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sábado, 8 de febrero de 2025

Ojalá sepamos estar con Jesús, aprenderíamos de verdad a ver las cosas con los ojos de Jesús, aprenderíamos a hacer las cosas como nos enseña Jesús

 


Ojalá sepamos estar con Jesús, aprenderíamos de verdad a ver las cosas con los ojos de Jesús, aprenderíamos a hacer las cosas como nos enseña Jesús

 Hebreos 13,15-17.20-21; Salmo 22; Marcos 6,30-34

Nos gusta volver a encontrarnos con los amigos, con aquellas personas que nos aprecian y nos aman; es la alegría que sentimos cuando volvemos a encontrarnos con el amigo que hace tiempo no veíamos, es el bonito reencuentro de las familias que muchas veces a causa de trabajos y ocupaciones estamos lejos, pero deseamos volver a encontrarnos con ellos; y en nuestro reencuentro recordamos cosas y compartimos lo que ha sido nuestra vida en la ausencia, nos contamos lo que hacemos o lo que son nuestros proyectos, contamos cómo nos va y lo que quizás ansiábamos volver a encontrarnos. Aun cuando estemos cercanos y casi nos veamos todos los días siempre buscamos el momento para estar con el amigo, con la persona que apreciamos, siempre tenemos tiempo para ellos.

Hoy nos dice el evangelio que ‘los discípulos volvieron a encontrarse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado’. Recordamos que en la lectura del evangelio en días anteriores vimos cómo Jesús los había elegido y dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos los había enviado a hacer un anuncio del la Buena Nueva del Reino de Dios. Ahora es la vuelta, el reencuentro después de la tarea. Y Jesús busca la manera de querer llevarlos a un lugar apartado para estar a solas con ellos y que descansaran. ‘Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco… Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer’.

Estar a solas con Jesús. Tenemos que aprender a estar a solas con Jesús, simplemente para eso, para estar con El. Como dos amigos que se sientan juntos y quizás no necesitan decirse muchas cosas, sino simplemente estar con el amigo. Irá surgiendo la conversación de forma espontánea, habrá momentos de silencio en que solo con la mirada o con sentir la respiración del otro nos es suficiente.

Ya me diréis que eso lo hacemos en la oración, cuando vamos a rezar. Pero, con sinceridad preguntémonos, ¿sabemos estar en silencio con Jesús? Seguro que cuando vamos a rezar ya llevamos nuestras oraciones preparadas, seguro que ya llevamos una lista de cosas de las que queremos hablarle a Dios, o mejor, cosas que queremos pedir, y será por nosotros o será por nuestros seres queridos, o será por la situación que vemos en el mundo. Eso está bien, pero hagamos silencio, dejemos a un lado todas esas cosas por las que vamos a pedir y hagamos silencio para escuchar, para sentir su presencia, para disfrutar de estar con el Señor.

Seguro que nos sentiremos mejor, porque nos sentiremos más llenos de Dios. Con nuestros rezos muchas veces lo que queremos es que Dios haga las cosas como nosotros las vemos, pero tenemos que aprender a ver nosotros las cosas como las ve Dios.Y para eso necesitamos silencio, escuchar, estar. Y allí en nuestro corazón comenzaremos a sentir algo nuevo y distinto. Como decían los discípulos de Emaús que recordaban que cuando Jesús les hablaba comenzaron a sentir arder su corazón.

Fijémonos en un detalle más de lo que nos narra hoy el evangelio. Cuando llegaron al lugar, cuando estuvieron con Jesús comenzaron a ver algo distinto, porque se encontraron que allí había mucha gente con sus preocupaciones, con sus ansias de estar con Jesús también, con sus enfermedades y con las cosas que les atormentaba en el corazón. Y nos dice el evangelio que Jesús se puso a escucharles y a hablarles, porque estaban como ovejas sin pastor.

Muchas veces interpretamos que lo que Jesús había planeado con los discípulos se había venido abajo y no pudieron tener ese descanso programado. Creo que aquel estar con Jesús les hizo ver las cosas de manera distinta; en la continuación del evangelio veremos que los discípulos serán los que se preocuparan de que no tienen que comer y que hay que hacer algo. Y es a lo que los impulsa Jesús; buscarán los recursos aunque no los tengan y todos saldrán de aquel momento con algo nuevo en sus vidas.

