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sábado, 4 de junio de 2016

El corazón de María verdadera morada de Dios y templo del Espíritu sea imagen y modelo de nuestro corazón transformado por la gracia para llenarse siempre de amor

El corazón de María verdadera morada de Dios y templo del Espíritu sea imagen y modelo de nuestro corazón transformado por la gracia para llenarse siempre de amor

Isaías 61, 9-11; Sal: 1Sam 2; Lucas 2, 41-51
Si ayer la liturgia nos ofrecía el celebrar al Sagrado Corazón de Jesús hoy se nos propone el que recordemos y celebremos el Corazón Inmaculado de María.
Cuando hablamos del Corazón de María pensamos en su pureza y en su amor, en la generosidad de su corazón que ponía alas en su vida en su disponibilidad para el servicio y para estar siempre atenta allí donde hubiera una necesidad; podemos pensar en su corazón de Madre, la Madre de Jesús, la Madre de Dios pero también en el que cabemos todos nosotros porque también es nuestra Madre desde que Jesús nos la regalara en la Cruz.
Pero, aunque fuera brevemente, yo quiero pensar en su corazón lleno de Dios y convertido de manera especial en morada de Dios y templo del Espíritu Santo. La llena de gracia la llama el ángel en Nazaret; de ella dice que ha encontrado gracia ante de Dios y Dios está con ella, pero terminará diciéndole que el Espíritu Santo la cubrirá con su sombra para que lo que nazca de ella sea el Hijo del Altísimo, verdadero Dios y  verdadero hombre, Jesús.
Dios mora en su corazón y ¡de qué manera! Pensó en ella Dios desde toda la eternidad porque iba a ser la mujer que hiciera posible la encarnación del Hijo de Dios en sus entrañas y la dotó de toda gracia y bendición, la llena de gracia como la llama el ángel. Pero ¿qué es estar lleno de gracia sino que Dios more en nosotros? La gracia no es una cosa, la gracia es la presencia de Dios en nuestra vida, es el regalo de Dios que nos llena de su vida. Y ¿cómo no iba a estar morando Dios en aquel corazón que con amor de madre iba a amar al Hijo de Dios encarnado?
Es el corazón que se desborda de amor para Dios y que Dios en su inmensidad lo llena. Como se expresa en alguna antífona de la liturgia el que con su inmensidad divina rebosa toda la creación sin embargo luego quiere morar de manera especial en el corazón de María. Contemplar el corazón de María es contemplarlo como esa morada de Dios, como ese templo del Espíritu. A ello nos invita la liturgia y es lo que se expresa en la oración litúrgica de este día.
Es lo que hoy queremos contemplar cuando contemplamos el corazón inmaculado y puro de María. Pero es también lo que queremos imitar. También en nuestro corazón y en nuestra vida, por la infinita misericordia del Señor, se derrama y se derrocha la gracia de Dios. También nosotros desde nuestra consagración bautismal hemos sido convertidos por la gracia, por el regalo de Dios, en morada de Dios y en templos del Espíritu.
Aquí es donde tenemos que imitar a María, copiar de ella su santidad y su amor, aprender de ella a dejar inundar nuestro corazón por ese amor de Dios que nos transforma y que pondrá esa disponibilidad y esa generosidad en nuestra vida. Es aprender de María a tener su mirada, esa mirada nueva con ve con ojos nuevos a nuestros hermanos los hombres, esa mirada atenta para descubrir toda ocasión en la que nosotros también podemos derramar amor. Aprendamos del corazón inmaculado y puro, lleno de gracia y de amor de María.

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