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sábado, 3 de junio de 2023

Cuidado con las pantallas en que nos envolvemos en lo que decimos religión que ocultan nuestro temor a escuchar con sinceridad la Palabra de Dios

 


Cuidado con las pantallas en que nos envolvemos en lo que decimos religión que ocultan nuestro temor a escuchar con sinceridad la Palabra de Dios

Eclesiástico 51, 12-20; Sal 18; Marcos 11,27-33

Cuando hay algo que nos puede producir desazón porque puede convertirse en una llamada de atención a una actitud o postura que tomamos en la vida tratamos de desviar la atención con otras cosas aunque sean nimiedades, pero que impedirán quizás que queden claras esas posturas erróneas nuestras, esos comportamientos que no son tan buenos, esas cosas que estamos haciendo que en el fondo sabemos que son incorrectas o incluso injustas.

Siempre recuerdo aquella anécdota del niño pequeño que estaba en peligro de caer a una aljibe pues se había subido a su brocal y cuando una vecina que lo vio comenzó a llamar a la madre para advertirle del peligro, el chiquillo con sus medias palabras le dijo a la mujer que se metiera para dentro de su casa y se fuera a fregar la loza. ¿No tienes nada que hacer? Déjame tranquilo y vete a hacer tus cosas, poco menos le quería decir el chiquillo.

Ese distraer la atención con otras cosas para no sentirnos aludidos por lo que estamos haciendo, poniendo como pantallas que oculten o distraigan para que no se hable, por ejemplo, de aquello que nos molesta, es un ejercicio que vemos con demasiada frecuencia en la sociedad que vivimos. Falta verdadera autenticidad en la vida y sinceridad con nosotros mismos y con la sociedad que nos rodea; queremos mantener las apariencias, si pudiéramos quitaríamos de en medio a quien de alguna manera se opone a nuestras posturas y presenta otros planteamientos; quizás tendríamos mucho que perder, nos da miedo perder nuestros prestigios, como no queremos ser abajados de aquellos lugares de honor o de poder en que nos hemos subido.

Llegar a reconocer que tenemos que cambiar en muchas cosas porque lo que hacemos no hace bien o no es correcto es algo que nos cuesta mucho. Ya buscaremos la forma de distraer, ya buscaremos la forma de desprestigiar, ya buscaremos la forma de cubrir esa nueva luz que ilumina, pero que como nos descubre cuales son las sombras que tenemos en la vida, tanto nos molesta y trataremos de velarla.

Ya en algunos sectores se manifestaba cierta oposición a Jesús. Aquel Reino de Dios que Jesús anunciaba no se compaginaba con la imagen que ellos se habían creado de lo que había de ser en verdad la misión del Mesías. Jesús les iba enfrentando consigo mismos porque les pedía una vida de mayor autenticidad de donde habían de descabalgar todas aquellas vanidades en que habían envuelto sus vidas. El sentido de relación con Dios cambiaba y lo importante era la ofrenda del corazón, más que todos aquellos sacrificios y penitencias que se habían impuestos con sus reglas y protocolos. Conversión del corazón poder entrar en esa sintonía de Dios. Y con su amor y su misericordia mostraba los signos y señales de lo que había de ser ese Reino nuevo de Dios.

Mientras aquellos que se sentían oprimidos y sin esperanzas en sus miserias y en sus pobrezas veían una luz nueva que comenzaba a brillar, a quienes quizá perdieran sus puestos de honor que les llenaban de cuotas de poder con lo que podían manipular mejor a los sencillos y pequeños poco menos que para tenerlos a su servicio no les agradaban para nada los anuncios que Jesús hacía. De alguna manera había que desprestigiarlo para que la gente ni lo escuchara ni lo siguiera. Había que buscar oportunidades para poder hacerlo.

La oportunidad llegó con aquel gesto, con aquel signo de purificación del templo que Jesús había realizado expulsando a los vendedores y cambistas de los pórticos del templo para que en verdad fuera casa de oración. Y es ahora cuando vienen a pedirle a Jesús con qué autoridad está realizando aquellas cosas. Era algo más que pedirle con qué autoridad había expulsado a aquellos vendedores del templo – eso era como una pantalla – lo que realmente le estaban pidiendo era con qué autoridad hablaba y enseñaba a las gentes, cuando El no era un maestro salido de las escuelas rabínicas de Jerusalén.