Ojalá sepamos estar con Jesús. Aprenderíamos de verdad a ver las cosas con los ojos de Jesús, aprenderíamos a hacer las cosas como nos enseña Jesús.

viernes, 7 de febrero de 2025

Lo bueno del pasado un estímulo para el camino de fidelidad que hacemos, los errores cometidos un motivo de reflexión para enderezar la vida

 


Lo bueno del pasado un estímulo para el camino de fidelidad que hacemos, los errores cometidos un motivo de reflexión para enderezar la vida

Hebreos 13,1-8; Salmo 26; Marcos 6,14-29

A todo todos nos sucede, hay cosas del momento presente que nos traen recuerdos del pasado; es bueno, hemos de reconocerlo, recordar cosas positivas de nuestra vida, no para llenarnos de orgullos que nos hagan creernos los mejore y subirnos en pedestales que nos hagan estar por encima de los demás, sino para reconocer de lo que somos capaces valorar lo que es bueno y sentirnos con ello estimulados a seguir nuestro camino aunque algunas veces nos exija esfuerzos.

Pero también nos puede suceder que acontecimientos o reflexiones que nos hagamos en el presente sean como un aguijón que nos pincha en la conciencia por cosas que hicimos y que no fueron buenas; todos cometemos errores en la vida, tenemos tropiezos, hacemos lo que no es bueno porque no somos santos, porque hay mucha debilidad en nuestra vida, porque algunas veces nos habremos cegado con cosas que nos hicieron tropezar. Ahora no sentimos interrogados por dentro y puede surgir la mala conciencia o el arrepentimiento; debe ser lección aprendida para que no volvamos a tropezar.

¿Le estaba sucediendo a Herodes con lo que estaba escuchando de aquel nuevo profeta de Galilea? Jesús se había ido dando a conocer, causaba admiración en las gentes y como siempre las noticias corren; a los oídos de Herodes llegó la noticia. ¿Quién era aquel profeta del que tanto hablaba la gente? Las opiniones de la gente eran diversas, pero en su interior sentía algo especial; ¿sería Juan, el profeta del desierto y del Jordán que él había mandado matar?

Esto le da ocasión al evangelista para narrarnos este episodio completando así la presentación de lo que había sido la figura del Bautista y ofreciéndonos el testimonio supremo de su vida. Juan ya estaba en la cárcel; aunque se dice que Herodes sentía admiración por Juan, instigado por la mujer con la que convivía lo metió en la cárcel porque le decía que no era lícito que viviera con la mujer de su hermano.

Se cruzan las ambiciones, las envidias, las cobardías, la maldad de los corazones heridos que tienen conciencia de que obran mal y el justo sufre las consecuencias. Cuántas veces nos sucede, como se dice, paga el justo por el pecador. Pero Juan era fiel a su sentido moral de la vida y consciente de su misión profética de preparar para la venida del Señor un pueblo bien dispuesto. No puede callar, aunque esto le lleve a la cárcel y posteriormente a la muerte. ¿Seríamos capaces nosotros de mantener una fidelidad así a unos valores y a unos principios? Cuántas veces callamos.

Y la ocasión directa viene en una fiesta que ofrece Herodes a sus invitados y la hija de Herodías baila para Herodes. Vienen las promesas entusiasmadas que luego serían difíciles de cumplir cuando hay verdaderos principios. Pero esta ocasión la cobardía lo invadió todo. La petición de Salomé instigada por su madre será la cabeza de Juan Bautista. Herodes se vio cogido por su palabra y sus promesas y el miedo a quedar mal ante sus invitados. Quedar mal ante los que nos rodean, dar la cara cuando es necesario un testimonio, cuanto nos cuesta. Y Juan fue decapitado. El testimonio de la sangre y de la vida entregada como signo de una fidelidad a una fe y a una misión.

