Nuestros criterios racionalistas para encontrar amigos u ofrecer la amistad y la medida del amor que Jesús nos ofrece que es no tener medidas
Hechos
15,22-31; Sal 56; Juan 15, 12-17
Normalmente en la vida vamos escogiendo a quien ofrecer nuestra
confianza y nuestra amistad; gustos, circunstancias, experiencias vividas
juntos, encuentros quizás fortuitos pero que hicieron quizás mella en nosotros,
una cierta atracción según le vemos como es descubriendo cosas en las que
sintonizamos, cosas comunes que hayamos vivido en la vida, nuestro lugar de
origen o las familias de las que procedemos, pueden ser algunos criterios que
vayamos teniendo a la hora de escoger nuestros amigos.
Quizás pueda producir impacto en nosotros el hecho de que alguien nos
ofrezca incondicionalmente su amistad sin que aparentemente nos conozca o
nosotros le conozcamos; sentirse elegido y si además percibimos que quien nos
elige, por la razón que sea, nosotros lo consideramos un personaje importante
puede producir un buen impacto en nosotros que nos haga plantearnos que amigos
escogemos o por que los escogemos. Criterios humanos, muy reales y que de
alguna manera marcan nuestras relaciones, nuestro trato común con los que nos
rodean.
Con lo que nos dice Jesús en el evangelio se nos rompen todos esos
esquemas. Nuestro amor y nuestra amistad no pueden estar regidos por unos límites
que escojan y discriminen. La medida del amor, los presupuestos de la amistad
son otros. Ya no podemos ir desde simpatías o sintonías, desde lo bueno que nos
pueda parecer o desde lo que nos hayan hecho en un sentido o en otro, desde
unas cercanías geográficas o familiares ni solo desde las experiencias vividas
en común. Bueno, tendríamos que decirlo de otra manera, como lo decía san Agustín.
‘La medida del amor es que no tiene medida’.
Y mira por donde Jesús no nos llama siervos, sino amigos. Y nos dice
que es El quien nos ha escogido. Nosotros que creíamos que éramos nosotros los
que habíamos hecho la elección porque habíamos visto como su vida nos convencían.
Fue El quien nos eligió y nos dice que somos su amigos. ‘No sois vosotros los que me habéis elegido, soy
yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y
vuestro fruto dure…’ nos dice.
Pero antes ya nos había dicho ‘Vosotros sois mis amigos… Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’.
Entramos en un camino nuevo en
el que lo que tiene que predominar sobre todo es el amor. Claro que no será un
amor cualquiera. En su medida, que como nos decía san Agustín, no tiene medida,
porque El nos ha dicho que ‘Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos’.
No es cualquier cosa lo que nos
esta pidiendo Jesús. Un amor a su medida, un amor que se entrega hasta el
final, y ese será su mandamiento, el estilo y valor de nuestra vida. ‘Este
es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado’.
Y esto tenemos que traducirlo al día a día de nuestra vida, a nuestro
encuentro con los demás, al ofrecimiento de nuestro amor y nuestra amistad. En
cuantos detalles se ha de manifestar, en cuantos gestos tenemos que traducirlo,
en cuantas obras que hemos de realizar porque ya no cabe la omisión ni el
desentendernos de los demás. Es algo nuevo lo que tenemos que vivir. Que el
Espíritu del Señor nos ilumine para que encontremos ese camino del verdadero
amor.
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