Jesús, por así decirlo, no entra al trapo con aquella trampa que le están tendiendo, como tantas veces veremos que intentan hacer con preguntas capciosas.  Mas bien les pregunta Jesús por su propia autoridad cuando ellos no  han querido escuchar a un profeta que recientemente han tenido en medio de ellos; se estaba refiriendo a Juan, el Bautista, que ellos tampoco habían querido aceptar; recordemos las embajadas que enviaban al desierto y al Jordán para vigilar a Juan y para preguntarle también por su autoridad. Ellos ahora no pueden responder al planteamiento de Jesús, porque entonces serían ellos los que se llevaran la oposición del pueblo, si rechazaban el profetismo del Bautista.

Pero la pregunta tenemos que hacérnosla nosotros. ¿No estaremos poniendo pantallas con muchas de nuestras devociones, con la manera de vivir nuestra piedad, con la cantidad de aditamentos que hemos añadido a nuestra vida religiosa, a nuestro sentido de la religión, porque miedo a encontrarnos de verdad cara a cara con la Palabra de Dios que nos interpela? También nos hemos llenado de ritos, procesiones, romerías, promesas, velas encendidas, pero ¿nos habremos preocupado de verdad por ir al fondo del evangelio que nos pide una renovación del corazón?

viernes, 2 de junio de 2023

Hagamos camino con Jesús entre la Jerusalén y la Betania donde hacemos la vida, con El a nuestro lado descubriremos las maravillas de Dios

 


Hagamos camino con Jesús entre la Jerusalén y la Betania donde hacemos la vida, con El a nuestro lado descubriremos las maravillas de Dios

Eclesiástico 44,1.9-13; Sal 149; Marcos 11, 11-25

Siempre que nos acercamos al evangelio, por muy sencilla que nos parezca la narración que se nos ofrezca, siempre vamos a encontrar una palabra de luz para nuestra vida. Por supuesto algo importante que necesitamos, aunque también es cosa muy sencilla, es que vayamos con espíritu abierto y con espíritu de fe para acoger ese mensaje o para dejarnos interpelar en nuestra vida por esa palabra que escuchamos. Si vamos predispuestos con la boca amarga, por decirlo de alguna manera, el alimento no podrá llegar a nutrirnos porque no lo hemos degustado y comido; si nuestros oídos se hacen sordos poco podrá llegar ese mensaje y esa palabra de vida a nuestro corazón.

El texto que hoy se nos ofrece es algo muy sencillo y que simplemente parece la narración de cómo unos peregrinos venidos de lejos para la fiesta de la Pascua, al no tener donde pernoctar en Jerusalén cada mañana y cada tarde hará su recorrido entre la ciudad santa y Betania donde han encontrado esa acogida.

En medio van sucediendo cosas, Jesús que observa el ambiente, podríamos decir, de la ciudad y del templo, la anécdota que no es tan intranscendente como pudiera parecer, de buscar higos en una higuera, que probablemente aun no era el tiempo de los frutos, y de unas exigencias de Jesús en el templo de que aquel lugar sagrado no se pueda convertir en un simple mercado cuando ha de tener el ambiente propicio para ser un sitio de oración, y es el gesto de quitar de en medio vendedores y negociantes para dignificar aquel lugar santo.

Diversas situaciones, diversos momentos que irán sirviendo para que Jesús nos vaya dejando semillas de su Buena Nueva. Será decirnos que cuanto estamos recibiendo pide en nosotros que demos fruto, que no podemos ir por la vida como árboles inútiles y estériles sino que siempre una huella, un fruto hemos de ir dejando tras nuestro paso.

Pero eso nos hará plantearnos con que espíritu de fe vamos nosotros por la vida, por una parte para saber leer la acción de Dios en nosotros y en la vida, esa necesaria sintonía de Dios que no podemos romper con ningún alboroto en torno nuestro, pero que también ha de hacer que nos sepamos llenar de confianza y certeza de que Dios está con nosotros y que con su presencia en nuestra vida podremos hacer maravillas.

