Madurez
y profundización en nuestra vida cristiana dejándonos conducir por el Espíritu
con una profunda espiritualidad
Hechos de los apóstoles 16, 1-10; Sal 99;
Juan 15, 18-21
Muchas veces nos puede la inseguridad
en lo que hacemos o decimos. Quizás nos falta tener ideas claras, pero también
la suficiente madurez para saber mantener nuestra postura sin dejarnos influir
por miedos, desconfianzas – que son muchas veces en nosotros mismos – o temor a
que lo que hacemos no sea, como se suele decir, lo políticamente correcto. ¿Y
qué es actuar según lo políticamente correcto? Pues ocultar nuestra
personalidad, dejarnos influir por el ambiente, por lo que los otros piensan o
dicen, y si aquello que yo voy a expresar se va a encontrar en contradicción a
lo que piensan los demás, me lo callo y me acomodo.
Quizás nos sentimos apabullados por la
palabrería de los demás, crea inquietud en nuestro corazón lo que vemos que
hacen los demás pero no somos capaces de enfrentarnos, optamos por la callada o
a algo parecido a la huida. ¿Dónde está nuestra personalidad? ¿Por qué tenemos
que andar siempre con acomodos y no somos capaces de entrar en un diálogo
abierto y valiente con los que nos rodean para expresar también nuestra
opinión? Se habla mucho hoy de libertad de opinión, pero muchas veces en los
que escuchamos parece que los únicos que pueden tener libertad para expresarse
son ellos y lo demás no vale nada, y así nos achicamos y nos escondemos. No es
fácil, es cierto, entrar en diálogo con los demás.
Eso que puede pasar en muchas facetas
de la vida, es algo desgraciadamente muy común en nuestra vida cristiana, en la
vida de muchos cristianos. Nos cuesta enfrentarnos al mundo que nos rodea que
parece que quiere apabullarnos, y con aquello que decíamos de la libertad de
expresión hoy en nuestra sociedad pareciera que los únicos que tienen libertad
de expresión son los que van contra todo sentido religioso o van contra la
Iglesia. Si quieres expresar tu pensamiento desde tus principios y tu fe, no se
nos respeta y vienen las descalificaciones y no sé cuantas cosas más.
Lo que hoy Jesús nos dice en el
evangelio es querer prevenirnos precisamente para eso que nos vamos a encontrar
en el mundo. Como no queremos actuar según los criterios del mundo, como decíamos
antes, simplemente actuando desde lo políticamente correcto, nos vamos a
encontrar oposición y persecución.
‘Si el mundo os odia, sabed que me
ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría
como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido
sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia’, nos dice Jesús. Y no recuerda que el siervo no es
más que su amor, que lo que hicieron con El con nosotros también lo harán.
Haciendo una lectura lineal del
evangelio y viendo los acontecimientos que siguieron a estas palabras, llegamos
quizá a comprender que los discípulos tuvieran miedo a los judíos y por eso en
el día de Pascua estaban encerrados en el Cenáculo. Si a Jesús habían logrado
llevarlo hasta la Cruz, ¿qué no harían con sus discípulos? Claro que aun no habían
recibido la fuerza del Espíritu que Jesús les había prometido. Más tarde cuando
el sanedrín les prohíbe hablar de Jesús e incluso llegan a azotarlos, ellos
salen contentos por haber padecido por el nombre de Jesús.
Jesús nos anuncia lo que nos podrá
pasar, la oposición y persecución incluso que vamos a tener que sufrir, pero
nos promete la asistencia y la fuerza del Espíritu. En los próximos días lo
iremos escuchando en el evangelio en esta cercanía ya al final del tiempo
pascual y a la fiesta del Espíritu, la fiesta de Pentecostés.
Todo esto nos hace pensar en la
necesaria madurez y profundización de nuestra vida cristiana. Algunas veces
somos demasiado infantiles, y nos dejamos influenciar por esos miedos y temores
al qué dirán o a lo que puedan hacer incluso con nosotros. Tenemos que
fortalecernos en el Espíritu del Señor, tenemos que profundizar en nuestra fe
para que nos sintamos seguros, tenemos que ahondar en una verdadera
espiritualidad porque será desde esa hondura donde podremos en verdad con la
fuerza del Espíritu dar respuesta a los retos que se nos plantean hoy en
nuestro mundo.