Atención y vigilancia responsable para nuestro crecimiento humano y espiritual, para esa espiritualidad que ha de llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos
Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lucas 12, 35-38
‘A lo loco, a lo loco… a lo loco se vive mejor’ no sé si
recordarán los que peinan canas ya como yo canciones como una letra así que
circulaban en nuestros tiempos mozos. Estaba bien en medio de la alegría de la
fiesta y de la diversión, sin embargo no lo podemos considerar una buena filosofía
de la vida. Hacemos en un momento determinado locuras y parece que nos va bien,
pero nos damos cuenta que la vida no nos la podemos tomar de esa manera. Es
necesario una responsabilidad, una advertencia y vigilancia para que lo que
hagamos sea siempre con un sentido y un valor.
Sí, en nuestra madurez humana, hemos de estar atentos y vigilantes
ante lo que sucede, los que nos va apareciendo en la vida, los sentimientos o
las cosas que nos puedan ir surgiendo en nuestro interior, lo que podamos ver
en los demás. Es la prevención, si queremos, ante la validez ética de lo que
hacemos, pero es también para que vayamos aprendiendo de la vida. el rumiar
aquello que nos sucede, la reflexión sobre lo que vamos viendo o lo que nos
sucede nos hace más maduros, nos hace profundizar y encontrar un sentido, nos
hace también aprender una lección para nuestro caminar.
Aprendemos de lo que oímos cuando lo reflexionamos y asumimos en
nuestro interior, pero vamos aprendiendo también de los golpes de la vida,
porque en nuestra reflexión nos hace sacar consecuencias, darnos cuenta a donde
nos pueden llevar los derroteros que vamos tomando y así nos harán enderezar
caminos. Qué importante que seamos reflexivos en la vida, vayamos rumiando bien
lo que vemos, lo que aprendemos, lo que nos sucede. Es una forma de crecer y
madurar.
Es lo que nos recuerda Jesús hoy en el evangelio además con la
trascendencia que desde la fe encontramos para nuestra vida. No es solamente
estar atentos o prepararnos para el momento final, sino es el estar atentos en
todas las circunstancias de la vida. Desde la fe hemos de saber descubrir la
presencia del Señor y eso no lo podemos hacer de cualquier manera. Es cierto
que es el Señor el que se nos manifiesta y es una gracia suya, pero a esa
gracia hemos de responder y respondemos con esa atención para descubrirle y
para descubrir lo que en todo momento nos va pidiendo.
‘Tened la cintura ceñida y encendidas las lámparas…’ nos dice.
Es la actitud vigilante del administrador o del que tiene que cuidar de la casa.
Administradores somos de esos bienes que Dios ha puesto en nuestras manos,
empezando por la vida misma. Es la responsabilidad de nuestra propia existencia
a la que hemos de llenar de valor y de sentido.
Es la luz encendida de nuestra vigilancia, pero es la luz encendida de
nuestra fe, una fe que tenemos también que alimentar y que solo en Dios, en su unión
con El, podremos purificarla y hacerla grande. Cuántas consecuencias tendríamos
que sacar para nuestra vida, para nuestro crecimiento humano y espiritual, para
esa espiritualidad que ha de llenarnos de sentido en todo lo que hacemos y
vivimos. No podrá ser, entonces, a lo loco como hemos de vivir la vida, como comenzábamos
diciendo en nuestra reflexión.
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