Y no es que vayamos arrancando higueras o montañas para plantarlas en otro lugar o en el mar, sino que con la fuerza de la fe en nuestro interior mucho podemos transformar de nuestra propia vida y del mundo en el que vivimos para hacerlo mejor. Por eso  nos deja como una perla preciosa ese pensamiento de que cuando vayamos a orar a Dios vayamos con un corazón puro, con un corazón limpio de toda maldad y resentimiento, porque siempre hemos de saber ir por la vida ofreciendo comprensión, misericordia y perdón.

Ahí van quedando sembradas en nuestro corazón esas semillas de vida que hemos de hacer fructificar en nosotros; ahí vamos descubriendo esas situaciones de nuestra vida donde tenemos que poner luz; ahí están esas actitudes nuevas que tenemos que hacer resplandecer en nosotros porque otra tiene que ser nuestra relación con Dios, nuestra manera de orar, la humildad y la confianza con que vamos dejando que Dios actúe en nosotros, otra será la mirada para los que tenemos a nuestro lado donde tiene que resplandecer la comprensión y la misericordia.

Hagamos camino con Jesús, hoy le vemos caminar entre Jerusalén y Betania, esa Betania de nuestra vida, ese camino de nuestra vida de cada día entre nuestro trabajo, nuestra familia, las relaciones que mantenemos con los demás, los momentos de descanso también, porque siempre El está con nosotros, nos acompaña en nuestro camino aunque no siempre sepamos reconocerlo. Ahí en nuestra vida se irán realizando momento a momento las maravillas del Señor.

jueves, 1 de junio de 2023

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote que realiza el sacrificio y la pascua definitiva, que ofrece el cáliz de la nueva y eterna alianza para una humanidad nueva

 


Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote que realiza el sacrificio y la pascua definitiva, que ofrece el cáliz de la nueva y eterna alianza para una humanidad nueva 

Génesis 22, 9-18; Sal 39; Mateo 26, 36-42 

Hay momentos en la vida que nos pueden resultar duros y difíciles cuando tratamos de mantenernos en fidelidad en lo que hacemos, lo que consideramos que es nuestra misión, pero en nuestro entorno quizás encontramos vacío, incomprensión, soledad porque incluso aquellos que pensábamos que se mantendrían a nuestro lado parece que están más pendientes de otras cosas. Sentimos un silencio que pudiera llenarnos de amargura, sentimos el abandono de la soledad, miramos a nuestro alrededor y no encontramos esa mano amiga que buscamos, esa presencia que tanto necesitamos, queremos suplicar desde lo más hondo de nosotros cómo vernos libres de esos momentos, pero al mismo tiempo sentimos que aquella es nuestra misión que no podemos abandonar.  

He querido hacer una descripción de situaciones por las que quizás alguna vez hemos pasado en la vida, pero que de alguna forma es copia de lo que hoy nos habla el evangelio. Es la soledad de Getsemaní. Allí se había retirado Jesús en aquellos momentos, porque el silencio en la noche de aquel huerto bien valía para una reflexión y para una oración. Era un lugar habitual en que Jesús se refugiaba en sus subidas a Jerusalén. Normal que los peregrinos que venían a la ciudad santa, sobre todo con ocasión de la pascua, no siempre pudieran encontrar acogida y alojamiento entre las personas que conocían en la ciudad santa y buscaran lugares propicios para pasar la noche aunque fuera a la sombra de unos olivos. 

Era sabido que Jesús allí se refugiaba para orar, no en vano en esas mismas laderas del monte de los olivos la tradición nos recuerda el lugar donde Jesús enseñó el padrenuestro a sus discípulos. Aquella noche que había tenido un significado muy especial desde la celebración de la cena pascual, con todos los signos, los gestos, los anuncios de traición y negación, las palabras de despedida de Jesús con la promesa del envío de su Espíritu. Ahora Jesús se había adentrado en el huerto, mientras unos buscaban entre los olivos donde encontrar un lugar mas azocado y a tres de ellos se los había llevado consigo con la exhortación a velar y orar porque el espíritu puede estar decidido pero la carne es débil. 

