veces por las limitaciones y condicionamientos que encontramos; nos cuesta vivir un amor generoso y universal y tenemos el peligro de comenzar a hacer distinciones de a quien amamos y a quien no, quien se merece nuestro amor y quien no se lo merece. Estaríamos rompiendo esa cadena, porque para comenzar somos nosotros los que no somos dignos del amor que Dios nos tiene.
Así nos continua diciendo Jesús: ‘Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor’. Es así como vamos manifestando ese amor, como vamos regalando ese amor, en ese respeto, en ese buen trato, en esa lealtad y sinceridad con que vivimos nuestras relaciones con los demás, en ese bien que siempre deseamos para los otros y por lo que luchamos, en esa rectitud y dignidad con que vivimos nuestra vida. Eso es lo que nos piden los mandamientos del señor. No los miremos como meras prohibiciones de lo que no podemos hacer, sino como una plantilla de dignidad para nosotros y para los demás.
Por eso nos dice que ese amor nos lleva a la plenitud, nos llena de dicha y de felicidad, ‘vuestra alegría llegue a la plenitud’. Vivamos, pues, ese amor que verdaderamente nos hace felices.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Cultivemos nuestra vida cristiana y nuestra espiritualidad con el mimo con el que el agricultor cuida su viña para que de buenos frutos

Cultivemos nuestra vida cristiana y nuestra espiritualidad con el mimo con el que el agricultor cuida su viña para que de buenos frutos

Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Sal 121; Juan 15, 1-8
Cada mañana o cada tarde en mis habituales paseos diarios tengo la suerte de disfrutar pasando junto a una pequeña finca que esta plantada con viñas y frutales. Es una delicia pasar junto a ella sobre todo en esta época primaveral donde cada día se ve brotando con fuerza todo lo que en ella esta plantado. Ahora las viñas están en toda su frondosidad y colorido haciendo que sus ramas incluso se vuelquen sobre el propio camino. Ahí vemos surgir toda la fecundidad de la vida. Es triste cuando al pasar ve uno algunas de sus ramas o sarmientos que han sido desgajados y comienzan a secarse sus hojas sobre el resto de la planta en plena fluoración. Serán unos sarmientos que se han desgajado de la cepa y no podrán fruto.
Es la imagen que se ha revivido en mi mente al escuchar el pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece en la liturgia. Nos habla de la vid y de sus frutos; nos habla de los sarmientos unidos a la vid, a la cepa para que puedan dar frutos; nos habla de la poda a su tiempo, no fuera de lugar, para que la planta pueda resurgir tras el invierno con fuerza y dar buenos frutos; nos habla de los sarmientos que se secan y no valen sino para echarlos al fuego. Nos habla en fin de cuentas de que tenemos que estar unidos a Jesús como los sarmientos a la vida porque sin El no podremos dar fruto.
Las imágenes tienen fuerza en si mismas y nos hablan con pocas palabras pero diciéndonos cosas muy importantes. Nos están hablando de esa necesidad de que vivamos unidos a Cristo porque sin El nada somos y no podremos dar frutos de vida eterna. Es algo en lo que podemos fallar fácilmente, porque nos creemos fuertes, porque creemos que ya sabemos lo que tenemos que hacer, que tenemos fuerzas por nosotros mismos, y abandonamos nuestro cultivo espiritual, abandonamos la oración, dejamos de vivir con intensidad la vida sacramental y pronto decaemos, pronto nos enfriamos, pronto caemos por la pendiente resbaladiza de la superficialidad y viene la tibieza espiritual, y al final nos sentimos como desgajados de lo que tiene que ser en verdad nuestra vida cristiana.
Pero nos están hablando de todo lo que es un programa de ascesis en nuestra vida cristiana. De cuantas cosas tenemos que purificarnos, cuantas cosas inservibles tenemos que arrancar, podar de nuestra vida. Es esa purificación, ese revisarnos, ese plantearnos una y otra vez lo que son nuestras metas y nuestros ideales para ver si lo estamos logrando, si de verdad vamos dando esos pasos que nos hagan crecer en nuestro espíritu, en nuestra espiritualidad cristiana.
A muchas consideraciones los llevan estas bellas imágenes que se nos ofrecen hoy en el evangelio. Yo veo cada día al paso de la finca de la que antes hablaba al agricultor, al viñador cuidando, atendiendo su finca, regando o abonando, poniendo las cosas en su orden o limpiando de las malas hierbas que dañen los frutos, prestando atención a los calores fuertes o a los vientos que pudieran estropear su cosecha. No se descuida, no abandona su finca, esta atento cuidándola para obtener los frutos deseados.
¿Seremos así nosotros en nuestra vida espiritual? ¿Cultivamos nuestra fe y nuestro amor para que se manifiesten luego en los verdaderos frutos de una vida cristiana?

