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viernes, 27 de junio de 2025

Se nos manifiesta la mansedumbre del Corazón de Jesús, pero para que aprendamos llenar también de esa misma ternura y mansedumbre nuestro corazón

 


Se nos manifiesta la mansedumbre del Corazón de Jesús, pero para que aprendamos llenar también de esa misma ternura y mansedumbre nuestro corazón

Ezequiel 34, 11-16; Salmo 22; Romanos 5, 5b- 11; Lucas 15, 3-7

Se sintió enormemente sorprendido. No lo esperaba. Aquello parecía salido de lo normal. Reconocía que el recorrido de su vida no había sido nada ejemplar, es más había cometido muchos errores que no admitían disculpa, sentía el remordimiento en su corazón  por el mal que había hecho, él mismo se había alejado de los suyos y daba la impresión que vivía como si los hubiera olvidado para siempre. Y cuando no esperaba ser bien recibido a su vuelta, se había encontrado poco menos que una fiesta, no solo estaban las puertas abiertas sino que a su encuentro salían los suyos, aquellos a los que había de alguna manera olvidado y dañado con su manera de vivir. Era una mano tendida la que se le estaba ofreciendo para hacerle entrar, era un abrazo que todo lo perdonaba. Allí estaba comenzando a palpar lo que era el amor verdadero.

Nos pueden recordar estas palabras alguna parábola del evangelio, pero son cosas que también nos encontramos en la vida; personas dispuestas a seguir amando, personas dispuestas a perdonar, personas dispuestas incluso a olvidar para siempre lo que les hayan hecho sufrir; parecen imposibles, y así lo ven algunos, pero son realidades que también nos encontramos en la vida. Hay quien sabe lo que es tener un amor auténtico que está por encima de todas las posibles ofensas y llega más allá. Hay también quien lo ha experimentado en su corazón y nunca lo olvidará. Repito, no son sueños o imaginaciones, sino son realidades.

Pero si he querido comenzar mi reflexión con estas hermosas experiencias humanas es simplemente para recordar que es una experiencia que está por encima de todo eso que todos podemos experimentar y vivir. De eso nos está hablando la fiesta litúrgica que hoy celebramos y de eso nos está hablando la palabra de Dios. Podemos comenzar recordando lo que nos dice san Pablo para hablarnos del amor que Dios nos tiene; nos ama, no porque nosotros lo merezcamos, sino que a pesar de que somos pecadores, Dios nos amó. Cuantas veces nosotros decimos que solo amamos a aquellos que nos aman, que somos amigos de los que saben ser amigos con nosotros, ‘amigo de mis amigos’ decimos tantas veces. Pero mira lo que es el amor, mira cómo es Dios como nos diría san Juan ‘es amor’, y el amor no está en que nosotros hayamos amado sino en que ‘Dios nos amó primero’. La iniciativa siempre parte de Dios.

Pero es también lo que nos decía el profeta Ezequiel. ‘Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia’. Será también en lo que abundará el evangelio. El Pastor no se contenta con las ovejas que tiene en el redil, va a buscar a la perdida allá donde quiera que esté. Una cosa tan sencilla pero al mismo tiempo tan hermosa, una cosa que nosotros no siempre sabemos hacer, porque cuantas veces pasamos de largo ante las ovejas perdidas y descarriadas. ¿No es de alguna manera lo que muchas veces pensamos cuando vemos a muchos a nuestro alrededor que han echado a perder sus vidas y para los que decimos que ya no tienen remedio y nada hacemos por ellos?

No sé si os dais cuenta que cuando estamos contemplando todo lo que es el amor que Dios nos tiene, ahí están las palabras de Pablo, ahí están esas imágenes del pastor y de las ovejas descarriadas que el buen pastor siempre buscará, nos está haciendo pensar en nuestras actitudes, en nuestra manera de actuar, en nuestra forma de reaccionar ante el mal que podemos ver en nuestro mundo; cuantas reticencias seguimos poniendo, cuantas lamentaciones que se quedan, eso si, en muchas palabras quizás hasta llenas de lágrimas, pero que no se traducen en actitudes nuevas, en acercamiento por nuestra parte a los otros para decirles que el amor es posible y nosotros se lo manifestemos con nuestros gestos, cuando nuestra nueva manera de actuar.

Hoy estamos celebrando la fiesta grande del Sagrado Corazón de Jesús, que es de alguna manera celebrar la fiesta del amor que Dios nos tiene, la fiesta del amor que experimentamos en nuestra vida, pero la fiesta del amor nuevo que nosotros hemos de vivir.

Nos acercamos a Jesús porque nos manifiesta la mansedumbre de su corazón. Pero Jesús nos está diciendo ‘aprended de mi’, tenemos que tener también esa mansedumbre y esa humildad, esa ternura y ese amor que se hace cercanía para todos. Nos gozamos en el amor de Dios, pero nos tenemos que poner en camino de ese mismo amor.

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