Pero los discípulos se caían de sueño y Jesús se queda solo en su encuentro consigo mismo, con la Pascua inminente que llega a su vida y con sus deseos de la presencia del Padre del cielo que le reconforte. Eran los preparativos para la ofrenda que había de realizarse. No lo entregaban sino que era El quien se entregaba. Había llegado la Hora como ya había predicho al comienzo de la cena Pascual y llegaba la hora de la ofrenda. Ante sí tiene ese camino de ascensión, pero en este caso hasta el Calvario y hasta la Cruz. Obediente al Padre solo quería hacer su voluntad y por amor había emprendido aquel camino. Lo que había descrito el profeta sobre el Siervo de Yahvé se quedaba corto con lo que en aquellos momentos iba a suceder. Y allí está en el silencio y en la soledad de aquella noche, porque incluso los que más habían porfiado que daban su vida por El se habían dormido.  

Y es el grito, que ahora sí se oye fuerte, del cordero que es llevado al matadero. Si es posible que pase de mí este cáliz. Gotas incluso de sangre fluyen con el sudor de su piel en el sufrimiento que se avecina y que ahora la embarga. Pero El es el Sacerdote que tiene que hacer la ofrenda al mismo tiempo que la Victima que se inmola en aquel sacrificio que se va a presentar al Padre. Será el Cuerpo inmolado y la Sangre derramada para enseñarnos del amor, para traernos el perdón, pero inundarnos de la luz y de la paz nueva de la Pascua. Pero es el momento duro del sacrificio y de la ofrenda y el Sacerdote está dispuesto a hacer su subida al altar de la cruz. Si es posible, había dicho, que pase de mí este cáliz, pero continúa adelante con la ofrenda, no se haga mi voluntad sino la tuya,  

Aquí estoy, OH Padre, para hacer tu voluntad, había sido su expresión en la entrada en el mundo. Su alimento era hacer la voluntad de su Padre, había repetido en alguna ocasión. El es el enviado del Padre que viene para hacer su voluntad y así nos lo enseña a rezar nosotros también, y ahora en las manos del Padre va a poner su espíritu, aunque haya sentido la soledad y el abandono. Es el Sacerdote que realiza el sacrificio y la pascua definitiva, que ofrece el cáliz de la nueva y eterna alianza para una humanidad nueva. 

Es lo que hoy estamos celebrando en este jueves posterior a la fiesta de Pentecostés, a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. No nos queda sino contemplar y agradecer. 

 

miércoles, 31 de mayo de 2023

Salgamos y pongámonos en camino que hay una Buena Noticia que comunicar, un servicio que prestar, una nueva música de la que contagiar como hizo María

 


Salgamos y pongámonos en camino que hay una Buena Noticia que comunicar, un servicio que prestar, una nueva música de la que contagiar como hizo María

 Romanos 12, 9-16b; Sal.: Is. 12, 2-3. 4bcd. 5-6; Lucas 1, 39-56

‘María se levantó y se puso en camino…’ nos dice el comienzo del evangelio hoy. ¿Para qué salimos y nos ponemos en camino cuando quizás estábamos cómodamente en casa y solo nos preocupábamos de atender nuestras necesidades o incluso nuestro descanso?

Normalmente es porque queremos comunicar algo, encontrarnos con al nuevo o encontrarnos con alguien, o también salimos y nos ponemos en camino si nos llega la noticia de una necesidad que podemos atender, un sufrimiento que podemos sanar o una lágrima que podamos consolar; tenemos una noticia que comunicar y pronto salimos al encuentro con el vecino, con el pariente, con la persona que encontremos para comunicarla; si es algo gozoso y de alegría con mayor prontitud lo queremos hacer, corremos a dar la noticia, y el gozo que llevamos en nuestro interior parece que pone alas en nuestros pies, como se suele decir, para ir volando.

Son las prisas de María. Es la noticia, la Buena Nueva que ha recibido ella, que Dios la ha elegido para ser madre, para ser su Madre, para ocupar un lugar muy importante en la historia de nuestra salvación. Las sorpresas del primer momento, las dudas ante lo que parece incomprensible por lo desconocido, la obediencia de fe que pone desde su disponibilidad, su amor y su entrega se transforman en canta agradecido a su Creador porque reconoce que en ella Dios se ha fijado, en ella Dios está haciendo cosas grandes, por medio de ella se va a derramar la misericordia de Dios sobre toda la humanidad.