martes, 16 de mayo de 2017

Jesús vino a traernos la reconciliación y la paz y viene a enseñarnos además el sentido de un nuevo vivir desde el amor que nos conduce a la paz

Jesús vino a traernos la reconciliación y la paz y viene a enseñarnos además el sentido de un nuevo vivir desde el amor que nos conduce a la paz

Hechos de los apóstoles 14, 19-28; Sal 144; Juan 14, 27-31a
¿Cuál es nuestra paz? ¿Cuál es la paz que nosotros anhelamos, por la que luchamos? Claro que cada uno la podemos entender a nuestra manera o también desde las circunstancias concretas que vivamos en nuestra vida.
¿Queremos vivir en paz? Que no haya conflictos, y pensamos en nuestra cercanía, en la familia, en aquellas personas con las que convivimos cada día. Y queremos evitar todo tipo de violencias, desacuerdos, enfrentamientos. Pero hay quien piensa en la paz como en un orden impuesto y preestablecido con normas y leyes que haya que imponer y cumplir. O están los que quieren estar como a la defensiva y buscaran recursos, buscaran medios con los que de alguna manera pensamos que vamos a preservar esa paz. Y así podemos pensar en muchas cosas, en muchas maneras de cómo buscamos esa paz, como la conseguimos o la imponemos. Pero ¿así solamente tenemos paz? ¿No será necesario algo más o algo distinto?
Hoy Jesús en el evangelio nos dice que nos da la paz, que nos da su paz. ¿Cómo hemos de entenderlo? ¿Cómo es o en que consiste esa paz que Jesús quiere darnos?
Bien sabemos que El vino a traernos la reconciliación y la paz. El viene a enseñarnos además el sentido de un nuevo vivir que si de verdad optáramos por lo que el nos dice seguro que lograríamos la paz mas hermosa que podamos conseguir. El viene a establecer, que no a imponer, un nuevo estilo y sentido de relación de los unos con los otros donde lo que predomine sea el amor, el encuentro, el dialogo, la aceptación mutua, la valoración de los demás y de lo que hacen, el ofrecimiento sincero de lo que somos para enriquecernos mutuamente. ¿No será ese el camino de la paz verdadera?
‘La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde’. Primero que nada tenemos que entender el sentido nuevo de la paz que Jesús nos ofrece. ‘No os la doy como la da el mundo’. Nos enseña un nuevo sentir, una nueva forma de concebir la paz que la hace mas hondo, mas viva, mas autentica. Quiere Jesús que sintamos esa paz en lo mas hondo de nosotros mismos. No es una paz externa ni impuesta, no es una paz superficial o de apariencias, es una paz que tenemos que sentir en lo mas hondo de nosotros y desde ahí contagiemos a los demás.
Es una paz en la que desaparecen los miedos y no tienen lugar las cobardías. Es una paz en la que nos sentimos seguros, pero que nos da valentía para hacer por los demás, para comprometernos por los otros, por hacer que nuestro mundo sea mejor. Una paz que podremos ir logrando con la gracia y la fuerza de Jesús. Para eso El nos da su Espíritu, su fuerza, su gracia.

lunes, 15 de mayo de 2017

Cuando amamos de verdad habrá humildad y sencillez en nuestro corazón para guardar sus mandamientos y Dios se nos revelara y habitara en nosotros

Cuando amamos de verdad habrá humildad y sencillez en nuestro corazón para guardar sus mandamientos y Dios se nos revelara y habitara en nosotros

