María
será siempre nuestra madre y como está también cerca del corazón de Dios porque
es su madre, algo sabrá hacer por la Iglesia en el camino de sus luchas y
problemas
Génesis 3, 9-15. 20; Sal 86; Juan 19,
25-34
Litúrgicamente
ayer con Pentecostés concluimos las celebraciones del tiempo pascual, lo que no
significa perder el sentido de pascua de nuestra vida; tiene que ser la
vivencia nuestra de cada día porque de ese misterio de la Pascua estamos
impregnados desde nuestro bautismo y además cada que celebramos un sacramento
estamos celebrando el misterio pascual de Cristo.
Hoy
tendríamos que retomar el tiempo Ordinario con sus lecturas continuadas en
medio de la semana en aquel punto en que lo interrumpimos para comenzar la
cuaresma como camino de preparación a la pascua, sin embargo la liturgia nos
ofrece una fiesta especial de la Virgen que ha sido introducida en el
calendario romano. A María hemos venido cantándole el ‘regina coeli’ durante
todo este tiempo pascual, queriendo vivir con ella esa alegría de la Pascua y
aprender de ella a vivir ese sentido pascual de Cristo.
Hoy la
queremos invocar como Madre de la Iglesia, una invocación presente de alguna
manera siempre en toda la historia de la Iglesia porque así ha sentido siempre
a la Madre de Dios, nuestra madre y madre de la Iglesia, pero que de alguna
manera se ha ido introduciendo a partir del concilio Vaticano II, que dedicó
una de sus constituciones a la Iglesia y en ella un capitulo especial a María
en su función y, podríamos decir, ministerio dentro de la Iglesia.
Ha sido hace
pocos años, quizá como algo nacido y pedido desde el sentido de la fe de los
cristianos, de la Iglesia, cuando ha sido instituida para toda la Iglesia esta
celebración especial de María con esta invocación en el calendario de la
liturgia romana que es pauta para toda la Iglesia. Nos hace situar bien el
lugar de María, que por supuesto no podemos endiosar, siempre tenemos que verla
al lado de su hijo en su función de Madre, y así la contemplaremos en el seno
de la Iglesia y a nuestro lado como la Madre que Jesús nos quiso confiar desde
la cruz en la hora suprema de la redención.
Nos la
confía, como madre, tenemos que reconocer, porque eso es lo que hizo Jesús con
Juan. Le señala a María como madre, le señala a Juan como hijo. ¿Qué es lo que
hizo Juan? ‘la recibió en su casa’. Es el hijo que va a cuidar a la
madre, pero será también la madre que con amor maternal, como solo saben
hacerlo las madres, nos cuida a nosotros como hijos. ¿Qué harán entonces los
hijos? Llevarla siempre en el corazón, que es lo mismo que darle todo nuestro
amor de hijos, que es estar a su lado, pero hacer también que ella está siempre
a nuestro lado, que es escucharla porque siempre una madre tendrá una palabra
especial para sus hijos, para cada uno de sus hijos, que será contar con ella
porque la presencia de una madre será siempre un estímulo fuerte, una fuerza de
vida en el camino de nuestras luchas, nuestros sufrimientos, y en especial
también en nuestras alegrías.
No va nunca a
sustituir a Jesús, a sustituir a Dios, como algunos que no entienden del amor
de María pretenden achacarnos. Ella será siempre nuestra madre, pero como está
también cerca del corazón de Dios porque es su madre, algo sabrá hacer en su
intercesión para socorrernos a nosotros en nuestras necesidades y en nuestras
luchas.
Sí, María,
Madre de Dios y Madre de la Iglesia, intercede por nosotros.
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