Y eso María tiene que comunicarlo, compartirlo ¿con quien mejor y que mejor lo pueda entender que quien está sintiendo también en su corazón que Dios ha sido grande con ella y sobre ella también se ha derramado la misericordia del Señor? Por eso corre María a las montañas de Judá, no importa que esté lejos lo cual nos quiere decir también a nosotros cosas importantes. ¿A quienes somos enviados nosotros también para que salgamos y nos pongamos en camino?

Pero es que María ha recibido también otra buena noticia, su prima Isabel, a pesar de su vejez, también va a ser madre, porque Dios volvió también su rostro sobre ella concediéndole la gracia de la maternidad. María se pone en camino porque sabe donde necesitan su servicio. Es la actitud de María, es la disponibilidad siempre de María, es el camino en que María va siempre delante de nosotros señalándonos rumbos y caminos que hemos nosotros de recorrer.

Merece María la alabanza por su fe, porque cuanto de ella se ha dicho se cumplirá, pero es la alabanza implícita de lo que es el fruto de esa fe que le impide quedarse quieta, que la impulsa al camino del servicio porque es el amor el que mueve siempre su vida.

Es el gozo y la alegría que se desborda del corazón de María y va llenando de música los caminos y senderos de Palestina y que con su voz y su presencia inundará con su cántico de amor aquel hogar de la montaña de manera que el sonido de las palabras de saludo de María hará saltar de alegría el niño que Isabel lleva en sus entrañas. Es el primer encuentro entre el Precursor y Aquel para quien se preparaban los caminos y es como el estreno de nuevos encuentros, de nuevos sentidos de vida que con el Reino de Dios que llega irá transformando todos los corazones.

Es lo que hoy estamos contemplando en la finalización de este mes de Mayo, mes de María, y en esta fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel.  Y estamos contemplando ese ponerse en camino de María. Y es una invitación a que no cerremos los ojos ni nuestros oídos y también seamos capaces de ponernos en camino. ¿No tenemos una Buena Noticia que comunicar y compartir con los demás desde esa fe que envuelve nuestra vida? ¿No será necesaria nuestra actitud y postura de servicio a los pies de la puerta de alguien? ¿No necesitaremos llevar una música nueva a ese mundo que nos rodea?

martes, 30 de mayo de 2023

Dios siempre nos gana en generosidad, no vayamos con miras interesadas porque la generosidad en nuestro corazón es lo que va a hacer más sublime nuestra vida

 


Dios siempre nos gana en generosidad, no vayamos con miras interesadas porque la  generosidad en nuestro corazón es lo que va a hacer más sublime nuestra vida

Eclesiástico 35, 1-12; Sal 49; Marcos 10,28-31

En generosidad Dios siempre nos gana. Pero es que además tiene otra característica maravillosa, es gratuita, es un regalo.

Tenemos el peligro y la tentación de que aun en la generosidad seamos interesados y seamos mezquinos, pongamos medidas y pongamos límites; a todo en la vida queremos ponerle una medida, un hasta aquí llego, pero vamos a ver qué es lo que obtengo a cambio, con lo que hay el peligro de que tengamos que eliminar la palabra y cambiarla por otra. ¿La convertiremos en algo así como una compraventa?

Queremos obtener algo a cambio. Y es que así nos hemos construido la vida; es cierto que son las reglas, por así decirlo, del comercio, y es la obtención de unos frutos. Es cierto que trabajamos para algo, en ese algo que caben muchas cosas, pero que está la obtención de unos beneficios – riquezas podemos llamarlas también –porque sería cómo lograríamos lo que necesitamos para nuestra propia subsistencia. Así vamos estableciendo nuestras mutuas relaciones, así valoramos lo que hacemos y valoramos el trabajo que realizamos, así lo que yo produzco se convierte en algo de utilidad para los demás; es como una cadena, y en ese intercambio también tenemos que decir salimos todos beneficiados.

