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sábado, 20 de mayo de 2017

Con el testimonio de las cosas buenas que hacemos iremos mejorando nuestro mundo y podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque no nos quieran aceptar

Con el testimonio de las cosas buenas que hacemos iremos mejorando nuestro mundo y podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque no nos quieran aceptar

Hechos 16, 1-10; Sal 99; Juan 15, 18-21
Con que facilidad se le ríe la gracia a aquellos que nos adulan o nos hacen el gusto. Por una parte nos encontramos con gente que pretende ser dirigente de la sociedad y no hacen sino prometer demagógicamente aquello que halaga a la gente, les parece que contentan a la mayoría con sus promesas de realizar todo aquello que parece hacer fácil la vida de la gente porque quitan quizás todo lo que pueda limitar la consecución de sus deseos mas primarios, aunque no sea lo que realmente haga a la gente mejor o realce mas positivamente su dignidad.
Por otro lado aquellos que nos planteen las exigencias de la consecución de unos verdaderos valores, o trabajar seriamente por superarnos para conseguir ese verdadero crecimiento humano, los rehuimos o los rechazamos, no serán personajes de nuestra devoción – por decirlo con palabras suaves – o más bien nos alejaremos de ellos no queriendo que sean acompañantes de nuestro camino.
Eso lo apreciamos en muchos aspectos de la vida de nuestra sociedad hoy. Es algo así como aquello que dice el niño revoltoso que sus padres son malos porque no le dejan hacer lo que quieren sino que pretenden educarles en el esfuerzo y la superación, en la capacidad de sacrificio y en la responsabilidad. Es lo que sucede muchas veces cuando nos acostumbramos a que todo se nos de gratuitamente, todo lo consigamos fácil, y cuando por las circunstancias difíciles que se estén atravesando alguien nos pide que nos apretemos el cinturón, o que contribuyamos responsablemente por nuestra parte y entonces a quien nos plantee esas exigencias ya lo consideramos malo porque no nos da todo lo que nosotros quisiéramos derrochando quizás medios y posibilidades.
Aplaudimos, como decíamos, al que nos lo hace todo fácil sin que nosotros nos esforcemos, y rechazamos al que nos plantee exigencias de responsabilidad para que todos pongamos nuestra parte en ese crecimiento personal o de nuestra sociedad. En los diferentes aspectos de la vida social esto es algo que siempre ha sucedido.
Es de lo que nos habla Jesús hoy en el evangelio anunciándonos lo que nos puede pasar y recordándonos lo que a El le sucedió. Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia’.
Y nos recuerda Jesús que el discípulo no es mayor que su maestro. Ya en otro momento nos había hablado de las persecuciones que sufriríamos por su causa. En las Bienaventuranzas nos llamaba dichosos por soportar esas persecuciones, y en otro momento nos dirá que no nos faltara la fuerza del Espíritu que pondrá palabras en nuestros labios para la defensa y fuerza en nuestro corazón.
Son las contradicciones de la vida, como ya antes mencionábamos. Por ser fieles en nuestro seguimiento de Jesús, por manifestar nuestra vida de rectitud y bien hacer, por aquello bueno que hacemos que pueda resultar chocante para el mundo de superficialidad en que vivimos, porque por nuestro esfuerzo y deseos de superación vamos logrando ese crecimiento de nuestro espíritu y de nuestra persona, resultaremos quizás incómodos para los que nos rodean, y eso hará que quizás nos rechacen; pero eso no nos tiene que hacer dudar, tambalearnos, sino mantenernos firmes en nuestro camino y en nuestro testimonio.
Es así con el testimonio de esas cosas buenas como iremos mejorando nuestro mundo y como podemos ser estimulo para cuando nos rodean aunque muchas veces no nos quieran aceptar.



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