Al celebrar la fiesta de los apóstoles recordemos a quienes han sido apóstoles, columnas de nuestra fe, por su testimonio y estímulo para nosotros a lo largo de la vida
Efesios 2,19-22; Sal 18; Lucas 6,12-19
Cuando queremos construir un sólido edificio nos preocupamos de
preparar unos adecuados cimientos y una apropiada estructura de pilares y
columnas que sean lo que conformará ese edificio dándole la adecuada solidez.
No entro yo en aventuras constructivas además de dejar a los técnicos
correspondientes que realicen su trabajo, pero la imagen nos vale para lo que
es la construcción de nuestra vida.
A lo largo de nuestra existencia vamos teniendo unos pilares sobre los
que nos vamos apoyando y que son los que nos van dando las pautas para el mejor
desarrollo de nuestra vida. Serán nuestros padres en los que tendremos siempre
el apoyo fuerte que necesitamos, pero al mismo tiempo en el camino de la vida
vamos encontrando otros, llamémoslos así también, pilares que en las tareas
educativas como nuestros maestros y profesores, o en el contacto diario con las
personas con las que convivimos o por la situación social que desempeñan que
van siendo también para nosotros esos puntos de referencia para la construcción
de nuestra personalidad.
Todos recordamos sabios maestros que supieron inculcarnos los mejores
valores, o personas que fueron ejemplo para nosotros y ya fuera con su
testimonio, su imagen o también sus palabras y que los recordaremos siempre
porque se convirtieron para nosotros en un espejo donde mirarnos y sentirnos
estimulados en nuestro crecimiento personal. Esas columnas, esos apoyos, esos
postes de dirección que hemos ido encontrando en la vida y que tanto bien nos
han hecho.
Lo decimos también en el ámbito de la fe y de nuestro caminar
cristiano. Cristo es la piedra angular, verdadero fundamento de nuestra fe y de
nuestra vida. Pero Jesús quiso dejarnos unas piedras como cimiento y unas
columnas que nos sirvieran de apoyo de referencia para el camino de nuestra
vida cristiana.
Ya sabemos como a Pedro le dice que será piedra sobre la que se
fundamentará su Iglesia y eso misión le confió de confirmar en la fe a sus
hermanos a lo largo de la historia realizada en sus sucesores que en nombre de
Cristo conducen el camino de la Iglesia. Junto a Pedro Jesús quiso constituir
el Colegio Apostólico en los doce apóstoles que iban a ser ese cimiento y esos
pilares en los que se edificara el edificio de la Iglesia.
Es lo que nos dice hoy el apóstol cuando litúrgicamente estamos
celebrando la fiesta de dos apóstoles, san Simón y san Judas. ‘Estáis edificados sobre el cimiento de los
apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular’. Ahí lo tenemos claramente. De ahí
la importancia de la celebración de la fiesta de los apóstoles, como hoy
celebramos.
Recordamos nuestro
fundamento, no olvidando que una de las características de la verdadera iglesia
de Cristo es ser apostólica. A través de ellos recibimos el don de la fe,
porque ellos fueron los primeros testigos de Cristo resucitado y como tales Jesús
los envió por el mundo.
Creo que tendríamos que dar
gracias a Dios por nuestra pertenencia a la Iglesia y en la comunión de fe y de
amor que en ella vivimos nos sentimos alimentados y fortalecidos para nuestro
camino y la misión que también hemos de realizar nosotros en medio del mundo.
Pero creo que también podríamos,
tendríamos que recordar a aquellos que en nuestra vida personal hemos tenido
como esas columnas, esos pilares de nuestra fe porque a través de ellos nos
hemos alimentado, hemos aprendido los valores del evangelio, nos sentimos
estimulados para nuestra entrega y nuestro amor.
Además de nuestros padres y
familiares cercanos que nos educaron en la fe cristiana, hemos recibido mucho
de los sacerdotes que hemos conocido en la vida, de los catequistas que nos
ayudaron y nos instruyeron, de esas personas que en nuestra comunidad concreta
han sido ejemplo y estimulo para nuestra vida; seguro que cada uno de nosotros podríamos
hacer una hermosa lista de esas personas a las que tendríamos que estar tan
agradecidos por lo que de una forma o de otra nos ayudaron a mantener viva la
llama de nuestra fe.
Han sido apóstoles para
nosotros y discípulos fieles, testigos de una fe que con su testimonio han
iluminado nuestra vida, verdaderas columnas en que apoyarnos y que contemplando
su testimonio han sido para nosotros estímulo y también fuerza de gracia para
nuestro caminar. Demos gracias a Dios por todos ellos.