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domingo, 1 de enero de 2023

Dios ha vuelto su mirada sobre nosotros y nos ha enviado a Jesús, que es el Salvador que nos ha nacido, nuestra vida y nuestro mundo se hacen distintos y se llenan de paz

 



Dios ha vuelto su mirada sobre nosotros y nos ha enviado a Jesús, que es el Salvador que nos ha nacido, nuestra vida y nuestro mundo se hacen distintos y se llenan de paz

Números 6, 22-27; Sal 66; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21

Pensemos en todo lo que nos puede decir una mirada cuando llega a nosotros en el momento que más lo necesitamos; nos sentimos solos en nuestra lucha, parece que nadie nos tiene en cuenta ni valora el esfuerzo que estamos realizando para salir adelante, el dolor nos oprime y el sufrimiento nos llena de angustia y hasta nos quita la paz del corazón, y cuando nos parece que más desesperados estábamos una mirada se vuelve sobre nosotros, nos está dando su asentimiento sin apenas movimiento perceptible, sentimos calor en aquellos ojos que parece que nos están diciendo que nos levantemos, que sigamos luchando, que está teniendo en cuenta todo aquel esfuerzo que estamos haciendo para salir adelante.

Es una verdadera mirada de bendición. Qué aliento sentimos en el corazón, que nuevos ánimos surgen en lo más profundo de nosotros y no tiraremos la toalla, seguiremos adelante cueste lo que cueste. Cuánto nos decía aquella mirada.

Hoy estamos celebrando esa mirada de Dios para nosotros que se convierte en bendición para nuestra vida. Recordamos cómo Dios le dice a Moisés allá en el Horeb que ha escuchado el clamor de su pueblo y responde enviándole a él. El nacimiento de Jesús es esa mirada de amor de Dios a la humanidad. Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único… que nos dirá el evangelio. Dios que vuelve su rostro sobre nosotros y nos concede su paz, como decía la bendición del Libro de los Números que hoy escuchamos en la primera lectura.

Es la mirada de la ternura de Dios; es la mirada de la piedad y se vuelve compasión; es la mirada de la misericordia y nos inunda con su amor. Lo podemos sentir, lo podemos palpar, lo saboreamos en esa mirada de Dios, nos gozamos con su bendición y nos llenamos de una alegría que nadie nos podrá jamás quitar.

Como nos quiere explicar el evangelio, se asomó Dios al mundo y vio a aquellos pastores de Belén que pasaban la noche al raso cuidando de sus rebaños, y les envió el ángel de Dios que les anunciara que en los campos de Belén había nacido una flor, que iban a encontrar a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre y era su Salvador. Y cuando los pastores sintieron sobre sí esa mirada de Dios en los ángeles que cantaban la gloria de Dios, en el ángel que les anunciaba lo ocurrido en Belén, se pusieron camino y encontraron tal como se les había anunciado.

Tenemos que aprender que hemos de ponernos en camino cuando sentimos esa mirada de Dios sobre nosotros. Son tantos los momentos en que Dios vuelve su rostro sobre nosotros, pero aunque andemos angustiados estamos distraídos y no sabemos leer las señales de Dios. Hemos de estar atentos para descubrir ese semblante que tanto nos puede decir. Nos está dando muchas señales el Señor y andamos preocupados de otras cosas y olvidamos lo principal. Queremos pasarlo bien y hacemos todo lo posible, pero nos olvidamos de la paz que hemos de llevar en el corazón. Podremos poner muchas pantallas de risas y de cánticos, de banderas que hablen de fiesta y de felicidad, pero nuestro corazón se ha adormecido y no terminamos de captar esas señales de Dios.

Despertemos y no dejemos de soñar, aunque nos parezca como un contrasentido. Despertemos de todas esos sucedáneos que nos adormecen para que no nos enteremos de lo que realmente nos pasa  - cuántos sucedáneos como drogas vamos metiendo en la vida para entretenernos – pero soñemos al mismo tiempo en algo bonito y hermoso, soñemos en lo maravilloso que podríamos hacer nuestro mundo si cambiaran un poquito esas actitudes negativas y de pasividad que nos envuelven en la vida, soñemos en esa felicidad y hermandad para todos porque eso no es un imposible, soñemos en que las sombras y las angustias no nos vencerán, porque detrás de todo estamos contemplando una mirada que nos levanta el ánimo, una mirada que se convierte en mano tendida, una mirada que nos hace sonreír en el alma, una mirada que nos está diciendo que Dios sigue confiando en el hombre, sigue confiando en nosotros para que hagamos que las cosas cambien.

Y nos ponemos en camino como los pastores de Belén, y confesaremos que Jesús es el Señor porque es el Salvador, el único salvador de nuestra vida y de nuestro mundo; nos ponemos en camino e iremos dando señales de ese mundo nuevo, de ese Reino de Dios porque Jesús es nuestro único Señor, la vida de nuestra vida. y nos ponemos camino para nosotros comenzar a mirar con mirada nueva cuanto nos rodea, para comenzar a mirar con mirada nueva a los que caminan en medio del dolor a nuestro lado, y en nuestra vida mirada sentirán el estímulo para ellos levantarse también, para ellos comenzar a caminar también. 

En esa mirada descubrirán la mirada y la bendición de Dios. Seamos para los demás esa mirada de Dios.

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