No seamos ciegos y sordos para ver y escuchar las señales de la presencia de Dios y actuemos con un nuevo sentido en la vida
Éxodo
2,1-15; Sal
68; Mateo
11,20-24
Nos cuesta ver las señales de Dios en nuestra vida. Nos
hacemos ciegos y sordos para ver y escuchar las señales y las llamadas Dios.
Luego nos quejamos de que Dios no nos escucha ni atiende a lo que le pedimos,
pero es que algunas veces parece que lo que queremos es que Dios obedezca
nuestras ordenes, nuestras peticiones nos pudiera parecer que son ordenes que
le damos a Dios para que El haga lo que nosotros queremos.
Queremos ver las señales pero a nuestro gusto, pero
tenemos que abrir bien los ojos de nuestra fe para descubrir lo que son los
designios de Dios en cada momento. Quizá nosotros queremos que nuestra vida
marche en un sentido, pero Dios nos está pidiendo otras cosas. Muchas veces nos
sucede así y no terminamos de descubrir cómo se manifiesta ese amor de Dios en
nuestra vida. Siempre hemos de tener la seguridad de que Dios nos ama, somos los
amados de Dios.
En nuestros apuros y necesidades acudimos al Señor para
que nos atienda en aquello que necesitamos, el Señor nos escucha y su
respuesta, aunque nos parezca que no nos concede aquello que le pedimos, va
quizá a abrirnos caminos nuevos en nuestra vida. Nos hace falta constancia en
nuestra oración, pero también espíritu de humildad para en silencio abrirnos a
Dios, aun en medio de lo incomprensible, y terminar de descubrir lo que es el
designio de Dios para nuestra vida. La respuesta pudiera tardarnos, pero hemos
de tener esperanza y confianza en el designio amoroso de Dios para nuestra
vida.
Hoy en el evangelio vemos que Jesús recrimina a las
ciudades de Betsaida y Corozaín, pueblos allí cercanos al lago de Tiberíades
donde Jesús estaba realizando su labor y que podían haber sido testigos de
muchos milagros, de muchos signos que Jesús realizaba y escuchado sus palabras,
su predicación, pero que no terminaban de dar señales de conversión. Y lo mismo
se queja de Cafarnaún que se había convertido como en el centro desde el que
Jesús luego partía hacia las otras aldeas, los otros lugares.
Cuantas cosas buenas se realizan en nuestro entorno,
cuántas señales nos está poniendo Dios de su presencia. Hemos de aprender a
descubrir eso bueno que hay en los demás, hemos de aprender a leer los
acontecimientos que suceden en nuestro entorno para sacar la lección, para
descubrir lo que Dios nos va pidiendo, nos va diciendo y que todo eso nos valga
para mejorar nuestra vida, para unas nuevas actitudes, para una nueva manera de
actuar. Quizá Dios nos está pidiendo que intervengamos en esos asuntos, en esos
acontecimientos, que pongamos también nuestro esfuerzo, nuestro granito de
arena para ir haciendo que nuestro mundo sea mejor.
No nos hagamos oídos sordos a las llamadas del Señor.
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