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miércoles, 28 de abril de 2021

El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y con el mundo

 


El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y con el mundo

Hechos de los apóstoles 12, 24 — 13, 5ª; Sal 66; Juan 12, 44-50

No nos gusta caminar a oscuras, rehuimos todo lo que sea tinieblas; gracias a Dios ya de manera habitual nuestras vías y caminos están lo suficientemente iluminados, claro que alguna ocasión nos encontramos con un fallo de energía y nuestro entorno se queda en tinieblas; qué incómodos nos sentimos, cómo buscamos remedios y soluciones para que no nos falte esa luz por donde hemos de caminar y ya hasta con algo tan elemental que casi todos llevamos al bolsillo nuestros teléfonos móviles o celulares se convierten en linternas que nos iluminen en la oscuridad.

Tenemos, es cierto, ese ansia de luz y sin ella no nos lo podemos pasar, pero quizás tengamos que preguntarnos si otra luz que necesitamos en la vida la buscamos con el mismo interés y dedicación. No queremos andar sin luz y algunas veces caminamos en tinieblas; nos falta un sentido, algo que dé valor a lo que hacemos y vivimos, algo que nos ilumine dándonos razones para vivir y para luchar, para confiar en si mismo, en los demás o en algo que desde lo profundo sea motor de nuestras vidas. Y muchas veces nos encandilamos y no buscamos la mejor luz sino la que más aparenta aunque sea fatua.

Yo creo que todo ser humano necesita esa luz en su vida, esa luz que a la larga es una sabiduría que nos hará saborear la vida de verdad, que, como decíamos, nos dé motivos y fuerzas para luchar y para darle intensidad a la vida. Es cierto que se nos puede ofrecer un abanico amplio de posibilidades pues tenemos diferentes maneras de pensar y de enfocar las cosas, y surgen las filosofías y las ideologías aunque no las podemos poner todas en el mismo rasero, recibiremos influencias de un lado y de otro porque cada uno querrá atraparnos para que sigamos su camino, en muchas ocasiones tenemos el peligro de caer en un sincretismo que todo lo mezcla y eso nos puede llevar también a la confusión y al despiste. Pero creo que es una búsqueda esencial para todo ser humano, la búsqueda de esa luz.

Nosotros los cristianos tenemos la suerte de tener a mano esa luz, porque tenemos a Cristo Jesús. Así se nos presenta en el evangelio y así nos invita a dejarnos iluminar por su luz. En sus palabras es un mensaje que se repite y diversas son las imágenes que como signos se presentan delante de nosotros a lo largo de todo el evangelio. Hoy nos lo vuelve a repetir.

El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas’.

Creer en Jesús es creer en el Padre que lo ha enviado, ver a Jesús es ver y conocer a Dios. Recordamos como le insistían los discípulos en el discurso de la última cena que le mostrara al Padre, que eso les bastaba. ‘Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre’, le replica Jesús. ‘Nadie va al Padre, sino por mí’. El camino para el encuentro con Dios, el camino único y certero de vivir la vida de Dios. ‘El que me ve a mí, ve al que me ha enviado’, que nos dice hoy.

‘Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas’, nos ha seguido diciendo. Como nos dirá en otro momento ‘Yo soy la luz del mundo’. Es la luz que nos ilumina y nos hace salir de las tinieblas, ‘no quedará en tinieblas’.  Es la luz que se convierte en el sentido verdadero de la vida. Es la luz que nos conduce a la plenitud. Es la luz que es la sabiduría de nuestra vida. Es la luz que nos da profanidad y sentido a todo. Es la luz que nos conduce a Dios.

Tenemos esa luz y aun seguimos en tinieblas porque no le hemos dado verdadera profundidad a nuestra fe; nos contentamos con una fe superficial, sin conocimiento y profundización de verdad del sentido de la fe; la ponemos como una etiqueta pero sin que de verdad el producto que es nuestra vida se haya deja transformar por esa fe. De una vez por todas tenemos que decidirnos a cultivar a fondo nuestra fe; necesitamos leer más y meditar el evangelio, no dándonoslo por sabido como tantas veces hacemos; necesitamos crecer en nuestra espiritualidad porque desde lo hondo de nosotros mismos con la fuerza y la influencia del Espíritu del Señor crezcamos en esa unión con Dios.

El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y a la tarea que tenemos que realizar en medio del mundo.

1 comentario:

  1. Muchas gracias!! Estas palabras son un bálsamo al corazón. ¡Gloria al Señor que nos da las palabras justas en el momento preciso!
    Bendiciones!!

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