Pero también tenemos que saber irnos realizando en nuestro trabajo, en aquellas cosas que hacemos, pero no desde unos beneficios materiales que obtengamos a cambio. Hay otro beneficio que nos enriquece interiormente en la satisfacción de lo que hacemos, en la iniciativa y creatividad que ponemos en nuestro trabajo que nos da satisfacciones y alegrías, que nos hace crecer en el desarrollo de nuestras capacidades, de nuestras habilidades, incluso de nuestro arte para hacer las cosas bellas. Y eso que sentimos por dentro no nos lo paga nadie por mucho que nos quieran dar a cambio, porque ahí está la riqueza y la grandeza de nuestra propia persona, de nuestra identidad.

Pero hay algo más, y es aquello que forma parte de mi vida, aquello que es producto y fruto de nuestro trabajo, aquello en lo que estoy plasmando mi yo y simplemente lo comparto, simplemente lo regalo, simplemente lo ofrezco para que también los demás lo puedan disfrutar. Es cuando aparece la generosidad de nuestro corazón, es cuando en verdad estamos expresando lo más noble que llevamos dentro que es nuestro amor. Y el amor no se vende, el amor se regala, porque el amor es donación de mi mismo.

Hay quien no entiende lo de gratuito y entonces no llegará a entender la generosidad del que da sin límites ni medidas, sin ningún tipo de interés. Andan siempre interesados, están a ver lo que consiguen, lo que como fruto de su generosidad se convierte en un beneficio para él. Lo están echando todo a perder. Y es una lástima que aquellos que por vocación trabajan para los demás en diversas funciones dentro de la comunidad, en distintos ámbitos de la sociedad, de la vida pública, de la vida social, parezca que no se mueven por beneficiar a esa sociedad para la que trabajan, a la que sirven, tendríamos que decir, sino que están buscando unos beneficios, unas ganancias, unos ascensos y al final lo convirtamos todo en una guerra de guerrillas buscando quien saca más, quien se impone con más fuerza, quien logra un mayor prestigio, y hacen turbio lo que tendría que brillar por su generosidad.

¿Seríamos capaces de convertir nuestra vida en un servicio a la sociedad en la que vivimos y de donde, aunque nos cueste reconocerlo, tanto al mismo tiempo recibimos aunque no lo busquemos? Hemos comenzado hablando de la generosidad, hablamos de altruismo, estamos hablando de amor, en el fondo está el compartir, la gratuidad con que ofrecemos lo que somos y lo que tenemos, lo que es nuestra vida. ¿Llegaremos a entenderlo?

Malo sería también que en el seno de la Iglesia viviéramos con esa mezquindad, movidos de esos intereses, en la búsqueda de unos prestigios o unos honores. Estaríamos diciendo que aun no hemos llegado a entender entonces lo que es el amor cristiano. Toda esta reflexión que me he venido haciendo surgió en mi interior desde la pregunta que le hace Pedro a Jesús sobre qué es lo que van a recibir ellos que lo han dejado todo por el Reino. Esa pregunta de Pedro está reflejando también aquellas ambiciones de las que aun no se habían despojado. Ya vemos en otros momentos a los discípulos discutiendo por los primeros puestos o quien va a ser principal entre ellos.

La respuesta de Jesús nos está diciendo aquello que mencionábamos al principio, Dios siempre nos gana en generosidad. No andamos con esas miras interesadas en lo que hacemos, pongamos siempre generosidad en nuestro corazón, que es lo que va a hacer más sublime nuestra vida.

lunes, 29 de mayo de 2023

María será siempre nuestra madre y como está también cerca del corazón de Dios porque es su madre, algo sabrá hacer por la Iglesia en el camino de sus luchas y problemas

 


María será siempre nuestra madre y como está también cerca del corazón de Dios porque es su madre, algo sabrá hacer por la Iglesia en el camino de sus luchas y problemas

 Génesis 3, 9-15. 20; Sal 86; Juan 19, 25-34

Litúrgicamente ayer con Pentecostés concluimos las celebraciones del tiempo pascual, lo que no significa perder el sentido de pascua de nuestra vida; tiene que ser la vivencia nuestra de cada día porque de ese misterio de la Pascua estamos impregnados desde nuestro bautismo y además cada que celebramos un sacramento estamos celebrando el misterio pascual de Cristo.

