El
seguimiento de Jesús es el camino que hemos emprendido desde una llamada de
amor pero el camino que queremos hacer con mucho amor en nuestro corazón
1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30
Cuando tenemos que hacer un largo
camino, quizás de entrada lo hacemos con entusiasmo, las metas que nos hemos
propuesto alcanzar parece que nos hacen sentirnos con fuerza, pero en la medida
en que el camino se va alargando, van apareciendo dificultades y tropiezos, nos
aparece el cansancio y nuestra debilidad, podemos perder aquel entusiasmo
inicial o también algunas veces nos vemos como derrotados por las adversidades
con que nos encontramos; nos cuesta avanzar, nos sentimos débiles, serán un
aliciente para nosotros los compañeros de camino y si nos encontramos señales
que nos hablen de su cercanía parece que vemos renovadas nuestras fuerzas.
Entendemos que lo dicho hasta aquí nos
puede hablar de un camino, una peregrinación, como también de los trabajos que
emprendemos en la vida poniendo en nuestro camino metas que aspiramos alcanzar,
en nuestra realización personal como en los logros incluso materiales que
podemos lograr en aquellas empresas que emprendamos. Ya estamos haciendo
referencia a esa realización personal como personas, como individuos y aquí
podemos ver todo lo que atañe a nuestro crecimiento y desarrollo personal, a la
vivencia de una vocación o a todo lo que hace referencia a lo que es la
vivencia de nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús.
Hay momentos en que nos aparecen los
cansancios y los desalientos; nos pueden parecer muy altas e inalcanzables
nuestras metas o nos damos cuenta de nuestra pobreza humana y de nuestra
debilidad. Somos humanos y somos pecadores; somos seres de carne y hueso y
estamos llenos de debilidades que nos aparecen en múltiples tentaciones; nos
vemos rodeados de tantas cosas que se nos presentan como muy atractivas y puede
aparecer la confusión en nuestro corazón; sentimos los cantos de sirena que nos
invitan a una vida cómoda y fácil, donde no tengamos que realizar grandes
esfuerzos y nos cegamos; vemos la aparente vida de triunfadores de tantos en la
vida sin que realicen los esfuerzos que nosotros realizamos y pensamos si acaso
habremos equivocado el camino. Son muchos los desalientos que nos pueden
aparecer en nuestro entorno. ¿Se nos habrá enfriado el amor?
¿Lo que nosotros queremos realizar es
el camino del seguimiento de Jesús? Pues escuchemos a Jesús y seamos capaces de
ver su presencia junto a nosotros haciendo con nosotros el camino. La imagen de
los discípulos de Emaús puede ser una buena imagen que nos sirva de aliento.
Iban cansados de la vida, desalentados y perdidas las esperanzas, defraudados y
frustrados porque ellos no habían visto el cumplimiento de las palabras de
Jesús. Pero Jesús iba a su lado.
A pesar del desaliento fueron capaces
de centrarse en la conversación para ponerse a escuchar al caminante que iba a
su lado. Le dejaron hablar, porque tenemos el peligro de que cuando estamos muy
encerrados en nuestras negruras todo sea una obsesión para nosotros y ni seamos
capaces de escuchar a quien nos pueda ofrecer palabras de luz y de vida. Luego
se darían cuenta como les ardía el corazón mientras les hablaba.
Pues escuchemos lo que hoy nos dice
Jesús. ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo
es llevadero y mi carga ligera’.
¿Estamos cansados, defraudados, nos sentimos débiles y sin fuerzas? Vayamos hasta Jesús que en El encontraremos descanso para nuestras almas. Nos puede parecer duro y exigente el camino y la meta que nos propone, pero es que lo estamos mirando ya de antemano casi como un camino imposible; cuando en nuestra imaginación agrandamos la montaña más difícil se nos hará subir a ella.
Por eso tenemos que darnos cuenta lo
que significa el camino de Jesús. Es el camino que hemos emprendido desde una
llamada de amor pero el camino que queremos hacer con mucho amor en nuestro
corazón. Y cuando hacemos las cosas desde el amor y con amor se nos van a hacer
más fáciles, más llevaderas. El amor es la fuerza de nuestra vida. Y cuando
decimos que queremos ser cristianos no es cuestión de comenzar planteándonos si
tenemos o no tenemos muchas cosas que hacer, sino que solamente hemos de mirar
el amor en el que nos sentimos cogidos y esa respuesta de amor que nosotros
vamos a dar.
No seguimos a Jesús, no podemos decir
que nos llamamos cristianos porque cumplamos con unos reglamentos con mayor o
menor fidelidad. No es un yugo ni una carga a los que nos vamos a sentir
atados, sino un camino de amor. Seguimos a Jesús porque entramos en la órbita
de su amor, nos sentimos amados de Dios y ponemos a juego todo nuestro amor.
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