Decíamos que de los hechos de la vida tenemos que aprender, aun cuando hayamos errado y tropezado. De este proceso del corazón de Herodes también tenemos que aprender. ¿Qué es lo que realmente guía nuestra vida? ¿Sobre qué fundamentamos lo que verdaderamente nos hace felices? ¿Hasta dónde llega la fidelidad a nuestra conciencia, a nuestra responsabilidad, a la misión que tenemos que desempeñar en la vida? ¿Cuánto dependemos de lo que pensamos que es la opinión o la valoración que la gente haga de nosotros y de nuestros actos? ¿Seremos capaces de reflexionar seriamente de lo que ha sido el proceso de nuestra vida para comenzar a actuar de manera distinta?

jueves, 6 de febrero de 2025

Tenemos que arriesgarnos más a salir a hacer el anuncio del evangelio y dar signos y señales del Reino de Dios, porque ese fue el mandato de Jesús

 


Tenemos que arriesgarnos más a salir a hacer el anuncio del evangelio y dar signos y señales del Reino de Dios, porque ese fue el mandato de Jesús

Hebreos 12,18-19. 21-24; Salmo 47;  Marcos 6,7-13

Una buena noticia, solemos decir, corre como la pólvora, una vez que se enciende no hay quien la pare; pero para no hacerlo tan violento me gustaría decir que es como un buen perfume, tan pronto se destapa el frasco su fragor lo envuelve todo. El bien se difunde por si mismo, decían los clásicos, no lo negamos, pero puede suceder también que nos hagamos oídos sordos y no queramos escuchar. Por otra parte quien posee ese don precioso no se lo puede guardar para si mismo, esperando que sean los otros quienes vengan a buscarlo, que si no tienen noticia de él tampoco sabrán a donde acudir, sino que quien posee esa inmensa sabiduría tendría que ir a regalarla a los demás.

¿Será eso lo que hacemos los cristianos? Tenemos hoy el peligro de quedarnos muy satisfechos con lo que tenemos pero nos lo guardamos de puertas adentro; ¿seremos acaso como aquel servidor a quien se le confió un talento y lo guardó y lo enterró por miedo a perderlo y no lo puso a negociar?

Hablamos hoy mucho de nueva evangelización y no sé lo que estamos entendiendo por esa nueva evangelización; quizás nos cuidamos de tener de iglesia adentro muy bonitas celebraciones, celebramos muchas fiestas de santos y hacemos muchas novenas, nos cuidamos mucho nosotros dentro de nuestro circulo pero no nos estaremos arriesgando a salir, como nos dice el Papa Francisco, a las periferias para llevar ese mensaje del evangelio que de verdad transforme nuestro mundo; quizás nos cuidamos mucho de puertas adentro para que no se nos vayan los que tenemos y no sé realmente si lo que le estamos ofreciendo es ese evangelio comprometido que nos anuncia Jesús.

Pero ¿salimos a llevar?, ¿salimos a buscar?, ¿salimos a compartir la sabiduría que nosotros tenemos con el evangelio?, ¿salimos a contagiar esos valores del evangelio desde nuestras vivencias y nuestro testimonio? Confieso que me preocupa, y me preocupa por mi mismo que no sé si lo sabré estar haciendo.

Es claro lo que hoy nos dice el evangelio. Aun no eran muchos los que con fidelidad seguían a Jesús. No es solo aquellas multitudes que en ocasiones se reunían sino que se trataba de aquellos que estaban más cerca de Jesús y que querían vivir lo que Jesús les estaba enseñando. En este caso son solo doce los que Jesús ha escogido; pero Jesús los envía de dos en dos para que fueran anunciando también la llegada del Reino de Dios como Jesús había venido haciendo, y nos dice que les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, o sea, que tenían que dar también las señales de ese Reino de Dios, hacer los signos que Jesús realizaba transformando el mundo que le rodeaba alejándolo del mal.

Jesús los envía y ellos partieron, salieron a anunciar esa Buena Noticia, y nos dice el evangelista, que iban realizando aquellos signos para los que Jesús les había dado poder. No se quedaron al lado de Jesús, se pusieron en camino; más tarde vendrán contando cómo les había ido en aquella misión que Jesús les había confiado. Igualmente en otro momento nos dirá el evangelista que envió a setenta y dos con esa misma misión. ¿No nos dice esto nada para nuestras posturas, para esa nueva forma de evangelizar que tenemos que realizar hoy en nuestro mundo?

