Dios siempre
nos gana en generosidad, no vayamos con miras interesadas porque la generosidad en nuestro corazón es lo que va a
hacer más sublime nuestra vida
Eclesiástico 35, 1-12; Sal 49; Marcos
10,28-31
En
generosidad Dios siempre nos gana. Pero es que además tiene otra característica
maravillosa, es gratuita, es un regalo.
Tenemos el
peligro y la tentación de que aun en la generosidad seamos interesados y seamos
mezquinos, pongamos medidas y pongamos límites; a todo en la vida queremos
ponerle una medida, un hasta aquí llego, pero vamos a ver qué es lo que obtengo
a cambio, con lo que hay el peligro de que tengamos que eliminar la palabra y
cambiarla por otra. ¿La convertiremos en algo así como una compraventa?
Queremos
obtener algo a cambio. Y es que así nos hemos construido la vida; es cierto que
son las reglas, por así decirlo, del comercio, y es la obtención de unos
frutos. Es cierto que trabajamos para algo, en ese algo que caben muchas cosas,
pero que está la obtención de unos beneficios – riquezas podemos llamarlas
también –porque sería cómo lograríamos lo que necesitamos para nuestra propia
subsistencia. Así vamos estableciendo nuestras mutuas relaciones, así valoramos
lo que hacemos y valoramos el trabajo que realizamos, así lo que yo produzco se
convierte en algo de utilidad para los demás; es como una cadena, y en ese
intercambio también tenemos que decir salimos todos beneficiados.
Pero también
tenemos que saber irnos realizando en nuestro trabajo, en aquellas cosas que
hacemos, pero no desde unos beneficios materiales que obtengamos a cambio. Hay
otro beneficio que nos enriquece interiormente en la satisfacción de lo que
hacemos, en la iniciativa y creatividad que ponemos en nuestro trabajo que nos
da satisfacciones y alegrías, que nos hace crecer en el desarrollo de nuestras
capacidades, de nuestras habilidades, incluso de nuestro arte para hacer las
cosas bellas. Y eso que sentimos por dentro no nos lo paga nadie por mucho que
nos quieran dar a cambio, porque ahí está la riqueza y la grandeza de nuestra
propia persona, de nuestra identidad.
Pero hay algo
más, y es aquello que forma parte de mi vida, aquello que es producto y fruto
de nuestro trabajo, aquello en lo que estoy plasmando mi yo y simplemente lo
comparto, simplemente lo regalo, simplemente lo ofrezco para que también los
demás lo puedan disfrutar. Es cuando aparece la generosidad de nuestro corazón,
es cuando en verdad estamos expresando lo más noble que llevamos dentro que es
nuestro amor. Y el amor no se vende, el amor se regala, porque el amor es donación
de mi mismo.
Hay quien no
entiende lo de gratuito y entonces no llegará a entender la generosidad del que
da sin límites ni medidas, sin ningún tipo de interés. Andan siempre
interesados, están a ver lo que consiguen, lo que como fruto de su generosidad
se convierte en un beneficio para él. Lo están echando todo a perder. Y es una
lástima que aquellos que por vocación trabajan para los demás en diversas
funciones dentro de la comunidad, en distintos ámbitos de la sociedad, de la
vida pública, de la vida social, parezca que no se mueven por beneficiar a esa
sociedad para la que trabajan, a la que sirven, tendríamos que decir, sino que
están buscando unos beneficios, unas ganancias, unos ascensos y al final lo
convirtamos todo en una guerra de guerrillas buscando quien saca más, quien se
impone con más fuerza, quien logra un mayor prestigio, y hacen turbio lo que
tendría que brillar por su generosidad.
¿Seríamos
capaces de convertir nuestra vida en un servicio a la sociedad en la que vivimos
y de donde, aunque nos cueste reconocerlo, tanto al mismo tiempo recibimos
aunque no lo busquemos? Hemos comenzado hablando de la generosidad, hablamos de
altruismo, estamos hablando de amor, en el fondo está el compartir, la
gratuidad con que ofrecemos lo que somos y lo que tenemos, lo que es nuestra
vida. ¿Llegaremos a entenderlo?
Malo sería
también que en el seno de la Iglesia viviéramos con esa mezquindad, movidos de
esos intereses, en la búsqueda de unos prestigios o unos honores. Estaríamos
diciendo que aun no hemos llegado a entender entonces lo que es el amor
cristiano. Toda esta reflexión que me he venido haciendo surgió en mi interior
desde la pregunta que le hace Pedro a Jesús sobre qué es lo que van a recibir
ellos que lo han dejado todo por el Reino. Esa pregunta de Pedro está
reflejando también aquellas ambiciones de las que aun no se habían despojado.
Ya vemos en otros momentos a los discípulos discutiendo por los primeros
puestos o quien va a ser principal entre ellos.
La respuesta
de Jesús nos está diciendo aquello que mencionábamos al principio, Dios siempre
nos gana en generosidad. No andamos con esas miras interesadas en lo que
hacemos, pongamos siempre generosidad en nuestro corazón, que es lo que va a
hacer más sublime nuestra vida.
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