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sábado, 28 de octubre de 2017

Al celebrar la fiesta de los apóstoles recordemos a quienes han sido apóstoles, columnas de nuestra fe, por su testimonio y estímulo para nosotros a lo largo de la vida

Al celebrar la fiesta de los apóstoles recordemos a quienes han sido apóstoles, columnas de nuestra fe, por su testimonio y estímulo para nosotros a lo largo de la vida

Efesios 2,19-22; Sal 18; Lucas 6,12-19

Cuando queremos construir un sólido edificio nos preocupamos de preparar unos adecuados cimientos y una apropiada estructura de pilares y columnas que sean lo que conformará ese edificio dándole la adecuada solidez. No entro yo en aventuras constructivas además de dejar a los técnicos correspondientes que realicen su trabajo, pero la imagen nos vale para lo que es la construcción de nuestra vida.
A lo largo de nuestra existencia vamos teniendo unos pilares sobre los que nos vamos apoyando y que son los que nos van dando las pautas para el mejor desarrollo de nuestra vida. Serán nuestros padres en los que tendremos siempre el apoyo fuerte que necesitamos, pero al mismo tiempo en el camino de la vida vamos encontrando otros, llamémoslos así también, pilares que en las tareas educativas como nuestros maestros y profesores, o en el contacto diario con las personas con las que convivimos o por la situación social que desempeñan que van siendo también para nosotros esos puntos de referencia para la construcción de nuestra personalidad.
Todos recordamos sabios maestros que supieron inculcarnos los mejores valores, o personas que fueron ejemplo para nosotros y ya fuera con su testimonio, su imagen o también sus palabras y que los recordaremos siempre porque se convirtieron para nosotros en un espejo donde mirarnos y sentirnos estimulados en nuestro crecimiento personal. Esas columnas, esos apoyos, esos postes de dirección que hemos ido encontrando en la vida y que tanto bien nos han hecho.
Lo decimos también en el ámbito de la fe y de nuestro caminar cristiano. Cristo es la piedra angular, verdadero fundamento de nuestra fe y de nuestra vida. Pero Jesús quiso dejarnos unas piedras como cimiento y unas columnas que nos sirvieran de apoyo de referencia para el camino de nuestra vida cristiana.
Ya sabemos como a Pedro le dice que será piedra sobre la que se fundamentará su Iglesia y eso misión le confió de confirmar en la fe a sus hermanos a lo largo de la historia realizada en sus sucesores que en nombre de Cristo conducen el camino de la Iglesia. Junto a Pedro Jesús quiso constituir el Colegio Apostólico en los doce apóstoles que iban a ser ese cimiento y esos pilares en los que se edificara el edificio de la Iglesia.
Es lo que nos dice hoy el apóstol cuando litúrgicamente estamos celebrando la fiesta de dos apóstoles, san Simón y san Judas. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular’. Ahí lo tenemos claramente. De ahí la importancia de la celebración de la fiesta de los apóstoles, como hoy celebramos.
Recordamos nuestro fundamento, no olvidando que una de las características de la verdadera iglesia de Cristo es ser apostólica. A través de ellos recibimos el don de la fe, porque ellos fueron los primeros testigos de Cristo resucitado y como tales Jesús los envió por el mundo.
Creo que tendríamos que dar gracias a Dios por nuestra pertenencia a la Iglesia y en la comunión de fe y de amor que en ella vivimos nos sentimos alimentados y fortalecidos para nuestro camino y la misión que también hemos de realizar nosotros en medio del mundo.
Pero creo que también podríamos, tendríamos que recordar a aquellos que en nuestra vida personal hemos tenido como esas columnas, esos pilares de nuestra fe porque a través de ellos nos hemos alimentado, hemos aprendido los valores del evangelio, nos sentimos estimulados para nuestra entrega y nuestro amor.
Además de nuestros padres y familiares cercanos que nos educaron en la fe cristiana, hemos recibido mucho de los sacerdotes que hemos conocido en la vida, de los catequistas que nos ayudaron y nos instruyeron, de esas personas que en nuestra comunidad concreta han sido ejemplo y estimulo para nuestra vida; seguro que cada uno de nosotros podríamos hacer una hermosa lista de esas personas a las que tendríamos que estar tan agradecidos por lo que de una forma o de otra nos ayudaron a mantener viva la llama de nuestra fe.
Han sido apóstoles para nosotros y discípulos fieles, testigos de una fe que con su testimonio han iluminado nuestra vida, verdaderas columnas en que apoyarnos y que contemplando su testimonio han sido para nosotros estímulo y también fuerza de gracia para nuestro caminar. Demos gracias a Dios por todos ellos.

viernes, 27 de octubre de 2017

La mirada del creyente sobre la vida y la historia es una mirada distinta porque la queremos hacer con los ojos de Dios

La mirada del creyente sobre la vida y la historia es una mirada distinta porque la queremos hacer con los ojos de Dios

Romanos 7,18-25ª; Sal 118; Lucas 12,54-59

La experiencia de lo que vivimos es una buena maestra para la vida. Pudiera sucedernos que aprendemos más desde las cosas que nos pasan en la vida que de lo que sesudamente alguien haya intentado enseñarnos quizá de una manera más teórica. Claro que para eso es necesario que seamos personas reflexivas, que seamos capaces de detenernos en las cosas que nos suceden o que contemplamos en nuestro entorno, que nos dejemos admirar quizá por pequeñas cosas de esas que suceden cada día pero que sin embargo pudieran tener muchas enseñanzas para nosotros. Es la reflexión que nos hace crecer en la vida, que nos hace personas maduras, que nos ayudará a darle esa profundidad, esa sabiduría a la vida.
Nuestros mayores observaban lo que sucedía en la naturaleza, los movimientos de las nubes o lo que iba sucediendo en las distintas fases de la luna, y esa observación les permitía ir adquiriendo una sabiduría natural que podía hacerles predecir la climatología que iban a tener porque de ahí dependían sus siembras y sus cosechas. Hoy, es cierto, lo hacemos de una manera más científica, porque son ya quizás otros medios con los que se puede contar y nos pueden dar mas certeras predicciones.
Pero no venimos a reflexionar aquí para hacer predicciones climatológicas o cosas en ese sentido, sino que eso nos puede servir de base para otras más profundas reflexiones que tenemos que hacernos de cuanto nos sucede. Será la marcha de nuestra sociedad, los derroteros por donde caminamos, o lo que tenemos que aprender para no caer siempre en los mismos errores y aprendamos a hacer que nuestro mundo sea mejor.
Pero el creyente tendría que saber tener una visión profética de cuanto nos sucede para saber descubrir la presencia de Dios que nos habla también a través de los acontecimientos. Cuando empleamos la palabra profética la tentación fácil es pensar que el profeta es el que hace una predicción de futuro, de lo que va a suceder. Pero la visión profética es algo, por así decirlo, en cierto modo distinto y no es solo cuestión de predicciones de futuro. Es mirar la vida con la mirada de Dios.
Eso nos hará mejor contemplar la belleza de la vida porque no nos vamos a quedar solamente en las zonas oscuras a lo que ciertamente tendemos. Nos hará confrontar lo que somos y lo que vivimos con lo que es el deseo de Dios. Nos ayudará a descubrir el designio de Dios que nos va conduciendo entre los avatares de ese camino que hacemos pero tratando de descubrir lo bueno, intentando hacer lo mejor, queriendo darle belleza a la vida, dándole un sentido nuevo a cuando hacemos y vivimos.
Pero también Dios nos habla en cuanto sucede, en esos acontecimientos, y esa Palabra que Dios nos va diciendo a través de todo eso nos compromete, nos implica. Nos encontraremos acontecimientos incomprensibles, cosas que pueden enturbiar la felicidad de nuestro mundo porque llenan de sufrimientos a tantos. ¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados? ¿Seremos insensibles a cuanto sucede? Yo como creyente, como cristiano, en nombre del evangelio que trato de vivir ¿qué puedo hacer? ¿qué tengo que hacer?
Es descubrir allá en lo más hondo de nosotros mismos ese querer de Dios, ese camino nuevo que tendría que emprender, ese compromiso en el que tengo que implicarme. Me llevará a buscar lo mejor de nosotros mismos, de nosotros como persona, pero también de esas personas que están caminando a mi lado, para juntos tratar de hacer que nuestro mundo sea mejor.
Es lo que hacían los profetas, hacían una lectura de la historia que Vivian, de todos sus acontecimientos y trataban de manifestar lo que era el querer de Dios. Trataban de hacer sentir a la gente que Dios estaba con ellos y no les abandonaba. Qué visión más distinta hemos de tener de las cosas, de la vida, de la historia cuando miramos con esa mirada de Dios.