No digo que no se haga nada porque la Iglesia en el mundo de hoy está dando muchas señales de la vivencia del Reino de Dios, pero sí es cuestión de preguntarse si con solo doce apóstoles se pudo salir por el mundo para transformarlo, con todos los que hoy nos decimos que creemos en Jesús ¿qué es lo que estamos haciendo? ¿Por qué no hay esa transformación de nuestro mundo? ¿Faltará un testimonio más auténtico de  todos los cristianos de hoy en medio del mundo?  Creo que son cosas que tendrían que hacernos pensar y decidirnos a comenzar a dar respuestas.

miércoles, 5 de febrero de 2025

El evangelio nos llega también escrito en la vida de muchos a nuestro lado, aprendamos de una vez por todas a dejarnos sorprender por la sabiduría del evangelio

 


El evangelio nos llega también escrito en la vida de muchos a nuestro lado, aprendamos de una vez por todas a dejarnos sorprender por la sabiduría del evangelio

Hebreos 12,4-7.11-15; Salmo 102;  Marcos 6,1-6

Si es el hijo del carpintero… fue la reacción, tenemos que decir que totalmente ordinaria y normal, de la gente de su pueblo. Hasta ellos había llegado la fama de lo que Jesús venía haciendo en Cafarnaún y los distintos pueblos y aldeas por toda Galilea; la fama de sus milagros, la gente que se entusiasmaba y se iba detrás de Jesús, sus enseñanzas que entusiasmaban a la gente porque les parecía escuchar algo nuevo, o algo dicho de una manera distinta a como estaban acostumbrados. Y la fama había llegado hasta Nazaret y ahora lo tenían en medio de ellos. ‘¿De donde saca esa sabiduría?’

¿Dónde habrá aprendido este muchacho tanto?, decimos también en nuestros pueblos y en nuestros ambientes cuando alguien destaca. Como nos conocemos de siempre ahora nos sentimos quizás asombrados, pero sabemos que siempre surge algo más. Hay un orgullo de pueblo cuando destaca alguien de los nuestros y podemos tender a ponerlo como el que no va más; nadie ha salido de nuestro pueblo como este; aunque también aparecen por debajo, disimuladamente quizás al principio, ciertas desconfianzas, buscamos segundas intenciones, tratamos de recordar cosas reales o imaginarias muchas veces, socavamos el prestigio cuando nos pueden hacer sombra, y ya sabemos cuando somos cuando nos dejamos arrastrar por esas malicias y desconfianzas.

Conociéndonos no nos extraña la actitud desconfiada de la gente de Nazaret. Nos sucede con mucha facilidad entre nosotros, vamos de la euforia y el entusiasmo a la descalificación y a las envidias con una velocidad de vértigo. Siempre tenemos nuestros peros y nuestras pegas. Es lo que le estaba pasando a la gente de Nazaret con Jesús. Lo conocemos de siempre, sabemos quien es su familia, es el hijo del carpintero. Y ya Jesús dirá que un profeta nunca será bien mirado en su pueblo.

Y siente pena Jesús por la falta de fe su gente. Allí ha venido a anunciar con toda claridad, con palabras del profeta como nos narrará san Lucas este mismo episodio, lo que era su misión, la tarea evangelizadora que quería realizar. Su Palabra y su presencia querían ser siempre buena noticia para todos, porque eso como se nos dirá en otra parte anuncia la amnistía del Señor, el año de gracia del Señor. Pero no lo aceptaban porque simplemente era el hijo del carpintero.

Nos tiene que hacer pensar en nuestra aceptación personal de esa Buena Noticia, esa aceptación del Evangelio que nos anuncia Jesús. ¿Qué filtros ponemos por medio cuando escuchamos las palabras del Evangelio? El peor filtro es ya no ser capaces de escuchar el evangelio como una buena noticia; nos lo damos por sabido, no nos significa nada nuevo, vamos llevando por delante nuestros prejuicios, sí, nuestras previas interpretaciones, porque recordamos esto y lo de más allá, nos acordamos lo que en otro momento escuchamos o nos explicaron, y ha perdido la frescura de la novedad con que tenemos que escucharlo.

Pero además hemos de decir y reconocer que el Evangelio, es cierto, nos llega a través del texto escrito, pero el evangelio nos llega también escrito en la vida de muchos a nuestro lado. Es el evangelio hecho testimonio en la vida de tantos testigos. Y es el evangelio que tanto nos cuesta aceptar, recibir, escuchar. La gente de Nazaret no escuchaban entonces el mensaje porque era el hijo del carpintero a quien tenían delante; también nosotros vemos a tantos como el ‘hijo del carpintero’ que ya nada nos dice porque decimos que lo conocemos de siempre.

Cuánto nos cuesta aceptar el testimonio de los demás, cuánto nos cuesta ver las cosas en las que se manifiestan esos testigos delante de nosotros. Son filtros que vamos poniendo a la Palabra de salvación que Jesús nos ofrece. Hay muy bonitos testimonios a nuestro lado que tenemos que saber descubrir, porque a través de ellos el Señor nos habla. ¿Aprenderemos de una vez por todas a dejarnos sorprender por el evangelio?

 

martes, 4 de febrero de 2025

Descubramos a Jesús en quien nos sale al encuentro y nos ofrece su oído para escucharnos, nos regala su palabra, vuelve su mirada hacia el borde del camino y nos llama

 


Descubramos a Jesús en quien nos sale al encuentro y nos ofrece su oído para escucharnos, nos regala su palabra, vuelve su mirada hacia el borde del camino y nos llama

Hebreos 12, 1 – 4; Salmo 21; Marcos 5, 21-43

Supongamos que tenemos que hacer una petición de algo que consideramos muy importante para nuestra vida; ya procuraremos preparar con todo cuidado la solicitud, las palabras que vamos a decir en nuestra petición o la instancia a presentar si ese es el camino; buscaremos quizás los más expertos que nos puedan aconsejar, nos valemos de las influencias que podamos conseguir de personas que desde su situación privilegiada pongan su mano, intercedan por nosotros si ese es el caso, o cuidaremos mucho la forma de presentarnos ante quien nos pueda atender en dicha solicitud. No iremos con las manos vacías y de cualquier modo.

¿Será esa la manera de proceder cuando acudimos a Dios desde nuestras necesidades o problemas? Creo que en este aspecto tenemos muchas cosas que revisar; con atención tenemos que leer, escuchar, empaparnos del evangelio que hoy se nos ofrece. ¿Qué necesitaríamos en verdad?

El evangelio es claro. Escuchémoslo desde el corazón y con mucha atención porque nos dice cosas importantes. Repasemos las situaciones que se nos describen. Un hombre, que en cierta manera era importante, era el jefe de la sinagoga, tiene una niña que está muy enferma y acude directamente a Jesús. Y Jesús se ofrece para ir directamente a su casa para darle vida a su niña. Por otra parte una pobre mujer, anónima entre la multitud de manera que pasa desapercibido incluso en la situación de la enfermedad que padece que en cierto modo oculta, pero que no sabe a quien acudir y se va directamente a Jesús, sin preparar palabras ni peticiones, pero con una certeza que le da su corazón desde la fe que la mueve; solo con tocarle el manto piensa ella que es suficiente.

Vendrán criados con malas nuevas para el jefe de la sinagoga, porque piensan que ya nada hay que hacer, pero Jesús le dice a aquel hombre que solo le ha pedido fe, ‘basta que tengas fe’. Aquella mujer, que nada dice, pero que se atreve a tocar a Jesús pero que ahora le está costando dar la cara cuando Jesús pregunta que quien le ha tocado, incluso con la aglomeración de gente a su alrededor, cuando se atreve a dar el paso adelante, tímida pero agradecida, Jesús le dirá que su fe le ha curado.

La única instancia necesaria ha sido la de la fe. Ni discursos con muchas palabras ni influencias de nadie que puedan aparecer como poderosos, sino la humildad del que se siente pobre y necesitado y con esa fe y con esa humildad acude a Jesús. No hacen falta antesalas porque todo va a suceder a pie de calle, no será necesario acudir ni al templo ni a la sinagoga, Jesús que se baja de la barca y allí lo aborda aquel hombre, Jesús que camina por la calle entre el remolino de gente que lo apretuja por todas partes. Pero la fe mueve montañas, como nos dirá Jesús en otra ocasión.