Hechos 14,15-18; Sal 113; Juan 14, 21-26
Amar no es cuestión solo de palabras bonitas, de romanticismo o de poesía. Es cierto que a quien amamos queremos dedicarle las palabras más bellas, que en ocasiones expresamos nuestro amor con gestos llenos de romanticismo, y cuando hay amor se crea una ternura en el corazón de manera que nuestras palabras se hacen poesía.
Pero no podemos expresar con autenticidad todos esos gestos y detalles de amor si al mismo tiempo herimos al que amamos, le contrariamos con actos llenos de injusticia y de maldad. Nuestro amor para que sea autentico tiene que ir acompañado de cosas mas hondas, de actitudes y de acciones que manifiesten que es verdadero nuestro amor. Ni las palabras llenas de poesía serian autenticas ni los gestos románticos expresarían lo que de verdad llevamos en el corazón.
Nos vale esto que estamos diciendo para todo lo que decimos que es amor en nuestra vida; en el amor de nuestras relaciones humanas, ya sea en el ámbito familiar – amor de los esposos, amor paternal, amor filial, amor fraternal… - ya sea en todo lo que es relación con los otros en los hermosos lazos de la amistad o en el amor hecho respeto, aceptación y valoración con todos aquellos que nos relaciones, o vivimos bajo el mismo cielo o firmamento.
¿Qué decir de nuestra relación con Dios y el amor que le hemos de tener desde el precepto del primer mandamiento de amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo nuestro ser, como también decimos, amarle sobre todas las cosas? Ya sabemos que cuando examinamos nuestra conciencia y tenemos como pauta los mandamientos de la ley de Dios quizás en el mandamiento que menos nos detengamos a examinarnos es en el primer mandamiento porque damos por hecho que nosotros amamos a Dios. ¿Pero será eso cierto?
Hoy nos dice algo hermoso Jesús en este sentido. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él’. Amamos y estamos en camino de conocer a Dios. Ya en otro momento nos había manifestado Jesús que Dios se revela a los que son humildes y sencillos. Claro, cuando amamos de verdad no puede haber sino humildad y sencillez en nuestro corazón.
Como nos dice Jesús aceptamos sus mandamientos, y aceptarlos es guardarlos, cumplirlos y eso es amar, y ahí se manifiesta nuestra humildad, la sencillez que adorna nuestra vida. Quien no guarda los mandamientos no puede decir que ama a Dios. El amor a Dios no es cosa de solas palabras, como veníamos reflexionando. Ya nos lo dirá muy radicalmente Santiago en su carta, seria un mentiroso. Pero aquí viene loo hermoso, porque amamos Dios nos regala especialmente con su amor y se nos manifiesta, se nos revela. Pero más aun terminara diciéndonos que morara en nosotros. ‘Vendremos y haremos nuestra morada en el’.
Nos da para meditar mucho este texto del evangelio de hoy, aunque ahora nos quedemos en estos primeros pensamientos. Quedan muchas cosas en las que reflexionar. Nos hará luego un hermoso anuncio Jesús que nos ayudara a completar esta reflexión en las palabras de Jesús. Nos dará su Espíritu, que será el que nos lo enseñe todo y nos ira recordando todas las palabras de Jesús. Un primer anuncio del don del Espíritu que ya nos ira apareciendo poco a poco en la Palabra proclamada cada día y que nos ira preparando para la ya próxima celebración de Pentecostés.

domingo, 14 de mayo de 2017

Jesús en el evangelio nos revela el misterio de su ser, pero al mismo tiempo nos esta abriendo un camino que nos lleva a la plenitud de Dios

Jesús en el evangelio nos revela el misterio de su ser, pero al mismo tiempo nos esta abriendo un camino que nos lleva a la plenitud de Dios

