Disfrutemos
del amor de Dios, sintamos gozo en nuestro corazón, saboreémoslo de verdad,
haciendo partícipes a los demás de ese amor de Dios
Hechos de los apóstoles 15, 7-21; Sal 95;
Juan 15, 9-11
‘Bueno, ya está hecho, yo hay cumplí
por hoy’, habremos escuchado decir a
una buena persona, por ejemplo, cuando salió de la Iglesia el domingo después
de gozar Misa – en expresión muy canaria -. Ya está todo cumplido (¿?). De ahí
viene que por lo contrario oigamos decir, bueno yo soy bueno, yo en el fondo
también soy muy religioso, pero es cierto que no cumplo con la Iglesia, en
expresión que viene a significar que no suele ir por la Iglesia a Misa.
Si vamos por ahí haciendo una encuesta
de, por ejemplo, que es lo más importante que tienes que cumplir para ser buen
cristiano, te irán diciendo lo de cumplir con la Iglesia, en el sentido de ir a
Misa, lo de tener buen corazón y ayudar cuando se pueda, lo de respetar el
ayuno cuando lo manda la santa iglesia, lo de tener buen corazón para con los
demás, cumplir con tus obligaciones, o lo de cumplir tus promesas e ir a ver a
la Virgen en el Santuario de nuestra devoción o el de nuestra patrona, y lo de
rezar sobre todo a los muertos.
No queremos entrar a juzgar ni valorar
con dureza estas respuestas porque quizá es lo que se ha ido transmitiendo para
tratar de mantener la llama de la fe encendida, quizá no siempre se le haya
ofrecido algo más al conjunto del pueblo cristiano sino más bien nos hemos
contentado muchas veces en el conservadurismo de mantener unas tradiciones, de
manera que la mayoría de la gente te dirá que eso es lo que ha recibido de sus
padres, de sus mayores.
Quizás en la Iglesia dábamos por
sentado que la gente era cristiana ya porque bautizaba sus hijos, se casaba por
la Iglesia y venían cuando podían a Misa y nos dormimos en los laureles de
algunas manifestaciones religiosas multitudinarias en algunos lugares o en
determinados momentos sin tratar de infundir más el espíritu del Evangelio.
Ahora nos cuesta levantar cabeza, las cosas se van deteriorando más con el paso
del tiempo y es bien costoso cambiar un ambiente para impregnarlo de verdad del
evangelio.
El texto que se nos ofrece hoy es muy
sencillo, pero no sé si todos los cristianos lo han llegado a saborear
debidamente. Jesús terminará diciéndonos que tiene que producirnos mucha
alegría en el corazón. ¿Cómo no nos va a producir alegría y alegría grande si
nos está diciendo que Dios nos ama y que eso es lo verdaderamente importante?
Sentirnos amados de Dios. Esa es la gran maravilla y el eje y fundamento de
todo.
Somos importantes para Dios, nos ama.
Porque quien se siente amado, se siente considerado, se siente que es tenido en
cuenta. Dios no nos olvida, Dios está siempre regalándonos su amor. Tenemos que
saber descubrirlo, experimentarlo en nuestra vida. Por eso, recordemos lo que
ha sido nuestra vida, nuestras luchas, nuestros fracasos, nuestros momentos
oscuros, las dificultades por las que hemos ido pasando, y aquí estamos. Y
estamos aquí por un milagro del amor de Dios. El es quien ha sido esa fuerza en
la lucha y en la dificultad, El es quien ha sido esa luz en medio de la noche
tenebrosa de nuestra vida que nos ha abierto una ventana de esperanza, El es
quien ha estado con nosotros cuando más hundidos estábamos y fue su mano la que
nos levantó, nos hizo creer en nosotros mismos y nos dio ánimos para seguir
adelante. Tenemos que pensar y reconocer de cuantas maneras Dios ha derramado,
ha derrochado su amor en nosotros.
Hoy nos dice Jesús: ‘Como el Padre
me ha amado, así os he amado yo, permaneced en mi amor. Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor’. ¿Nos sentimos amados?
Disfrutemos de ese amor de Dios, sintamos gozo en nuestro corazón, saboreémoslo
de verdad. Hagamos partícipes a los demás de ese amor de Dios amándolos
nosotros también. Así llenaremos de alegría el mundo. Cuánta falta le hace.
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