La mirada del creyente sobre la vida y la historia es una mirada distinta porque la queremos hacer con los ojos de Dios
Romanos 7,18-25ª; Sal 118; Lucas 12,54-59
La experiencia de lo que vivimos es una buena maestra para la vida. Pudiera
sucedernos que aprendemos más desde las cosas que nos pasan en la vida que de
lo que sesudamente alguien haya intentado enseñarnos quizá de una manera más teórica.
Claro que para eso es necesario que seamos personas reflexivas, que seamos
capaces de detenernos en las cosas que nos suceden o que contemplamos en
nuestro entorno, que nos dejemos admirar quizá por pequeñas cosas de esas que
suceden cada día pero que sin embargo pudieran tener muchas enseñanzas para
nosotros. Es la reflexión que nos hace crecer en la vida, que nos hace personas
maduras, que nos ayudará a darle esa profundidad, esa sabiduría a la vida.
Nuestros mayores observaban lo que sucedía en la naturaleza, los
movimientos de las nubes o lo que iba sucediendo en las distintas fases de la
luna, y esa observación les permitía ir adquiriendo una sabiduría natural que podía
hacerles predecir la climatología que iban a tener porque de ahí dependían sus
siembras y sus cosechas. Hoy, es cierto, lo hacemos de una manera más científica,
porque son ya quizás otros medios con los que se puede contar y nos pueden dar
mas certeras predicciones.
Pero no venimos a reflexionar aquí para hacer predicciones climatológicas
o cosas en ese sentido, sino que eso nos puede servir de base para otras más
profundas reflexiones que tenemos que hacernos de cuanto nos sucede. Será la
marcha de nuestra sociedad, los derroteros por donde caminamos, o lo que
tenemos que aprender para no caer siempre en los mismos errores y aprendamos a
hacer que nuestro mundo sea mejor.
Pero el creyente tendría que saber tener una visión profética de
cuanto nos sucede para saber descubrir la presencia de Dios que nos habla también
a través de los acontecimientos. Cuando empleamos la palabra profética la tentación
fácil es pensar que el profeta es el que hace una predicción de futuro, de lo
que va a suceder. Pero la visión profética es algo, por así decirlo, en cierto
modo distinto y no es solo cuestión de predicciones de futuro. Es mirar la vida
con la mirada de Dios.
Eso nos hará mejor contemplar la belleza de la vida porque no nos
vamos a quedar solamente en las zonas oscuras a lo que ciertamente tendemos.
Nos hará confrontar lo que somos y lo que vivimos con lo que es el deseo de
Dios. Nos ayudará a descubrir el designio de Dios que nos va conduciendo entre los
avatares de ese camino que hacemos pero tratando de descubrir lo bueno,
intentando hacer lo mejor, queriendo darle belleza a la vida, dándole un
sentido nuevo a cuando hacemos y vivimos.
Pero también Dios nos habla en cuanto sucede, en esos acontecimientos,
y esa Palabra que Dios nos va diciendo a través de todo eso nos compromete, nos
implica. Nos encontraremos acontecimientos incomprensibles, cosas que pueden
enturbiar la felicidad de nuestro mundo porque llenan de sufrimientos a tantos.
¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados? ¿Seremos insensibles a cuanto
sucede? Yo como creyente, como cristiano, en nombre del evangelio que trato de
vivir ¿qué puedo hacer? ¿qué tengo que hacer?
Es descubrir allá en lo más hondo de nosotros mismos ese querer de Dios,
ese camino nuevo que tendría que emprender, ese compromiso en el que tengo que
implicarme. Me llevará a buscar lo mejor de nosotros mismos, de nosotros como
persona, pero también de esas personas que están caminando a mi lado, para
juntos tratar de hacer que nuestro mundo sea mejor.
Es lo que hacían los profetas, hacían una lectura de la historia que Vivian,
de todos sus acontecimientos y trataban de manifestar lo que era el querer de
Dios. Trataban de hacer sentir a la gente que Dios estaba con ellos y no les
abandonaba. Qué visión más distinta hemos de tener de las cosas, de la vida, de
la historia cuando miramos con esa mirada de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario