Busquemos el verdadero tesoro que va a llenar de sentido y plenitud nuestra vida
2Corintios
11,18.21b-30; Sal
33; Mateo
6,19-23
Todos en la vida tenemos nuestra propia escala de
valores aunque quizá no siempre usemos esa terminología. Pero todos le damos más
importancia a unas cosas que a otras. Hay cosas por las que estaríamos incluso
a dar la vida o dar todo lo que tenemos por conseguirlo y hay otras cosas que
aunque podamos considerar buenas no son tan importantes para nosotros y las
dejamos quizá en un segundo plano.
¿Cuál es realmente nuestra escala de valores? ¿Qué es
lo que consideramos más importante en la vida? Miramos en nuestro entorno fijándonos en las cosas por
las que lucha y se afana la gente y vemos que es bien diversa esa escala de
valores. La familia, el hacer el bien, el preocuparnos por los demás o la
sociedad en la que vivimos, el pasarlo bien sea como sea, la felicidad, el
poseer cosas, el tener una buena casa, el mejor coche, el viajar, el tener
amigos… podíamos hacer una lista interminable de cosas que la gente - nosotros
también - consideramos importante. ¿Qué es lo que nos hace felices?
Hoy Jesús en el evangelio quiere que miremos a lo alto,
que trascendamos nuestra vida, que no nos quedemos en el ras de tierra, que
busquemos principios que verdaderamente merezcan la pena, que busquemos la
felicidad donde en verdad podamos encontrarla. Y esto tiene que hacernos
pensar. ¿Qué es lo que nos dará la verdadera felicidad?
No nos podemos quedar en cosas efímeras, en flor de un
día, sino que tenemos que buscar lo que verdaderamente nos de hondura y lo que
pueda ayudar a quienes nos rodean, empezando por nuestra familia y las
responsabilidades que en ella tenemos, a que le den esa verdadera hondura en la
vida. Son esos principios, esos valores que hemos de tener por los que luchar y
que van a marcar el sentido de nuestra vida.
Jesús nos habla hoy de tesoros en el cielo,
contraponiendo ese afán de poseer, esa avaricia de las riquezas o de la
posesión de cosas en la que podemos caer. Por ahí está por medio, sí, el dinero
y las riquezas, como si en ello estuviera toda nuestra felicidad. ‘No atesoréis
tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los
ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay
polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben.
Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón’.
Y vaya si hemos de tener cuidado con esa avaricia de la
vida, o ese materialismo en el que podemos caer, o esa superficialidad que nos
puede hacer ir de un lado para otro sin saber bien lo que queremos, o ese
sensualismo del que empapamos nuestra vida pensando que hay que disfrutar de
todo, probar de todo porque como dicen algunos la vida son dos días y hay que
aprovecharlos.
Busquemos los verdaderos valores; busquemos lo que de
verdadera trascendencia a nuestra vida; miremos bien lo que hacemos para que
dejemos buena huella en los que nos siguen o en los que nos rodean; démosle
hondura y espiritualidad a nuestra vida; miremos a lo alto poniendo nuestro
pensamiento en Dios, nuestro Creador y nuestro Padre; busquemos lo que de
verdad va a llenar nuestro corazón; pensemos bien donde ponemos nuestro corazón
y cuales pueden ser sus apegos, porque allí donde esta nuestro tesoro está nuestro
corazón. Busquemos el verdadero tesoro que puede llenar nuestra vida.
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