De una forma o de otra seguimos cortando la cabeza del Bautista con nuestros prejuicios o nuestros miedos al quedarnos impertérritos ante un mundo insolidario y cruel
Jeremías 26, 11-16. 24; Salmo 68; Mateo 14, 1-12
Cuando la conciencia no la tenemos tranquila cualquier cosa que suceda, que se diga o se comente en nuestro entorno hará que en nuestro interior salten los resortes del alma, vamos a decirlo así, y nos llenamos de inquietudes y de intranquilidad, como si alguien hubiera detectado lo que nos pasa y en el momento menos esperado vengan a pedirnos cuentas. ¿Causas de muchos insomnios? ¿De mucha intranquilidad que nos hacer estar alerta para justificarnos aunque nadie nos pida justificación? ¿Buscamos maneras para desviar la atención desde los miedos que llevamos en el alma?
¿Sería algo así lo que le estaba pasando a Herodes? Aunque estuviera enfrascada en sus fiestas y en sus lujos a él llegaban noticia también de lo que sucedía en Galilea, donde había aparecido un profeta, al menos así lo consideraban muchos de la gente sencilla aunque a otros sectores también les produjera inquietud; no en vano era el rey de Galilea, aunque fuera bajo el dominio y la supervisión de los romanos, que en Jerusalén tenían su pretor.
Cuando oye hablar de Jesús piensa que es Juan Bautista que ha resucitado y con todo poder se está manifestando ahora en ese profeta que ha aparecido por Galilea. Y el evangelista nos recuerda de donde provienen los temores o remordimientos de conciencia de Herodes; había mandado matar a Juan. Inducido por su mujer primero lo había metido en la cárcel para hacerlo callar, porque le denunciaba que aquel matrimonio que estaba viviendo no era un matrimonio, porque aquella mujer era la mujer de su hermano.
Sin embargo Herodes sentía un cierto respeto por Juan, no en vano era judío y creía en los profetas; de alguna manera así lo consideraba, pero Herodías seguía conspirando contra el Bautista buscando la manera de quitarlo de en medio. La ocasión vino oportuna en la fiesta del cumpleaños de Herodes donde estaba rodeado de toda su corta y de todos sus lacayos cuando la hija de Herodías bailó para Herodes y los comensales. En los momentos de euforia de una fiesta se promete hasta lo que no se puede cumplir y es lo que hace Herodes. Y la petición vino en bandeja, bueno, en bandeja pedían la cabeza de Juan.
No podía negarse por el juramento que había hecho en presencia de todos los comensales. Las euforias, los miedos y respetos humanos, la pendiente de la pasión de una vida desordenada de la que uno no se quiere arrancar, las cobardías para dar un paso diferente, la inconsciencia de una vida llena de superficialidad nos hacen rodar a los peores abismos. Luego vendrá el sentirnos mal, pero siempre quedará ahí esa cobardía para no dar ese necesario paso atrás para volver a caminos de rectitud.
Y es que cuando hoy estamos escuchando este evangelio no nos quedamos en el relato un tanto turbio de algo sucedido en otro momento para hacer nuestro juicio sobre las conductas de otras personas. Qué fáciles son esos juicios, porque realmente no nos implican en nada, porque no terminamos por mirarnos a nosotros mismos. El juicio tenemos que hacerlo pero mirándonos a nosotros mismos también en ese descontrol en que tantas veces nos metemos en la vida; también nos dejamos arrastrar por la superficialidad, dejamos incontroladas nuestras pasiones y no sabemos salir del bache en que tantas veces nos metemos en la vida, también actuamos pensando en lo que puedan decir los demás queriendo hacernos acomodaticios a todo y a todos, pero no desde la rectitud de nuestra vida, también tenemos nuestros miedos y nuestros complejos que nos impiden ser libres de verdad por dentro.
De una forma o de otra seguimos cortando la cabeza del bautista con nuestros prejuicios, con nuestras desconfianzas o con nuestros miedos al qué dirán, con nuestras vanidades para quedar bien – para salir bien en la foto, como se suele decir -, con nuestros hipocresías porque realmente no nos manifestamos tal como somos también con nuestras debilidades y fracasos, con nuestros quedarnos impertérritos ante tantas cosas que suceden en nuestro mundo insolidario y cruel.
¿Habrá algo que nos está pidiendo hoy esta buena noticia que nos viene de Dios aún en este hecho que nos pudiera resultar desagradable como es la muerte del bautista?