Hoy tendríamos que retomar el tiempo Ordinario con sus lecturas continuadas en medio de la semana en aquel punto en que lo interrumpimos para comenzar la cuaresma como camino de preparación a la pascua, sin embargo la liturgia nos ofrece una fiesta especial de la Virgen que ha sido introducida en el calendario romano. A María hemos venido cantándole el ‘regina coeli’ durante todo este tiempo pascual, queriendo vivir con ella esa alegría de la Pascua y aprender de ella a vivir ese sentido pascual de Cristo.

Hoy la queremos invocar como Madre de la Iglesia, una invocación presente de alguna manera siempre en toda la historia de la Iglesia porque así ha sentido siempre a la Madre de Dios, nuestra madre y madre de la Iglesia, pero que de alguna manera se ha ido introduciendo a partir del concilio Vaticano II, que dedicó una de sus constituciones a la Iglesia y en ella un capitulo especial a María en su función y, podríamos decir, ministerio dentro de la Iglesia.

Ha sido hace pocos años, quizá como algo nacido y pedido desde el sentido de la fe de los cristianos, de la Iglesia, cuando ha sido instituida para toda la Iglesia esta celebración especial de María con esta invocación en el calendario de la liturgia romana que es pauta para toda la Iglesia. Nos hace situar bien el lugar de María, que por supuesto no podemos endiosar, siempre tenemos que verla al lado de su hijo en su función de Madre, y así la contemplaremos en el seno de la Iglesia y a nuestro lado como la Madre que Jesús nos quiso confiar desde la cruz en la hora suprema de la redención.

Nos la confía, como madre, tenemos que reconocer, porque eso es lo que hizo Jesús con Juan. Le señala a María como madre, le señala a Juan como hijo. ¿Qué es lo que hizo Juan? ‘la recibió en su casa’. Es el hijo que va a cuidar a la madre, pero será también la madre que con amor maternal, como solo saben hacerlo las madres, nos cuida a nosotros como hijos. ¿Qué harán entonces los hijos? Llevarla siempre en el corazón, que es lo mismo que darle todo nuestro amor de hijos, que es estar a su lado, pero hacer también que ella está siempre a nuestro lado, que es escucharla porque siempre una madre tendrá una palabra especial para sus hijos, para cada uno de sus hijos, que será contar con ella porque la presencia de una madre será siempre un estímulo fuerte, una fuerza de vida en el camino de nuestras luchas, nuestros sufrimientos, y en especial también en nuestras alegrías.

No va nunca a sustituir a Jesús, a sustituir a Dios, como algunos que no entienden del amor de María pretenden achacarnos. Ella será siempre nuestra madre, pero como está también cerca del corazón de Dios porque es su madre, algo sabrá hacer en su intercesión para socorrernos a nosotros en nuestras necesidades y en nuestras luchas.

Sí, María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, intercede por nosotros.

domingo, 28 de mayo de 2023

Dejemos que nuestros corazones se inunden del Espíritu de Dios y nos sentiremos transformados en el amor dándole sentido a esta fiesta de Pentecostés

 


Dejemos que nuestros corazones se inunden del Espíritu de Dios y nos sentiremos transformados en el amor dándole sentido a esta fiesta de Pentecostés

Hechos 2, 1-11; Sal 103; Corintios 12, 3b-7. 12-13; Juan 20, 19-23

Podríamos comenzar diciendo que el deseo de Dios al realizar la obra de la creación fue el crear una única humanidad. El relato de la creación del Génesis podemos decir que está lleno de imágenes míticas que vienen a ser como resumen de las diferentes concepciones de los pueblos antiguos sobre el sentido de la vida y de la humanidad, pero en el fondo hay un pensamiento y una revelación para nosotros los creyentes de lo que era ese deseo de Dios, la creación de una única humanidad. Fuimos los hombres los que no supimos vivir esa unidad de toda la humanidad y los que fuimos con nuestro egoísmo y con nuestra ambición creando esa ruptura entre los que tendríamos que haber vivido una unidad de amor.

El sueño de grandezas y de endiosarnos, las envidias que nos corroen y nos destruyen, la ambición del dominio para ponernos siempre en un pedestal más alto donde nadie nos pueda dar sombra, fueron sembrando esa ruptura de la humanidad, que creo barreras y abismos entre unos y otros, de manera que ya no éramos capaces de llegar a un entendimiento en esa misma y única humanidad. La imagen de la torre de Babel que nos habla de confusión de lenguas nos está hablando de esas rupturas, de esos distanciamientos, de esos abismos entre unos y otros.

