En el
amor de Dios desaparecen los signos de muerte, en el amor de Dios porque
creemos en El tendremos vida para siempre, nos sentimos inundados de amor
1 Juan 4,7-16; Salmo 33; Juan 11,19-27
Allí donde hay amor hay vida, las
sombras de la muerte no pueden perturbar el resplandor de la vida; donde hay
amor estaremos siempre abocados a la resurrección aunque medien por medio –
valga la redundancia – signos de muerte. Donde hay amor verdadero nos llenamos
de Dios y con Dios siempre habrá vida en nosotros, porque Dios es amor y nos
regala su vida; será el amor el que sane las heridas de muerte en que nos
vayamos metiendo en nuestra existencia, es la medicina que nos sana y que nos
llena de vida.
Es hermoso lo que estamos considerando
a la luz de la Palabra de Dios que hoy se nos ofrece, pero es triste al mismo
tiempo que no seamos capaces de vivirlo, porque muchas veces buscamos esas
sombras, porque muchas veces en nuestro vivir damos demasiadas señales de
muerte cuando nos olvidamos del amor. Qué distinto sería si lo llegáramos a
comprender, pero no solo a meterlo intelectualmente en nuestra cabeza sino
hacer que esos sean los latidos de nuestro corazón.
De ese amor nos habla la carta de san
Juan en la primera lectura, pero en esas señales de muerte nos hace pensar el
texto del evangelio que hoy se nos ofrece. Hoy estamos celebrando la fiesta de
unos amigos de Jesús, los hermanos de aquel hogar de Betania donde tantas veces
vino Jesús a descansar, Lázaro, Marta y María, aunque la liturgia hace hoy
especial hincapié en Marta. Eran los amigos de Jesús, donde tan a gusto se
sentía cuando se detenía a su paso por aquel hogar de Betania, o donde tantas
veces le sirvió como de refugio y descanso cuando subía a la cercana Jerusalén.
Por distintos caminos hemos recordado muchas veces esa estancia en el hogar de
Betania o incluso más tarde el banquete que le ofrecerán que en cierto modo es
como un anticipo de la pascua ya cercana.
Lázaro está enfermo y el aviso que le
envían a Jesús que se había retirado más allá de Jordán a causa de los
acontecimientos que se avecinaban es decirle ‘tu amigo está enfermo’. No
es de muerte, les dirá Jesús a los discípulos, sino como un sueño, como diría
un día también en referencia a la niña de Jairo, ‘no está muerta, sino
dormida’. Los discípulos que no comprenden dirán sin embargo en buena
sintonía que si no es sino un sueño, ya despertará. No olvidemos en nuestra
consideración y seguimiento del episodio lo que hemos venido diciendo del amor,
y allí había amor, porque eran los amigos de Jesús.
Cuando finalmente llega Jesús a Betania
Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Por medio están las cariñosas quejas y
reproches de ambas hermanas, primero Marta y luego María cuando también salió al encuentro de
Jesús, ‘si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano’.
‘Tu hermano resucitará’, responde Jesús que había dicho que aquella
enfermedad no era de muerte. Pero no se trata de la resurrección del final de
los tiempos como viene a responderle Marta, sino que Jesús nos habla de quien
cree en El tendrá vida para siempre. Creer en Jesús es algo más que decir ‘yo
creo’. Creer en Jesús es ponerse en su onda de vida, creer en Jesús es entrar
en lo que es la voluntad del Señor, creer en Jesús es dejarnos inundar de Dios,
porque ya nos dirá que en quien cumple su Palabra el Padre y El vendrán y harán
morada en su corazón. Y quien se deja inhabitar de Dios está lleno de vida,
está inundado por el amor.
No es solo el amor con el que yo puedo
y debo responder, sino en el amor que parte de Dios. El amor de Dios es
primero. El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios sino en
que El nos amó y se entregó por nosotros, nos ha dicho san Juan en su
carta. ¿Cómo puede haber muerte en nosotros? Creemos en El y tenemos vida para
siempre, creemos en El y tienen que desaparecer de nuestra vida todos los
signos de muerte. En el amor de Dios encontramos el perdón, la gracia, la vida
divina. En el amor de Dios nos dejamos inundar de amor y eso es lo que tenemos
que vivir. ‘Por eso todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios’ y
tendremos vida para siempre.
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