Y nosotros que nos cansamos de hacer largos rezos, nosotros que acudimos a la intercesión de todos los santos, nosotros que rodeamos de esplendor nuestro culto, nosotros que vamos con nuestras ofrendas por delante o al menos con nuestras promesas de no sé cuantas cosas haremos después, cuantas de alguna manera instancias que preparamos;  y Jesús nos dice que basta que tengamos fe, Jesús que se deja abordar por los necesitados o sale a su encuentro dejando que lo apretuje la gente o tiren de su manto, Jesús que se pone en camino allí donde falta la vida porque quiere hacer que la recuperemos, Jesús que no le importa que se rían de El porque está diciendo cosas que la mayoría influenciada por costumbres o rutinas no sabe comprender.

¿Aprenderemos a encontrarnos con Jesús? ¿Sabremos descubrirle en quien sale a nuestro encuentro en la vida y nos ofrece su oído para escucharnos, nos regala su palabra que nos anima, vuelve su mirada hacia quienes estamos al borde del camino, nos llama para que vayamos hasta El?

¡Qué hermoso es el evangelio! ¡Qué buena noticia nos trae Jesús! Dejémonos sorprender, comencemos a ver las cosas con los ojos de Jesús, despertemos de verdad nuestra fe y que sea la que mueva esas montañas de rutinas que paralizan nuestra vida.

 

lunes, 3 de febrero de 2025

Cuando hemos sentido el amor de Dios en nosotros ya nuestra manera de vivir no puede ser igual, es el testimonio que tenemos que dar

 


Cuando hemos sentido el amor de Dios en nosotros ya nuestra manera de vivir no puede ser igual, es el testimonio que tenemos que dar

Hebreos 11,32-40; Salmo 30; Marcos 5,1-20

¿Y eso que tiene que ver conmigo? Quizás alguien nos salió con esa reacción cuando le presentamos un proyecto en el que considerábamos que estaba bien que se implicase, o cuando le contamos algo por lo que él no sentía ningún interés, o cuando era algo en lo que no quería implicarse porque no le interesaba, porque quizás fuera en contra de lo que eran sus planes o proyectos, o le pedía o exigía algún esfuerzo que no quería realizar. Como se suele decir, una forma de tirar balones fuera, una forma de no quererse implicar o complicar la vida.

Son reacciones que nos encontramos en la vida, y ya no es solo cuestión de trabajos que ofrezcamos o queramos emprender, sino quizás en cosas de mayor hondura; por ejemplo cuando hacemos planteamientos que significan ver las cosas de otra manera, otro sentido de la vida, una profundización que no queremos realizar porque preferimos vivir de forma superficial, y también hay que decirle cuando planteamos cuestiones que atañen a la fe, la religión, la Iglesia, el ser cristiano.

¿Le interesará al mundo que nos rodea el mensaje del evangelio? ¿Se sentirán cómodos ante posturas que tiene que tomar la Iglesia en las situaciones que vivimos hoy? Por una parte está el rechazo que nuestra sociedad hace de lo suene a espiritual o religioso, el rechazo que se tiene ante la Iglesia, la fe, o el ser creyente, pero también hemos de reconocer que incluso entre nosotros los cristianos no siempre hay una buena acogida al mensaje de la Iglesia, al mensaje del evangelio y muchas veces lo tachan de radical y no sé cuantos epítetos le ponemos.

De eso me hablarás otro día, nos dirán como le dijeron a san Pablo en el Areópago de Atenas cuando habló de Jesús y de la resurrección. Muchos también nos dan largas, muchas veces también nosotros los cristianos damos largas para no implicarnos ni complicarnos. Cuántas disculpas nos inventamos continuamente, que si no tenemos tiempo, que ya nos es suficiente con lo que hacemos ¿para qué vamos a complicarnos más? No siempre nos vamos a encontrar con el mejor caldo de cultivo para el anuncio del evangelio, pero a ese mundo nos ha enviado Jesús, y ahí en ese mundo, aunque no nos comprendan, tenemos que seguir hablando del amor de Dios que sentimos en nuestras vidas.

