Estamos
al tanto de la última tecnología de última generación, pero nos hemos dejado de
preocupar por el tesoro de la buena noticia siempre nueva del evangelio
Jeremías 15,10.16-21; Salmo 58; Mateo
13,44-46
Hoy queremos estar a la última; nos
enteramos que salió un móvil - celular dicen en otros sitios – de última
generación, o cualquier otro aparato electrónico o de informática con no sé
cuantas aplicaciones y mejoras – yo ya me he quedado obsoleto en estas cosas –
y corriendo vamos a conseguirlo, cueste lo que cueste, porque no nos podemos
quedar atrás, porque no podemos ser menos que el amigo que ya lo tiene y va
luciéndose por todas partes. Cuánto interés ponemos en estas cosas, cómo somos
capaces de gastarnos lo que no tenemos con tal de estar a lo último.
Se me ha ocurrido poner esto tan propio
de nuestros días, porque de alguna manera es una traducción de las parábolas
que nos propone hoy Jesús en el evangelio, el tesoro encontrado en el campo, o
la perla preciosa que hemos descubierto; en fin de cuentas tenemos hoy todos
esos ‘aparatejos’ electrónicos como un gran tesoro para nuestra vida en virtud
de cuantas cosas nos ofrecen y de las utilidades que tienen en la vida de hoy.
Aquellos de la parábola eran capaces, como nos dice Jesús, de vender cuanto tenían
con tal de conseguir aquel tesoro. Claro que hoy no solo es todo eso de la
tecnología, de la que hemos venido hablando, sino también pensemos que, como se
suele decir, vendemos el alma al diablo por algunas satisfacciones, por cosas
que decimos que nos hacen felices, o muchas veces por dar esa apariencia de
poder y de grandeza que manifestamos en tantas cosas de la vida.
Pero Jesús nos está diciendo que quien
encuentra un sentido para su vida es como quien está encontrando un tesoro; nos
habla del reino de Dios, del reino de los cielos. Es el gran mensaje que Jesús
nos está presentando desde el inicio de su predicación. Y ya nos decía desde el
principio cómo tendríamos que desprendernos de muchas cosas para poder creer y
aceptar esa buena noticia que El nos estaba presentando. Convertíos, nos decía,
para creer en la Buena Noticia.
Y esa Buena Noticia era hablarnos del
Reino de Dios; no era hablar de un reino nuevo que había de establecerse en
Israel para recuperar su soberanía; era la imagen que los confundía, y cuando
comprendían que Jesús no iba precisamente por ese camino muchos le rechazaron.
Ese Reino de Dios que Jesús les anunciaba era algo mucho más hondo porque era
algo que había de realizarse en lo más hondo de la vida; era descubrir un
sentido nuevo de la vida donde el único Señor de nuestra vida sería Dios, por
eso lo llamaba reino de Dios.
Pero es que cuando se descubría esto,
se estaba descubriendo un sentido más grandioso de la persona, se estaba
queriendo recuperar la verdadera dignidad y grandeza de la persona que no podía
quedarse en apariencias ni vanidades, ni en ritos ni en cumplimientos. Por eso
nos está hablando de que ese sentido tiene su raíz en el amor; desde el amor
que Dios nos tiene y desde el amor que en consecuencia hemos de tenernos los
unos a los otros. Y amarnos es respetarnos, y valorarnos, y buscar el bien de
la persona y respetar siempre su dignidad, es engrandecernos por dentro desde
la generosidad con que vivamos la vida y nuestras relaciones con los demás, es
buscar la verdadera felicidad, la que nos llena de satisfacciones por dentro y
que nos conducen a una plenitud.
Descubrir todo esto es en verdad
descubrir un tesoro, y quien encuentra el tesoro lo querrá tener consigo
siempre. Por él lo daríamos todo. Ojalá tuviéramos tanto interés por encontrar
ese sentido de la vida, como tenemos interés por estar al día en las últimas
tecnologías o las últimas cosas que se lleven en el momento presente, ya sean
las modas, ya sea las músicas, ya sean las últimas cosas que nos salgan en las
redes sociales.
¿Aprenderemos algún día a valorar en
todo su sentido el evangelio? ¿Pondremos todo el interés del mundo por escuchar
el mensaje de la palabra de Dios igual que estamos al tanto de la última canción
o del último concierto que nos da el artista del momento? ¿Prestaremos la misma
atención al mensaje de la palabra de Dios como el interés que mostramos por
escuchar y seguir al último ‘influencer’, o como se diga, del momento?
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