jueves, 26 de octubre de 2017

Creer en Jesús significará remar muchas veces con la mar en contra, con los vientos de frente sin dejarnos llevar por la corriente de lo que todos hacen creando una revolución en el mundo


Creer en Jesús significará remar muchas veces con la mar en contra, con los vientos de frente sin dejarnos llevar por la corriente de lo que todos hacen creando una revolución en el mundo

Romanos 6, 19-23; Sal 1; Lucas 12, 49-53
En ocasiones escuchamos frases que en principio y sobre todo por quienes nos las dicen nos resultan una paradoja; nos cuesta entenderlas, les damos vueltas porque de entrada nos parecen incomprensibles, pero quizá al final nos damos cuenta que tienen su significado, nos quieren decir algo, y al final terminan inquietándonos en nuestro interior.
Son palabras que en cierto modo se convierten en proféticas para nosotros, que encierran gran sabiduría y nos van a hacer mucho bien si llegamos a meternos de lleno en su significado. Producirán una inquietud en nuestro corazón, quizás un cierto desasosiego, pero nos harán despertar a una realidad más sublime o nos pondrán en caminos insospechados pero que nos van a hacer mucho bien.
Algo así nos sucede con lo que hoy escuchamos en el evangelio. No podíamos imaginar que Jesús nos dijera que no viene a traer la paz sino la guerra y que lo que quiere es prender fuego; ni que fuera un incendiario. Parece estar lejos de lo que es su mensaje que es siempre un mensaje de amor, un mensaje de paz. Podemos recordar el canto de los ángeles en su nacimiento, o podemos pensar en las palabras que normalmente les dice a los enfermos o a los pecadores cuando salen curados de su presencia, claro que también podríamos recordar su saludo de pascua después de la resurrección.
Pero es verdad, Jesús viene a poner inquietud en nuestro corazón; sembrar esperanza no significa que nos contentemos con lo que tenemos o cómo estamos. Es un mensaje de algo nuevo el que nos trae, eso significa precisamente evangelio, y ya desde el principio nos dice que tenemos que creer en la buena noticia. Pero esa bueno noticia no es para que nos quedemos adormilados en donde estamos; esa buena noticia nos pone en camino, siembra inquietud, nos hace querer buscar algo nuevo porque no estamos contentos con lo que tenemos.
Eso significará remar muchas veces con la mar en contra, con los vientos de frente. No es dejarnos llevar por la corriente de lo que todos hacen; cuantas veces decimos o escuchamos que nos dicen, eso es lo que hacen todos. Nos tenemos que rebelar contra eso porque queremos algo nuevo, porque Jesús nos ofrece algo nuevo.
Ya lo vemos en el evangelio que su presencia inquieta de tal manera que se va a encontrar con muchos en contra que lo llevarán hasta el Calvario. Pero frente a esa muerte a la que nos quieren conducir los que no quieren cambiar, los que se contentan con que todo siga igual, los que ambiciosos no quieren perder su poder o su influencia, Jesús nos ofrece la Vida porque El es la vida.
Frente a la maldad que reina alrededor y que se quiere meter también en los entresijos de nuestra alma, nosotros nos rebelamos, denunciamos, buscamos el cambio, queremos hacer esa revolución en nuestra vida, queremos la transformación de nuestro mundo.
Claro que el fuego que nosotros queremos prender en el mundo – es lo que Jesús nos ha enseñado – es el fuego del amor, es el fuego de su Espíritu, será el fuego que todo lo transformará aunque a veces nos parezca imposible por la fuerza de tanto mal que vemos en nuestro entorno y que quiere meterse también en nuestro corazón. Creemos en la fuerza del amor porque creemos en Jesús el que murió y resucitó, el que Vive para siempre y nos llena de su vida que nos transforma.
¿Paradójico lo que nos dice Jesús? Ya vemos que no es tan paradójico sino que tiene en si la fuerza transformadora del amor, tiene la lógica del amor verdadero que nos enseña a olvidarnos de nosotros mismos para darnos a los demás. Eso algunos no lo comprenderán, pero nosotros queremos vivirlo y que sea nuestro testimonio el que haga comprender a los demás la necesidad de un mundo nuevo transformado por el fuego del amor.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Preparados porque viene el Señor y nos sale al encuentro en ese mundo en que vivimos, en esos hermanos con los que nos cruzamos, en esas personas que están a nuestro lado

