El corazón de María verdadera morada de Dios y templo del Espíritu sea imagen y modelo de nuestro corazón transformado por la gracia para llenarse siempre de amor
Isaías 61, 9-11; Sal: 1Sam 2; Lucas 2, 41-51
Si ayer la liturgia nos ofrecía el celebrar al Sagrado Corazón de Jesús
hoy se nos propone el que recordemos y celebremos el Corazón Inmaculado de
María.
Cuando hablamos del Corazón de María pensamos en su pureza y en su
amor, en la generosidad de su corazón que ponía alas en su vida en su
disponibilidad para el servicio y para estar siempre atenta allí donde hubiera
una necesidad; podemos pensar en su corazón de Madre, la Madre de Jesús, la
Madre de Dios pero también en el que cabemos todos nosotros porque también es
nuestra Madre desde que Jesús nos la regalara en la Cruz.
Pero, aunque fuera brevemente, yo quiero pensar en su corazón lleno de
Dios y convertido de manera especial en morada de Dios y templo del Espíritu
Santo. La llena de gracia la llama el ángel en Nazaret; de ella dice que ha
encontrado gracia ante de Dios y Dios está con ella, pero terminará diciéndole
que el Espíritu Santo la cubrirá con su sombra para que lo que nazca de ella
sea el Hijo del Altísimo, verdadero Dios y
verdadero hombre, Jesús.
Dios mora en su corazón y ¡de qué manera! Pensó en ella Dios desde
toda la eternidad porque iba a ser la mujer que hiciera posible la encarnación
del Hijo de Dios en sus entrañas y la dotó de toda gracia y bendición, la llena
de gracia como la llama el ángel. Pero ¿qué es estar lleno de gracia sino que
Dios more en nosotros? La gracia no es una cosa, la gracia es la presencia de
Dios en nuestra vida, es el regalo de Dios que nos llena de su vida. Y ¿cómo no
iba a estar morando Dios en aquel corazón que con amor de madre iba a amar al
Hijo de Dios encarnado?
Es el corazón que se desborda de amor para Dios y que Dios en su
inmensidad lo llena. Como se expresa en alguna antífona de la liturgia el que
con su inmensidad divina rebosa toda la creación sin embargo luego quiere morar
de manera especial en el corazón de María. Contemplar el corazón de María es
contemplarlo como esa morada de Dios, como ese templo del Espíritu. A ello nos
invita la liturgia y es lo que se expresa en la oración litúrgica de este día.
Es lo que hoy queremos contemplar cuando contemplamos el corazón
inmaculado y puro de María. Pero es también lo que queremos imitar. También en
nuestro corazón y en nuestra vida, por la infinita misericordia del Señor, se
derrama y se derrocha la gracia de Dios. También nosotros desde nuestra consagración
bautismal hemos sido convertidos por la gracia, por el regalo de Dios, en
morada de Dios y en templos del Espíritu.
Aquí es donde tenemos que imitar a María, copiar de ella su santidad y
su amor, aprender de ella a dejar inundar nuestro corazón por ese amor de Dios
que nos transforma y que pondrá esa disponibilidad y esa generosidad en nuestra
vida. Es aprender de María a tener su mirada, esa mirada nueva con ve con ojos
nuevos a nuestros hermanos los hombres, esa mirada atenta para descubrir toda
ocasión en la que nosotros también podemos derramar amor. Aprendamos del
corazón inmaculado y puro, lleno de gracia y de amor de María.