Humildes nos ponemos en las manos de Dios y nos confiamos en su providencia sintiéndonos seguros en el Señor
2Corintios
12, 1-10; Sal
33; Mateo
6, 24-34
La fábula nos habla de la hormiguita que no cejaba en
su empeño de ir guardando cada día en su granero para cuando llegara el invierno
mientras la cigarra no paraba de cantar cada día sin preocuparse de hacer
acopio de lo necesario para cuando llegaran los tiempos difíciles y de escasez.
El mensaje de la fábula pretende enseñarnos cómo hemos de preocuparnos de
nuestra responsabilidad de cada momento también pensando en el futuro y cómo no
podemos desentendernos de nuestros trabajos y responsabilidades.
Pero el cumplimiento de nuestras responsabilidades no
se puede convertir en un agobio. Responsables, sí, porque tenemos un mundo en
nuestras manos, con unos valores, con unas responsabilidades, con una tarea que
realizar, comenzando, si queremos decirlo así, por el desarrollo de nuestra
propia vida personal, pero también nuestra familia, pero mirando al mismo tiempo
ese mundo que nos rodea, esa sociedad en la que convivimos y donde tenemos
también que dejar nuestra huella.
Pero el cumplimiento de nuestras responsabilidades no
nos ha de hacer perder la paz, porque es cierto que tenemos que valorarnos a
nosotros mismos, confiar en nuestras capacidades, pero también sabemos que
tenemos nuestra vida en las manos de Dios. Por otra parte tampoco podemos
convertir esos medios materiales de los que nos valemos en el desarrollo de
nuestra vida en dioses de nuestra existencia. Es lo que nos puede suceder si
vivimos en ese agobio del tener, de la riqueza, de esos medios materiales como
si fuera lo único importante de nuestra vida.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que ‘Nadie puede estar al servicio de dos amos.
Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero’. Y
también nos dice que ‘No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a
comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir’. Por eso
terminará diciéndonos que sobre todo busquemos el reino de Dios y su justicia;
que lo demás se nos dará por añadidura. ‘Por
tanto, nos dice, no os agobiéis por
el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus
disgustos’.
Responsables, sí, pero sin agobios, porque busquemos
primero lo que en verdad merece la pena. Precisamente mientras reflexionaba
sobre todo esto me llego un mensaje que me decía que ‘la grandeza de las personas no se mide por dinero, estudios ni
belleza… sino por la lealtad de su corazón y la humildad de su alma…’
Cuando humildes nos ponemos en las manos de Dios y nos
confiamos en su providencia nos sentiremos seguros en el Señor; en El tenemos
nuestra fuerza y nuestra vida.