Preparados porque viene el Señor y nos sale al encuentro en ese mundo en que vivimos, en esos hermanos con los que nos cruzamos, en esas personas que están a nuestro lado

Romanos 6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48

‘Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá’. Así termina el texto del evangelio de hoy. Jesús les está hablando de la responsabilidad y la seriedad con que hemos de tomarnos la vida, porque aquellos dones que hemos recibido, como nos señala también en otros lugares del evangelio, no son para guardárnoslos sino para hacerlos fructificar.
Cada uno tenemos nuestros dones, nuestras capacidades y cualidades. Es cierto que no todos somos iguales, ni todos valemos para todo aunque en las responsabilidades de la vida tengamos que afrontar muchas cosas, batallar en diferentes frentes. Una cosa que sí tendríamos que hacer es conocernos, ser conscientes de nuestros valores, nuestras posibilidades; es necesario de vez en cuando detenernos para analizar nuestra vida y seguir descubriendo lo que valemos, esos dones que hay dentro de nosotros.
Muchas veces quizá tardan en aparecer, quizá no pensamos que valemos para determinadas cosas, o muchas veces en nombre de una falsa humildad nos queremos ocultar y no descubrir y reconocer lo que son todos nuestros valores. Quizá en un momento determinado al tener que enfrentarnos a algo inesperado y ser capaces de salir adelante nos hace caer en la cuenta de unos valores que estaban ahí como escondidos y que sin embargo son posibilidades en la vida.
Hemos de saber estar abiertos siempre a todo eso que podemos descubrir en nosotros. No por orgullo o vanagloria, sino en una autoestima que quizá tendríamos que recuperar. Equivocadamente hemos reprimido o nos han reprimido en nuestra educación cosas buenas que hay en nosotros y no hemos o no nos han ayudado a sacar a flote.
Pudiera parecer a alguien que me estoy alejando de lo que seria el comentario del evangelio pero pienso que no. Todo eso que hay en nuestra vida es un don de Dios; somos administradores de esos dones de Dios; y todo lo bello y hermoso que hay en el mundo y en la vida no es solo para cada uno en particular, sino que Dios ha puesto el mundo y toda la riqueza que hay en el mundo para bien de todos. La obra de su creación se la confió al hombre, es decir, a la humanidad toda. Y riqueza de ese mundo son nuestros valores, nuestras cualidades. Riqueza no para acaparárnosla para nosotros solos sino para bien de toda la humanidad.
Nos habla Jesús en el evangelio de la venida del Hijo del Hombre; puede ser una referencia al final de los tiempos, al juicio final de la historia, como podemos pensar también en esa venida, en esa presencia del Señor junto a nosotros en cada momento de nuestra vida. Y esa presencia de Dios en nosotros siempre nos abre a los demás, siempre nos abre a una trascendencia que no se solo pensar en la vida eterna más allá de la muerte, sino en ese trascendernos para ir al encuentro del otro, para llevar al otro lo que somos, lo que es nuestra vida y compartirlo con él.
‘Estad preparados porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre’, nos dice Jesús. Preparados, en cualquier hora, en todo momento, viene el Señor, nos sale al encuentro en esa presencia mística y maravillosa de su presencia divina, espiritual; pero viene el Señor y nos sale al encuentro en ese mundo en que vivimos, en esos hermanos con los que nos cruzamos, en esas personas que están a nuestro lado. ¿Qué respuesta le damos a esa presencia del Señor?