Es lo que se nos plantea en el evangelio de hoy. Jesús en esta ocasión llegó a una zona que era algo así como la periferia de Palestina, un territorio donde no abundaban los judíos, eran la región de los gerasenos. Ya hemos escuchado lo sucedido; un hombre poseído por un espíritu inmundo que habitaba entre las tumbas, que tenía aterrorizada a aquellas gentes y con el que Jesús entra en diálogo. De entrada el rechazo del maligno a la presencia de Jesús. ‘¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?’ Su nombre es legión, porque son muchos y cuando Jesús libera a aquel hombre de su mal, será la piara de cerdos la que se precipita en el mal. Pero el  hombre ha quedado liberado de su mal.

Las gentes acuden ante lo sucedido, pero en lugar de sentirse agradecidos de alguna manera al ver a aquel hombre curado, lo que le piden a Jesús es que se marche a otros lugares. No solo aquel hombre poseído por el espíritu del mal había rechazado a Jesús – ‘¿qué tienes que ver con nosotros?’ – sino que serán las propias gentes del lugar las que tomen la misma postura. Sin embargo aquel hombre quiere seguir a Jesús y Jesús no se lo permite. ‘Vete a tu casa, a los tuyos y anuncia lo que Dios ha hecho contigo por su misericordia’.

¿Encontraremos un paralelismo con lo que veníamos antes reflexionando? El evangelio era rechazado pero allí quedaba un testigo del evangelio. ‘Cuenta lo que Dios ha hecho contigo’. ¿No será lo que nos está pidiendo Jesús con este evangelio? Ya sabemos lo que muchas veces nos vamos a encontrar pero eso no nos puede hacer dimitir de nuestra misión. Ese mundo adverso, ese mundo de rechazo y ya bien sabemos donde lo tenemos porque lo tenemos muchas veces en casa, necesita unos testigos. Tenemos que ser esos testigos. Lo que hemos visto y oído no lo podemos callar, como nos dirán san Juan en sus cartas. Somos testigos y los testigos no pueden callar, ahí tenemos que dar el testimonio de nuestra vida. Cuando hemos sentido el amor de Dios en nosotros ya nuestra manera de vivir no puede ser igual. Es el testimonio que tenemos que dar.

domingo, 2 de febrero de 2025

Mensajeros de una Buena Noticia, misioneros y testigos de una nueva luz que nos llena de esperanza queremos ser de manos de María de Candelaria

 


Mensajeros de una Buena Noticia, misioneros y testigos de una nueva luz que nos llena de esperanza queremos ser de manos de María de Candelaria

Malaquías 3, 1-4; Salmo 23; Hebreos 2, 14-18; Lucas 2, 22-40

Necesitamos quien nos traiga buenas noticias. Encendemos cualquier noticiero – permítanme la palabra – sea radio o televisión, sea prensa escrita o sea Internet en sus numerosas redes, ¿y qué es lo que escuchamos, lo que vemos, lo que se nos comunica?, sin querer ser pesimista ni negativo muchas veces dan ganas de cerrarlo todo; violencia, guerra, corrupción, acritud, manipulaciones, muertes, accidentes… son cosas que se repiten. Necesitamos escuchar cosas agradables y que entusiasmen por la vida. Nos daría otro sentido de vivir.

¿Será hoy para nosotros y para nuestro mundo un mensaje de esperanza el que se nos ofrece desde la Palabra de Dios? De entrada, desde nuestra fe, tenemos que decir que eso no lo podemos poner nunca en duda. Sin embargo muchas veces nos cuesta escucharlo. Tenemos el peligro y la tentación de irnos por las ramas. Es necesaria una buena escucha como también un buen anuncio que tenemos que hacer al mundo que nos rodea. El evangelio – buena noticia – tiene que seguir siendo luz en nuestra vida y en nuestro mundo.

El profeta nos ha anunciado un mensajero, un mensajero que nos trae noticias de paz, de restauración, de algo nuevo que va a comenzar. Hablaba el profeta en sus tiempos que no eran fáciles, fueron tiempos de restauración para el pueblo de Israel después del cautiverio de Babilonia y había mucho nuevo que realizar. Era necesaria una restauración de la alianza. De eso nos habla el profeta.