Aquel anuncio de salvación hecho desde el primer momento de la aparición del pecado en el hombre, será algo que mantendrá la esperanza de la salvación para esa humanidad rota y dividida. En Jesús vemos el cumplimiento de esa promesa y el comienzo de esa nueva humanidad, por algo Jesús nos lo fundamentará todo en el amor. Será el amor el que tenderá puentes entre esos abismos que nos habíamos creado, será el amor el que creará lazos que nos unan y nos acerquen para vivir en un sentido nuevo de esa nueva humanidad.

Será la fuerza del Espíritu que Jesús nos promete el que nos anudará en el amor y el que nos dará fuerza para esa nueva creación. Ya se nos hablará de un cielo nuevo y de un mundo nuevo, ya se nos hablará de un hombre nuevo nacido desde la fe y el amor, ya se nos hablará de un sentido nuevo de relación porque somos hermanos, porque somos hijos del mismo Padre del cielo.

Y es lo que hoy estamos celebrando, la presencia de ese don del Espíritu que Jesús nos ha prometido para hacer esa humanidad nueva. Por una parte escuchamos cómo Jesús resucitado infunde el don del Espíritu sobre los apóstoles, como se nos dice, con el poder del perdón de los pecados. Es el principio de esa humanidad nueva, recibimos el perdón por esa destrucción de muerte que con nuestro pecado habíamos creado para que esas sombras queden vencidas para siempre, porque la muerte ha sido vencida y con la resurrección de Cristo una nueva vida ha nacido.

Es el anuncio de buena nueva que tenemos que llevar, es posible un sentido nuevo de vida porque hay perdón, porque hay amor, porque para eso se nos ha dado la fuerza del Espíritu, que como un fuego purifica y hace renacer un nuevo corazón. Tras las cenizas de ese fuego purificador renace la vida, aparece una nueva vida.

Pero otra imagen se nos ofrece hoy en el texto sagrado. Cuando el Espíritu Santo se ha presente en los apóstoles y discípulos de Jesús reunidos en el Cenáculo el día de Pentecostés, no solo será el impulso que sentirán en sus corazón para salir a anunciar esa Buena Nueva a aquella humanidad, venida de todas partes y congregada ahora en Jerusalén, sino que será posible que todos puedan entender las maravillas de Dios cada uno en su propio idioma. Ya no hay disparidad de idiomas como en Babel que fue imagen y origen de dispersión, sino que ahora será signo de unidad porque todos podrán escuchar el mismo mensaje de salvación.

Es el Espíritu que nos acerca, el Espíritu que crea nuevo entendimiento en nuestros corazones, el Espíritu que rompe las barreras que nos distanciaban para crear esa nueva humanidad, el Espíritu que creará ese hombre nuevo para ese mundo nuevo, para ese cielo nuevo, porque lo viejo ha pasado y la vida nueva ha renacido.

Es el Espíritu que seguimos necesitando, porque necesitamos rehacer nuestras esperanzas. Aun muchas veces nos llenamos de pesimismo porque no terminamos de hacer ese mundo nuevo; seguimos matándonos con nuestras ambiciones, seguimos destruyéndonos con nuestras envidias, seguimos creando barreras con nuestra insolidaridad que se manifiesta de tantos modos, seguimos abriendo brechas en las familias, en los pueblos, entre los vecinos o los amigos porque nos corroen nuestras malicias, nuestras desconfianzas, nos dejamos arrastrar por el materialismo de la vida y hacemos desaparecer las grandes metas y los altos ideales.

Nos parece una espiral sin fin y un camino sin salida, pero necesitamos despertar de nuevo la esperanza, tenemos que dar señales de que es posible un mundo nuevo, tenemos que ser signos con un nuevo estilo de vivir, con un compromiso fuerte de los que creemos en Jesús de que es posible esa nueva humanidad. Aunque nos parezca insalvable la montaña de mal que tenemos que superar, creemos en el perdón y creemos en el amor, con nosotros tenemos la fuerza del Espíritu. Dejemos que nuestros corazones se inunden del Espíritu de Dios y nos sentiremos transformados en el amor.