martes, 24 de octubre de 2017

Atención y vigilancia responsable para nuestro crecimiento humano y espiritual, para esa espiritualidad que ha de llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos

Atención y vigilancia responsable  para nuestro crecimiento humano y espiritual, para esa espiritualidad que ha de llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos

Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lucas 12, 35-38

‘A lo loco, a lo loco… a lo loco se vive mejor’ no sé si recordarán los que peinan canas ya como yo canciones como una letra así que circulaban en nuestros tiempos mozos. Estaba bien en medio de la alegría de la fiesta y de la diversión, sin embargo no lo podemos considerar una buena filosofía de la vida. Hacemos en un momento determinado locuras y parece que nos va bien, pero nos damos cuenta que la vida no nos la podemos tomar de esa manera. Es necesario una responsabilidad, una advertencia y vigilancia para que lo que hagamos sea siempre con un sentido y un valor.
Sí, en nuestra madurez humana, hemos de estar atentos y vigilantes ante lo que sucede, los que nos va apareciendo en la vida, los sentimientos o las cosas que nos puedan ir surgiendo en nuestro interior, lo que podamos ver en los demás. Es la prevención, si queremos, ante la validez ética de lo que hacemos, pero es también para que vayamos aprendiendo de la vida. el rumiar aquello que nos sucede, la reflexión sobre lo que vamos viendo o lo que nos sucede nos hace más maduros, nos hace profundizar y encontrar un sentido, nos hace también aprender una lección para nuestro caminar.
Aprendemos de lo que oímos cuando lo reflexionamos y asumimos en nuestro interior, pero vamos aprendiendo también de los golpes de la vida, porque en nuestra reflexión nos hace sacar consecuencias, darnos cuenta a donde nos pueden llevar los derroteros que vamos tomando y así nos harán enderezar caminos. Qué importante que seamos reflexivos en la vida, vayamos rumiando bien lo que vemos, lo que aprendemos, lo que nos sucede. Es una forma de crecer y madurar.
Es lo que nos recuerda Jesús hoy en el evangelio además con la trascendencia que desde la fe encontramos para nuestra vida. No es solamente estar atentos o prepararnos para el momento final, sino es el estar atentos en todas las circunstancias de la vida. Desde la fe hemos de saber descubrir la presencia del Señor y eso no lo podemos hacer de cualquier manera. Es cierto que es el Señor el que se nos manifiesta y es una gracia suya, pero a esa gracia hemos de responder y respondemos con esa atención para descubrirle y para descubrir lo que en todo momento nos va pidiendo.
‘Tened la cintura ceñida y encendidas las lámparas…’ nos dice. Es la actitud vigilante del administrador o del que tiene que cuidar de la casa. Administradores somos de esos bienes que Dios ha puesto en nuestras manos, empezando por la vida misma. Es la responsabilidad de nuestra propia existencia a la que hemos de llenar de valor y de sentido.
Es la luz encendida de nuestra vigilancia, pero es la luz encendida de nuestra fe, una fe que tenemos también que alimentar y que solo en Dios, en su unión con El, podremos purificarla y hacerla grande. Cuántas consecuencias tendríamos que sacar para nuestra vida, para nuestro crecimiento humano y espiritual, para esa espiritualidad que ha de llenarnos de sentido en todo lo que hacemos y vivimos. No podrá ser, entonces, a lo loco como hemos de vivir la vida, como comenzábamos diciendo en nuestra reflexión.

