Tenemos
que despertar, buscar con intensidad lo que haga que nuestra fe y vida
cristiana esté enraizada en Jesús y en el evangelio, tener la creatividad del
Espíritu del Amor
Hechos de los Apóstoles 9, 26-31; Sal. 21;
1Juan 3, 18-24; Juan 15, 1-8
Tengo un amigo que trabaja en la
agricultura, en concreto, en la recolección de la fruta, pero hay ocasiones en
que me dice que al día siguiente lo envían a otra cosa, lo envían a la poda o
lo envían a quitar chupones; para que se pueda tener buena fruta es necesario
cuidar debidamente la planta, el árbol o lo que sea de lo que recogemos la
fruta, por eso cada año se necesita la poda, como también cada cierto tiempo se
cortan o arrancan los chupones que son esos ramajes que muchas veces surgen
pero que no dan ningún fruto y lo que hacen es chuparle la vida al árbol.
Aparte de yo ser también hijo de
agricultores y vivir en un lugar donde se cultiva intensamente la vid, me vino
también la imagen del trabajo de este amigo que he mencionado al escuchar hoy
el evangelio. De eso nos habla Jesús como una imagen de gran riqueza para
nuestra vida cristiana.
Hemos de reconocer que en muchas
ocasiones nuestra vida cristiana es mediocre, no se ven los frutos que tendrían
que resplandecer. Un poco nos contentamos, como solemos decir, en lo de siempre
– siempre se ha hecho así, decimos para contentarnos – y la vida que
contemplamos muchas veces en nuestras comunidades es lánguida, pobre, amorfa,
donde falta valentía para hacer un anuncio claro del evangelio, para lanzarnos
a algo más y desear poder llegar a los más lejanos, o nos cargamos de rutinas y
tibiezas en las que no brilla lo suficiente el compromiso por un auténtico
amor.
De muchos sarmientos inútiles que como
chupones estamos rodeados o tenemos en nuestra propia vida; nos vamos
consumiendo en hacer lo de siempre pero nos faltan iniciativas, riesgo para
lanzarnos en la búsqueda de algo nuevo para vivir con intensidad el evangelio y
para poder mejor hacerlo llegar a todos; nuestros templos se nos vacían, nos
faltan elementos jóvenes y con ardor en nuestras comunidades que manifiesten la
energía de nuestra fe y la energía que tendría que brillar en nuestra
comunidad; algo nos está fallando que no trasmitimos el evangelio a los demás,
no contagiamos de nuestra fe a los que nos rodean.
Es esa tibieza espiritual en la que
vivimos porque nos falta poner en práctica esto que hoy nos señala Jesús en el
evangelio. Tener fe en Jesús no es solo cuestión de tener unas ideas que
mantenemos como tradiciones en nuestra vida sino que es necesario que en verdad
estemos bien enraizados en Jesús. El hoy nos está repitiendo que sin El nada
somos ni nada podemos hacer. Como el sarmiento que no está unido, enraizado en
la cepa para que tenga la misma savia, la misma vida.
Pero también Jesús nos habla de la poda
que es necesario realizar para quitar aquellos sarmientos que no dan fruto,
pero Jesús aun más nos dice que a los que dan fruto el viñador los poda para
que den mejores frutos. Y es donde tenemos que mirar con sinceridad nuestra
vida. Muchas cosas hemos dejado apegar a nuestro corazón y que se convierten en
rémoras en nuestro caminar, porque son un peso muerto, porque no nos dejan
avanzar, porque nos van arrastrando y casi empujándonos hacia atrás. Como esos
chupones, como esos sarmientos inservibles.
Y aquí tendríamos que revisar actitudes
pasivas y negativas que hemos ido dejando introducir en nuestra vida que se
convierten en rutinas, que nos llevan a esas posturas de tibieza, que nos
llenan de miedos y cobardías, que nos van quitando esa capacidad de iniciativa
y esa creatividad que tendría que haber en un corazón lleno de amor.
Son las cojeras de la vida cristiana
con que andamos en nuestras comunidades que se han dedicado más a conservar que
a abrirse a la iniciativa y creatividad para llegar a nuestros campos, para
realizar cosas nuevas, para intensificar todo lo que significa el compromiso de
nuestro amor. Nos encontramos así comunidades empobrecidas y envejecidas que no
es cuestión solo de años o de la edad que tengamos, comunidades demasiado
ritualistas quizás y por otra parte muy rutinarias en sus costumbres y
tradiciones, comunidades a las que les falta vida.
Tenemos que despertar, tenemos que
volver a la fuente, tenemos que buscar con intensidad lo que haga que nuestra
fe y en consecuencia nuestra vida cristiana esté verdaderamente enraizada en
Jesús y en el evangelio, tenemos que despertar de nuevo la esperanza y la
ilusión en el trabajo pastoral, tenemos que abrirnos a esa creatividad que nos
da el Espíritu del Amor. Para eso tenemos que estar muy unidos a Jesús porque
sin El nada somos ni nada podremos hacer.
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