Hechos 6,1-7; Sal 32; 1Pedro 2,4-9; Juan 14,1-12
¿Os habéis fijado en cuantos salvadores nos están saliendo cada día, parece que desde debajo de las piedras, que vienen ofreciéndonos con sus soluciones la salvación de la humanidad? Es cierto que se viven momentos tormentosos en el mundo de hoy; crisis de todo tipo que no son solo los problemas económicos que afectan a la vida de tantos, que ponen en peligro la estabilidad social, que provocan reacciones de todo tipo que se pueden convertir en revoluciones violentas, y nos van apareciendo por aquí y por allá como Mesías salvadores tantos que con sus soluciones  como si fueran recetas absolutas resolverían todos los problemas de la humanidad de una forma radical.
Olvidamos que nadie tiene recetas absolutas sino que lo que tendríamos que hacer es ser capaces de entendernos y que solo cuando seamos capaces de recoger lo mejor de cada uno es cuando comenzaríamos a ver un camino de salida a los momentos difíciles que vivimos. No somos portadores de verdades absolutas que tratemos de imponer como solución a los problemas que vivimos. Bien sabemos – y tendríamos que aprender de la historia – que cuando actuamos desde esas imposiciones nos convertimos en dictadores que restamos la libertad de los demás y mancillamos sus derechos humanos.
Esto nos sucede en los caminos de la vida social. Claro que eso no es cosa solo de nuestros días sino que se repite a través de la historia. ¿Y que tendríamos que decir desde el ámbito de nuestra fe y en el camino de nuestra fe y religiosidad? Una cosa si podemos decir claramente desde nuestra fe en Jesús y desde lo que nos enseña en el evangelio. Dios quiere siempre el bien del hombre y esos derechos humanos tan cacareados en nuestra sociedad moderna ya nos los ha concedido Dios desde que nos creo y nos dio nuestra dignidad humana creándonos a imagen y semejanza de Dios.
Y como se nos ha recordado siempre en Cristo se nos revela el misterio y la grandeza del ser humano. Cristo es para nosotros la verdad del hombre. Y en Cristo si que encontramos el verdadero camino para la grandeza y la dignidad del hombre, de la persona humana. Cristo que nos ha venido no solo a redimir sino también a revelarnos en toda su plenitud el misterio de Dios es en esa revelación y en esa redención donde nos abre el camino para la mayor felicidad del hombre.
Cristo, se convierte así en la única verdad absoluta del hombre, porque es el único que nos puede llevar a la mayor plenitud. Y es que la plenitud, la grandeza y la dignidad de la persona humana no lo podemos alcanzar al margen de Dios, el Dios que nos ha creado y el Dios que en Cristo nos ha redimido cuando nosotros con nuestra maldad y nuestro pecado habíamos mancillado esa dignidad de la que Dios nos había dotado.
Jesús hoy en el evangelio nos esta revelando el misterio de su ser, pero al mismo tiempo nos esta abriendo un camino que nos lleva a la plenitud de Dios. Quiere que estemos en El, que vivamos su vida, que vivamos en El. ‘Volvere y os llevare conmigo para que donde yo estoy, estéis también vosotros’, nos dice.
¿Qué tenemos que hacer? Su camino. Su camino que es su vida; su camino que es vivir su verdad, esa verdad que nos ha revelado nuestra grandeza. Es el único camino que nos lleva a esa plenitud de vida en Dios. ‘Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nos dice. Nadie va al padre sino por mi’.
Seguir su camino, vivir su vida es vivir como El vivió, es realizar las obras que El realizo. Ojala nos impregnáramos de su Espíritu, nos dejáramos conducir por su Espíritu. Nuestra vida y nuestro mundo serian distinto; lograríamos ser más felices y hacer más felices a los demás. Estaríamos construyendo un mundo mejor, de más justicia, mas autentico, sin tantas vanidades y falsedades, un mundo de solidaridad y de paz, un mundo donde viviríamos una fraternidad universal y autentica, un mundo donde iríamos desterrando tanto sufrimiento como nos angustia, un mundo mejor.
Y esa es nuestra tarea como seguidores de Jesús; en esto tenemos que empeñarnos y comprometernos sin falsos mesianismos, pero con la certeza de que tenemos una palabra decir, una mano que poner, un compromiso de vida del que no nos podemos escaquear. Hay algo que nos compromete desde lo mas hondo de nuestra vida, la fe que tenemos en Jesús como nuestro salvador y salvador del mundo. Es nuestro único salvador.