lunes, 23 de octubre de 2017

Busquemos los tesoros que nos conduzcan a la verdadera dignidad de la persona, nos hagan crecer por dentro y nos llenen de trascendencia

Busquemos los tesoros que nos conduzcan a la verdadera dignidad de la persona, nos hagan crecer por dentro y nos llenen de trascendencia

Romanos 4,20-25; Sal.: Lc 1,69-70.71-72.73-75; Lucas 12,13-21

Si yo me sacara la lotería, pensamos y ahora que viene el gordo de navidad todos estamos soñando con él, si tuviera suerte en ese bote que tiene la primitiva, y así vamos soñando y soñando continuamente a ver si un día nos cae… y ya pensamos que todos los problemas los tenemos resueltos, que ya no tendremos que andar con preocupaciones ni tener que levantarse a trabajar todos los días. Cuántas cosas nos vienen a la imaginación de lo que podríamos hacer si tuviéramos ese dinero, aunque no sé si luego realmente haríamos algo de todo eso que hemos soñado. ¿Serán esas las únicas metas de nuestra vida?
No estamos tan lejos de aquel rico del que nos habla Jesús hoy en la parábola. El realmente se lo había trabajado y aquel año había sido de buenas cosechas; había tenia que agrandar sus graneros para acumular toda su cosecha. Ya pensaba que todo lo tenía resuelto. También nosotros no lo ponemos todo en la suerte que nos podría caer, sino que quizá queríamos ver un efecto extraordinario del fruto de nuestro trabajo. Algunos quizá se afanan con sus malas artes en los negocios o en todo ese mundo de influencias y no se cuantas cosas entre las que nos movemos hoy. Y vendrán quizá detrás tantas cosas y consecuencias en este mundo tan corrupto en el que vivimos.
Todo esto tendría que hacernos pensar, como lo quiere Jesús en el texto que se nos propone en el evangelio. Por allá andaban dos hermanos peleándose pos cuestiones de herencias – no está tan lejos de lo que sucede en tantas familias hoy – y Jesús nos recuerda que no seamos tan codiciosos y tan avaros. Pero claro, todo eso arranca del sentido y del valor que le demos a las cosas y a la vida.
No nos dice Jesús que dejemos de lado nuestras responsabilidades, ni que no tengamos derecho a ver el fruto de nuestros esfuerzos y trabajos y que tenemos que buscar la manera, con buenas formas, de ir logrando una vida mejor y vivir con mayor dignidad. Pero claro la dignidad no está solo en el bienestar material, ni en los honores y reconocimientos que podemos recibir de los demás.
Hay algo más hondo en la vida de la persona que tenemos que saber buscar. Más hondo y con mayor altitud de miras. Porque no nos podemos quedar a ras de tierra, no nos podemos quedar en la materialidad de las cosas que manejamos con nuestras manos, no podemos pensar solo en el brillo que puedan tener los ahorros que acumulemos.
Hay otros tesoros en la vida que si nos conducen a una mayor dignidad de la persona. Es lo que tenemos que buscar. Es lo que de verdad nosotros crezcamos por dentro, no en lo que crece nuestro bolsillo.
Es la rectitud con que queremos vivir nuestra vida y es esa nueva mirada con que nos acercamos a aquellos con los que convivimos o con los que nos vamos encontrando en la vida. Son esos valores del espíritu que nos hacen verdaderamente grandes y que darán verdadera trascendencia a nuestra vida. Son esos valores que queremos vivir en la familia y tratamos de inculcar a nuestros hijos.
Es esa amabilidad y bondad que pongamos en la vida y que dan tinte y color a nuestras relaciones con los demás que cada día serán más armoniosas. Es lo que seamos capaces de hacer por los demás para ayudar a que todos vivamos con la misma dignidad y que harán que cada día nuestro mundo sea mejor.
Y todo eso no es algo que se compra o se venda con dinero o con riquezas y oropeles. Eso supera el valor económico que puedan tener unos billetes o unas monedas. Eso puede surgir de un corazón lleno de bondad y que aleja siempre de él toda malicia y que es capaz de olvidarse de si mismo para darse por los demás.
Busquemos los verdaderos valores, démosles esa profundidad a nuestra vida, llenemos nuestro espíritu de ese amor y de esa paz que no solo nos hará sentirnos bien por dentro sino que hará que también quienes estén a nuestro lado se sientan bien.

domingo, 22 de octubre de 2017

Cuando decimos ‘a Dios lo que es de Dios’ lo que estamos buscando es el bien de la persona porque la verdadera gloria de Dios es la felicidad del hombre

Cuando decimos ‘a Dios lo que es de Dios’ lo que estamos buscando es el bien de la persona porque la verdadera gloria de Dios es la felicidad del hombre

Isaías 45, 1. 4-6; Sal 95; 1Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21

La lucha por la vida muchas veces se nos convierte en una lucha de poderes; nos gusta el poder, ansiamos el poder, queremos tener poder; es la autosuficiencia que nos nace dentro, pero es el deseo de estar por encima, de poder más, de imponer lo mío o mis ideas, es la búsqueda y satisfacción solo de mis intereses, es la manipulación que pueda realizar de la vida, de las personas, de las cosas.
Si en verdad la responsabilidad de la vida, o las responsabilidades que tenemos que ejercer desde el ser miembros de una sociedad o una comunidad las viéramos como un servicio no tendríamos esa lucha de intereses egoístas por la que en nuestro orgullo queremos ser más y hasta nos podemos convertir en manipuladores. Y el peligro está en como en nuestras luchas hacemos una mezcolanza de cosas utilizando lo que sea para conseguir nuestros fines.
Y en nuestras luchas envolvemos a los otros y hasta podemos complicarles la vida. Queremos atraerlos a nuestro ámbito y queremos ser los que predominemos. Puede ser el poder a grandes niveles en cargos de gran responsabilidad, pero puede ser en ese ámbito más pequeño o más cercano en el que nos movemos, en la familia quizás, en el trabajo, con las personas que convivimos, con nuestros vecinos y con nuestros amigos.
Es cierto que no todos actúan así y muchos han comprendido bien lo que es el sentido de su responsabilidad y al sentirse miembros de un ente social quieren en verdad prestar los mejores servicios. Pero lo dicho anteriormente va como una llamada de atención ante los peligros en los que todos podemos caer y arrastrar a los demás.
Algo así podemos apreciar hoy en el evangelio en el entorno de Jesús en el que quieren envolverle a él también en sus intereses o acaso como no pueden buscan la forma de desprestigiar para quitarlo de en medio. Es una táctica que observamos también en el entorno de nuestra sociedad y nos tendría que hacer pensar.
No les convencía a ciertos sectores de la sociedad judía lo que Jesús les hablaba del Reino de Dios y la manera en que se los presentaba. En ese estilo nuevo de Jesús ellos no podían entrar para hacer sus manipulaciones. La imagen del Mesías con que Jesús se presentaba no era lo que ellos esperaban y estaban deseando. Les desconciertan las palabras y el mensaje de Jesús. Ya les había sucedido también a los discípulos más cercanos que discutían entre ellos por los primeros puestos o se valían también de sus artimañas humanas para lograr en sus sueños esas cotas de poder. ¿Seguirán siendo así entre los discípulos de Jesús hoy? Una pregunta que nos haría revisar muchas cosas también quizás en el seno de la Iglesia.
