Cultivemos
nuestra espiritualidad, buscando desde nuestra oración y la escucha de la
Palabra, alimento y Viático de nuestra vida, en esa identificación con Jesús
Hechos de los apóstoles 13, 44-52; Sal 97;
Juan 14, 7-14
‘Es igualito que se padre’, habremos dicho o habremos escuchado esa expresión
alguna vez; o en referencia a la madre ‘se parece en todo a su madre’,
haciendo que esa madre se sienta orgullosa y con esas palabras vea premiados
sus desvelos, el amor de madre que puso en la educación de aquel hijo. Y no es
que en esos parecidos nos estemos refiriendo a parecidos físicos sino que es
algo mucho más hondo en lo que descubrimos esa identificación, como todos
comprendemos.
Ante la petición que le hace uno de los
apóstoles en la ultima cena ‘Muéstranos al Padre y eso no basta’, Jesús
le responde ‘Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre’, para añadir a
continuación ‘yo estoy en el Padre y el Padre en mí’. Y es que no podía
ser de otra manera. Jesús viene a mostrarnos el rostro de Dios y en el actuar
de Jesús, en las obras de Jesús, en toda su vida estaremos siempre viendo las
obras de Dios, a Dios mismos. ‘Yo y el Padre somos uno’, nos dirá en
otro momento. Por eso había comenzado diciéndonos; ‘Si me conocierais a mí,
conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto’.
‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad’ nos dice la carta a los
Hebreos que fue la voluntad y fueron las palabras de Jesús en su entrada en el
mundo. ‘Mi alimento es hacer la voluntad del Padre’, nos dirá en otro
momento. Y continuamente se nos estará manifestando con el enviado del Padre
que realiza las obras que el Padre quiere. Nos habla de esa unidad en una misma
naturaleza divina que hay entre las tres divinas personas, el Misterio de la
Trinidad de Dios. Pero vemos a lo largo del evangelio cómo Jesús busca esa
unidad con el Padre, se retira a solas a orar lo vemos repetidamente y si nos
enseña cómo hemos de orar nosotros llamando a Dios Padre es porque quiere que
nosotros vivamos también esa unidad con Dios.
En ese diálogo de Jesús con los
apóstoles hay una queja por parte de Jesús. No han terminado de conocer a
Jesús. ‘Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?’.
Grande ha sido la intimidad con que Jesús se ha manifestado con sus discípulos.
Era una convivencia diaria por donde quiera que fueran. Cuando convivimos con
tal intensidad justo es que lleguemos a conocernos; vamos conociendo el secreto
de cada ser y de alguna manera en nuestro amor vamos cada vez más identificándonos
con aquella persona amada.
Es lo que pueden decir los que se aman,
los que son amigos o los que se sienten cercanos, o los que llegan a una
intimidad más profunda por el amor. Aunque bien sabemos que muchas veces nos
cegamos y no es ya que nos ciegue el amor sino que muchas veces son otras
cosas, otros intereses que dejamos meter en medio de nuestra relación y
terminamos desvirtuando ese conocimiento. Son tentaciones a las que todos
estamos sometidos y que tendríamos que saber superar.
Es lo que nos pasa muchas veces en todo
lo que hace referencia a nuestra vida cristiana y al conocimiento que
tendríamos que tener de Jesús. Si en verdad viviéramos nuestra unión con Jesús
como de un cristiano tendría que esperarse estaríamos totalmente identificados
con Jesús de manera que quien nos viera a nosotros necesariamente tendría que
dirigir su corazón a Dios. Pero nos falta mucho en esa identificación con
Jesús, ese nosotros hacernos uno con El.
Serán, como decíamos antes, intereses
que metemos por medio en nuestra relación con El, será falta de interés por
nuestra parte para llegar a tener ese conocimiento de Jesús, será ese poco
cultivo espiritual que hacemos de nuestra vida y donde en consecuencia no
crecemos en esa espiritualidad cristiana que tendría que sostener nuestra vida,
serán nuestras superficialidades o el materialismo de la vida que nos hace
encerrarnos en una visión excesivamente terrena y material de la vida. Como
decíamos, son muchas las tentaciones que nos acechan y que tenemos que aprender
a superar.
Cultivemos nuestra espiritualidad,
busquemos la manera de vivir desde nuestra oración en esa unión íntima y
profunda con Jesús, crezcamos en el conocimiento de la Palabra de Dios que sea
siempre el alimento de nuestra vida y el Viático que nos acompaña. ¿Podría alguien
llegar a decir de nosotros ‘igualito a Jesús’?
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