Pero en nuestra lectura creyente tenemos que ir más allá; por una parte esos anuncios proféticos tienen una resonancia siempre mesiánica, y nosotros los aplicamos a Jesús. Pero la resonancia de las palabras del profeta tiene que seguir traspasando los tiempos y a través de Jesús tiene que llegarnos a nosotros, en el hoy que estamos viviendo. Por eso siempre es Palabra de Dios para nosotros hoy. No es Palabra de otro tiempo sino para el hoy de nuestra vida. ¿No decíamos que necesitamos mensajeros que nos trajeran buenas noticias, anuncios de algo bueno para el hoy de nuestra vida?

La celebración de hoy, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, la situamos en ese momento del misterio de Jesús en que como todo primogénito varón fue presentado al templo para cumplimiento de la ley. Pero en ese marco sucede algo inédito; no es un sacerdote el que recibe a Jesús en el templo sino unos ancianos que vivían con la esperanza de encontrarse un día con el Mesías de su Señor.

Allí está el anciano Simeón con su esperanza y con su fe bien madurada con el paso de los años. Solo unos ojos de fe podían descubrir en aquel niño, que no se diferenciaba de otros tantos niños que eran presentados al Señor en el templo, al que era el esperando y el deseado de las naciones y que venía para ser luz de todos los pueblos. Por eso sus cánticos de alegría y de acción de gracias, sus ojos habían podido contemplar al que venía como Salvador. Un anciano, un hombre sencillo, un hombre que podía pasar desapercibido entre tantos, pero el hombre de fe que veía cumplidas sus esperanzas.

Es consciente el anciano de lo que significaba el ser el Mesías del Señor; signo de contradicción dirá que va a convertirse en medio de las gentes aquel niño, como luego lo veremos cumplido a lo largo del evangelio; hablará de espadas de dolor que atraviesan el alma, como le va a suceder a María, pero no decae la alegría y la esperanza, algo nuevo en verdad estaba comenzando. Y a su alegría y alabanza se une también otra anciana que lleva muchos años sirviendo a Dios en el templo y que no paraba de hablar de aquel niño a todos los que aguardaban la futura liberación de Israel.

Sí, es el anuncio que hoy nosotros escuchamos también. Despertemos y maduremos nuestra fe a ejemplo de aquellos sencillos y humildes ancianos para saber descubrir también las maravillas de Dios, las maravillas que Dios quiere seguir haciendo en el hoy de nuestra vida y nuestro mundo. No podemos perder la esperanza, atentos hemos de estar como aquellos ancianos para ver las señales de Dios. Son señales que se van a realizar en nuestra vida, son señales que nosotros por nuestra forma nueva de actuar tenemos que ser en medio del mundo.

A ese mundo que hoy vivimos y del que tantas veces nos quejamos porque no hace sino traernos malas noticias nos ha enviado Jesús para que seamos mensajeros, para que seamos testigos, para que realicemos esas señales del Reino de Dios. Cuando nos confió la misión, como tantas veces hemos escuchado, no tiene también poder y autoridad para realizar esas señales. No desconfiemos de lo que podemos ser capaces, de lo que tenemos que hacer, porque es la misión que se nos ha confiado.

Hoy necesariamente tenemos que mirar también a María. En sus brazos fue llevado el Niño Jesús al templo y en sus brazos se nos presenta hoy a nosotros recordándonos donde está la luz. Por eso esta celebración está también rodeada de signos con las candelas que encendemos y portamos saliendo incluso de nuestros templos para iluminar los caminos del mundo. Pero no es solo algo ritual que realizamos, sino que tiene que ser signo que demos en nuestra vida de ese Reino de Dios.


¿Qué significará hoy llevar esa luz encendida en nuestras manos en la celebración y ritos de este día? Tenemos que pensarlo y dar respuesta aunque nos cueste, pero no podemos dejar apagar esa luz. Mal signo estaríamos siendo. Como decíamos miramos a María, y nosotros los canarios de manera especial la miramos en nuestra querida advocación de la Candelaria, como la celebramos en nuestra tierra. Ella fue la primera misionera que llegó a nuestra tierra en su imagen aparecida en las playas de la isla.

Que ella pues nos impulse a esa tarea misionera de ser mensajeros, de ser portadores de luz, de ser testigos en medio de nuestro mundo. Seguro que si nos dejamos inspirar por quien estaba llena del Espíritu Santo podremos descubrir esas nuevas formas de ser mensajeros hoy.