Dios
ha vuelto su mirada sobre nosotros y nos ha enviado a Jesús, que es el Salvador
que nos ha nacido, nuestra vida y nuestro mundo se hacen distintos y se llenan
de paz
Números 6, 22-27; Sal 66; Gálatas 4, 4-7;
Lucas 2, 16-21
Pensemos en
todo lo que nos puede decir una mirada cuando llega a nosotros en el momento
que más lo necesitamos; nos sentimos solos en nuestra lucha, parece que nadie
nos tiene en cuenta ni valora el esfuerzo que estamos realizando para salir
adelante, el dolor nos oprime y el sufrimiento nos llena de angustia y hasta
nos quita la paz del corazón, y cuando nos parece que más desesperados
estábamos una mirada se vuelve sobre nosotros, nos está dando su asentimiento
sin apenas movimiento perceptible, sentimos calor en aquellos ojos que parece
que nos están diciendo que nos levantemos, que sigamos luchando, que está
teniendo en cuenta todo aquel esfuerzo que estamos haciendo para salir
adelante.
Es una
verdadera mirada de bendición. Qué aliento sentimos en el corazón, que nuevos ánimos
surgen en lo más profundo de nosotros y no tiraremos la toalla, seguiremos
adelante cueste lo que cueste. Cuánto nos decía aquella mirada.
Hoy estamos
celebrando esa mirada de Dios para nosotros que se convierte en bendición para
nuestra vida. Recordamos cómo Dios le dice a Moisés allá en el Horeb que ha
escuchado el clamor de su pueblo y responde enviándole a él. El nacimiento de
Jesús es esa mirada de amor de Dios a la humanidad. Tanto amó Dios al mundo
que envió a su Hijo único… que nos dirá el evangelio. Dios que vuelve su
rostro sobre nosotros y nos concede su paz, como decía la bendición del
Libro de los Números que hoy escuchamos en la primera lectura.
Es la mirada
de la ternura de Dios; es la mirada de la piedad y se vuelve compasión; es la
mirada de la misericordia y nos inunda con su amor. Lo podemos sentir, lo
podemos palpar, lo saboreamos en esa mirada de Dios, nos gozamos con su bendición
y nos llenamos de una alegría que nadie nos podrá jamás quitar.
Como nos
quiere explicar el evangelio, se asomó Dios al mundo y vio a aquellos pastores
de Belén que pasaban la noche al raso cuidando de sus rebaños, y les envió el
ángel de Dios que les anunciara que en los campos de Belén había nacido una
flor, que iban a encontrar a un niño envuelto en pañales y recostado en un
pesebre y era su Salvador. Y cuando los pastores sintieron sobre sí esa mirada
de Dios en los ángeles que cantaban la gloria de Dios, en el ángel que les
anunciaba lo ocurrido en Belén, se pusieron camino y encontraron tal como se
les había anunciado.
Tenemos que
aprender que hemos de ponernos en camino cuando sentimos esa mirada de Dios
sobre nosotros. Son tantos los momentos en que Dios vuelve su rostro sobre
nosotros, pero aunque andemos angustiados estamos distraídos y no sabemos leer
las señales de Dios. Hemos de estar atentos para descubrir ese semblante que
tanto nos puede decir. Nos está dando muchas señales el Señor y andamos
preocupados de otras cosas y olvidamos lo principal. Queremos pasarlo bien y
hacemos todo lo posible, pero nos olvidamos de la paz que hemos de llevar en el
corazón. Podremos poner muchas pantallas de risas y de cánticos, de banderas
que hablen de fiesta y de felicidad, pero nuestro corazón se ha adormecido y no
terminamos de captar esas señales de Dios.
Despertemos y
no dejemos de soñar, aunque nos parezca como un contrasentido. Despertemos de
todas esos sucedáneos que nos adormecen para que no nos enteremos de lo que
realmente nos pasa - cuántos sucedáneos
como drogas vamos metiendo en la vida para entretenernos – pero soñemos al
mismo tiempo en algo bonito y hermoso, soñemos en lo maravilloso que podríamos
hacer nuestro mundo si cambiaran un poquito esas actitudes negativas y de
pasividad que nos envuelven en la vida, soñemos en esa felicidad y hermandad
para todos porque eso no es un imposible, soñemos en que las sombras y las
angustias no nos vencerán, porque detrás de todo estamos contemplando una
mirada que nos levanta el ánimo, una mirada que se convierte en mano tendida,
una mirada que nos hace sonreír en el alma, una mirada que nos está diciendo
que Dios sigue confiando en el hombre, sigue confiando en nosotros para que
hagamos que las cosas cambien.
Y nos ponemos en camino como los pastores de Belén, y confesaremos que Jesús es el Señor porque es el Salvador, el único salvador de nuestra vida y de nuestro mundo; nos ponemos en camino e iremos dando señales de ese mundo nuevo, de ese Reino de Dios porque Jesús es nuestro único Señor, la vida de nuestra vida. y nos ponemos camino para nosotros comenzar a mirar con mirada nueva cuanto nos rodea, para comenzar a mirar con mirada nueva a los que caminan en medio del dolor a nuestro lado, y en nuestra vida mirada sentirán el estímulo para ellos levantarse también, para ellos comenzar a caminar también.
En esa mirada
descubrirán la mirada y la bendición de Dios. Seamos para los demás esa mirada
de Dios.
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