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jueves, 1 de agosto de 2024

Que crezca en nosotros la sabiduría de Dios porque nos quede ese buen olor, ese buen sabor de cuanto hemos aprendido del evangelio que da un sentido nuevo a la vida

 


Que crezca en nosotros la sabiduría de Dios porque nos quede ese buen olor, ese buen sabor de cuanto hemos aprendido del evangelio que da un sentido nuevo a la vida

Jeremías 18, 1-6; Salmo 145; Mateo 13, 47-53

En la red de los mares de la vida nos encontraremos variedad de peces. Como cuando echamos la red al mar para pescar, no solo vamos a encontrar en la red aquellos que más deseamos sino que enzarzados en la red encontraremos toda clase de peces, que unos nos servirán y otros no.

Es lo que nos vamos encontrando en la vida, en sus caminos, en nuestros encuentros, gente que nos parece bien y con quien estaremos más o menos en sintonía, pero también otros que piensan distinto o actúan en posturas bien contrarias a lo que son nuestros valores o nuestros principios. En ese conglomerado tenemos que navegar, tenemos que hacer nuestra vida, tendremos quizás que marcar nuestras diferencias porque queremos que brillen nuestros valores, pero no significa que dejemos de respetar a los que son de otra manera. En ese mundo tenemos que caber todos mientras nos guardemos el debido respeto y valoración, y sabiendo aprovechar también lo  bueno que pueda brillar en los demás.

Es la sabiduría con que tenemos que afrontar la vida, es la sabiduría que nos hace tener también una mirada amplia y llena de respeto, es la sabiduría con que aprovecharemos todo lo bueno que no significa que hagamos unas mezclas en las que al final todo nos parezca igual. No valen sincretismos de que todo vale, pero si tenemos que tener esa sabiduría para aprovechar todo lo bueno. No es fácil, podemos entrar en confusiones, si no tenemos los pies bien asentados en nuestros fundamentos podemos fácilmente deslizarnos de manera que al final no sabemos dónde estamos.

Nos ha venido Jesús hablando con distintas parábolas para irnos describiendo lo que es el Reino de Dios y los valores fundamentales de ese Reino de Dios. Nos ha hablado con distintas parábolas que nos hablan de la semilla, de las distintas respuestas del terreno donde ha sido sembrada, pero también de la maleza que se nos puede meter por medio, que sabemos bien que es una realidad, y que tenemos que saber sortear por una parte, o convivir con esa realidad intentando mantener la pureza de nuestra semilla y nuestras plantas, para que al final podamos obtener un fruto.

Hoy finalizando este capítulo donde el evangelista ha situado el conjunto de esas parábolas nos habla Jesús de la red arrojada al mar y en la que vamos a encontrar esa variedad de peces, aunque algunos tengamos que descartar porque no nos son válidos. Es lo que ahora hemos venido reflexionando y que de alguna manera resume lo que Jesús ha querido decirnos. Unas palabras, como lo son siempre las palabras de Jesús, que nos alientan en nuestro camino, en nuestras luchas, en nuestros esfuerzos por superarnos pero también por ser fieles a pesar de los vientos en contra que podamos encontrar. Nos agarramos fuerte a la luz para que no deje de alumbrarnos en el camino; así nos apoyamos en la Palabra de Jesús. Así vamos aprendiendo esa sabiduría del evangelio.

Por eso finalmente nos hablará del hombre sabio que sabe sacar del viejo arcón lo que es válido de verdad para nuestra vida, dejando a un lado lo que es inservible. Esa sabiduría que va creciendo poco a poco en nuestro interior, que es como ese poso que nos va quedando en el fondo lleno de los mejores sabores y olores después que en él hemos ido arrojando toda clase de sustancias. Habrá cosas que se diluyen y evaporan y parece que se olvidan porque ya no se tienen en cuenta, pero en el fondo ha quedado ese buen sabor, ese olor agradable que enriquece nuestra vida, es esa sabiduría de la vida que vamos adquiriendo con el paso de los años.

La sabiduría no está en los muchos libros que hayamos leído o estudiado, una biblioteca grande que hayamos formado con muchos tomos en lo que podríamos llamar estantes de nuestra vida, sino en ese conocimiento que en el fondo nos queda, podíamos decir que tomado de acá y de allá, y que nos da un sentido nuevo a cuanto hacemos o decimos.

Que crezca en nosotros esa sabiduría de Dios. Y ya sabemos cómo tenemos que hacerlo.


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