Creemos en Jesús y sabemos que en El tenemos la resurrección y la vida en la plenitud de Dios
2Timoteo: 1,1-3.6-12; Sal 122;
Marcos 12,18-27
‘Yo soy la resurrección y la vida’, proclamaría Jesús allá
junto a la tumba de Lázaro. Dios nos quiere la muerte, Dios quiere que tengamos
vida la tengamos en abundancia. Y Jesús nos promete a quienes creamos en El que
tendremos vida y que tendremos vida para siempre. Por eso nos habla de
resurrección.
¿En qué consiste esa vida y esa resurrección? Hablamos y pensamos con
categorías humanas teniendo como imagen lo que es nuestra vida de ahora, lo que
ahora vivimos y nos cuesta trascendernos para entender bien lo que Jesús nos
ofrece cuando nos habla de resurrección y de vida eterna. En nuestra mente y en
nuestra imaginación pensamos en una vida como la de ahora, como la vida
presente, pero ya Jesús nos está diciendo que es algo distinto, que tiene un
sentido espiritual.
Es lo que no entendían los saduceos como vemos hoy en el evangelio.
Ellos negaban la resurrección como la existencia de los ángeles. Y desde esas
categorías humanas le plantean a Jesús sus dudas, o más bien lo que ellos
querían negar, el sentido de la resurrección. Por eso le hablan de aquella ley
que tenían los judíos de la obligación de casarse el hermano con la viuda de su
hermano para darle descendencia. Amplían el ejemplo poniendo la situación de
siete hermanos que se casan uno tras otro sin lograr la descendencia, pero para
plantear que en la vida futura de quien sería esposa aquella mujer. Y ya hemos
escuchado las palabras de Jesús. La vida futura no es una repetición de lo que
ahora vivimos. ‘Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el
poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán;
serán como ángeles del cielo’. Es una nueva plenitud de vida la que Dios
quiere darnos.
Entramos en un ámbito misterioso y espiritual que nos cuesta entender,
tenemos que aceptar. Y es aquí donde hemos de poner en juego, por así decirlo,
nuestra fe, creer en las palabras de Jesús, creer en esa vida de plenitud que
El nos ofrece. La imaginación nos puede jugar malas pasadas en este sentido y
nos puede llenar de confusiones. En Dios encontraremos la plenitud de lo mejor
que podemos desear en nuestra vida. Y esa vida eterna es vivir en Dios en
plenitud, vivir en la plenitud de Dios.
Como recordábamos al principio las palabras de Jesús en Betania junto
a la tumba de Lázaro creemos en Jesús y queremos tener vida para siempre. ‘Todo
el que vive y cree en Mí, aunque haya muerto vivirá y yo lo resucitaré en el
último día’. No es una resurrección como la de Lázaro aquel día que fue un
volver a su misma vida y un día habría de morir. Es un resucitar como fue la
resurrección de Jesús para vivir para siempre en Dios. Pongamos nuestra fe en
El.
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