Pero vayamos a lo que nos cuenta el evangelio. Repetidamente vienen con preguntas capciosas tratando de coger a Jesús en algo que lo pudiera desprestigiar. Sumos sacerdotes y ancianos del sanedrín, fariseos y saduceos, los partidarios de Herodes o los Zelotas, cada uno por su lado quizás luchaba por su cuota de poder. Pero Jesús venía desmontándoles muchas cosas. No pueden con él con la interpretación de los mandamientos principales de la ley lo que irrita a maestros de la ley y fariseos, no podrán cogerle aprovechándose de las palabras estrictas de la ley para hacer que Jesús también condene cuando tanto hablaba de misericordia y de perdón (ahí está el caso de la mujer adultera que no pueden apedrear), no terminan de aceptar lo que Jesús les habla de la pureza interior que es la verdadera y que no podemos andar como sepulcros blanqueados apoyándonos solo en apariencias…
Ahora se valdrán de los partidarios de Herodes que se niegan a pagar los tributos que les imponen los romanos. Y es la cuestión que le plantean. ¿Es licito pagar el impuesto al César o no? Claro que entran con palabras capciosas alabando la sinceridad de Jesús y cómo no se casa con nadie ni se deja manipular; nuestras estrategias… con la moneda de curso legal que todos llevan en sus bolsas Jesús les desmonta la pregunta. ¿Es la imagen del Cesar? Pues como son dineros del César de él tenéis que depender. Pero lo que es de Dios hay que dárselo a Dios.
Mucho quiere decirles Jesús con esta respuesta que no es una simple salida diplomática, digamos así. ¿Qué es lo que quiere Dios de nosotros? ¿Qué nos pide? Si nos fijamos en sus mandamientos nos daremos cuenta que la gloria de Dios es el bien del hombre. En la sublimidad del evangelio de Jesús todo lo resumiremos en una palabra, el amor. Pero fijémonos bien que ese amor es respeto por el hombre, es valoración de la persona, es sinceridad de vida, es búsqueda del bien para todo hombre, es esa pureza interior que nos hace tratar siempre sin maldad ni malicia a los que están a nuestro lado, es esa rectitud de vida que busca siempre lo bueno, es esa cercanía a la persona, a toda persona que nunca lo manipulará sino que siempre le ofrecerá lo mejor de si mismo. No otra cosa nos piden los mandamientos del Señor.
Cuando vamos haciendo todo esto estamos buscando la gloria de Dios que es el bien del hombre. Para eso nos ha creado, nos ha dado la vida y ha puesto el mundo en nuestras manos. Y ese mundo no es nuestro, es una criatura de Dios pero que está al servicio de todo hombre, de todos los hombres. No podemos acaparar, no nos lo podemos coger para nosotros solos, no podemos adueñarnos de la vida de nada ni de nadie. En nuestro corazón siempre tienen que sonar los sones de la solidaridad y de la justicia. Son los caminos nuevos que nos ofrece el evangelio. Todo en nosotros ha de ser siempre servicio, porque es ahí donde de verdad nos engrandecemos. Esa es la mayor gloria del hombre.
Qué lejos quedan entonces aquellas ansias de poder y de grandezas humanas, que lejos de nosotros la manipulación y el acapararlo todo para nosotros solos, que lejos quedan aquellos pedestales en los que en nuestro orgullo queríamos subirnos. Es el estilo nuevo del Reino de Dios. El es nuestro único Señor y su gloria será siempre el que busquemos el bien del hombre, de la persona, haciendo entre todos un mundo mejor.