Mi
Cuerpo entregado por vosotros… mi Sangre derramada por vosotros y por todos
para que tengan vida… es lo que tenemos que celebrar y vivir en esta fiesta del
Corpus
Génesis, 14, 18-20; Salmo 109; 1Corintios
11, 23-26; Lucas 9, 11b-17
No sé si en alguna ocasión se han visto
desbordados por una situación en la que tenían que actuar pero que parecía que
superaba todas vuestras posibilidades o capacidades de actuación, pero era algo
que se esperaba de ustedes, porque formaba parte de las responsabilidades asumidas,
de un cargo o responsabilidad que tenían en la vida, o era una situación
familiar en la que se veían involucrados muchos de la familia, pero que podía
estar en las manos de ustedes la salida de tal conflicto. ¿Cómo se sentían?
¿Qué tenían que hacer? No sabían por donde empezar y el camino parecía bastante
escabroso. ¿Podríamos buscarnos alguna disculpa? Seguro que no podíamos
escaquearnos porque todos estaban pendientes de nuestra actuación.
Me planteo esto, porque por un lado
vemos lo que dice el evangelio y el compromiso en que Jesús pone a sus discípulos,
cuando ante toda aquella multitud que había venido de lejos para ver y escuchar
a Jesús, había que darles de comer; pero es que Jesús les dice: no es cuestión
de que les digamos que se marchen sino ‘dadles vosotros de comer’.
Pero esto no es ajeno a lo que al mismo
tiempo podemos contemplar en el mundo en que vivimos, problemas, necesidades,
hambre, guerras, miseria, desplazados o emigrantes que nos llegan continuamente
a nuestras tierras, o se desplazan por el mundo buscando algo mejor y sucede en
todos los continentes. Nos sentimos impresionados por las noticias que nos
llegan a través de los medios de comunicación, las decisiones que toman los
poderosos de nuestro mundo, los problemas que se acumulan muchas veces no tan
lejos de nosotros. ¿Y nos quedamos con los brazos cruzados? ¿Y echamos balones
fuera porque decimos que esas decisiones están en manos de otros? ¿Nos
desentendemos y cerramos los ojos? ¿Decimos que eso no está en nuestras manos y
que nada podemos hacer? ¿Comenzamos a decir lo que tienen que hacer los otros?
Pero Jesús nos está diciendo ‘dadles vosotros de comer’.
Y esta reflexión nos la hacemos en esta
fiesta del Corpus. Quizás en muchos de nuestros pueblos se movilice mucha gente
para preparar la fiesta del Corpus, con nuestras procesiones, nuestras
alfombras, nuestros descansos, nuestra música, nuestros cantos… todo un fervor
popular. Un fervor que nació de nuestra fe en la Eucaristía, del misterio de
amor y de entrega que celebramos en la Eucaristía. Estamos recordando y
celebrando algo muy grande, pero que algunas veces porque lo vemos tan grande y
misterioso casi lo hemos ido alejando de lo que tiene que ser la realidad de
nuestra vida cristiana. Es Cristo que se entrega para que tengamos vida.
‘Mi Cuerpo entregado por vosotros…
mi Sangre derramada por vosotros y por todos para que tengan vida…’ ¿Será esto en verdad lo que estamos celebrando?
Cuidado que la pantalla de nuestras fervorosas celebraciones oculte lo que en
verdad celebramos y lo que tenemos que manifestar en nuestra vida. Cuando
Cristo se entrega por nosotros para que tengamos vida nos dice ‘lo mismo que
yo he hecho tenéis que hacerlo los unos con los otros’, y ha sido después
de lavarles los pies a los discípulos. Pero es que no solo fue lavando los pies
a los discípulos en el cenáculo al principio de aquella cena pascual, sino ha
sido lo que ha ido haciendo continuamente en su vida.
Nunca se puso Jesús en una posición en
que estuviera lejos de la gente; con ellos se mezclaba, en medio de ellos
caminaba, se acercaba a la orilla del lago o se sentaba en la barca con los discípulos
cuando iban a la pesca, se detenía ante el ciego en las calles de Jerusalén, o
con su mano tocaba a los leprosos o ponía sus dedos en lo oídos de los
sordomudos, dejaba que le tocaran el manto en medio de los apretujones de la
gente, o camina a casa de Jairo o quería ir también a la casa del centurión,
llegaba a la casa de Simón para tomar de la mano a la suegra y levantarla o
permitía que le rompieran el techo de la casa para bajar por allí al
paralítico… muchos más gestos podemos seguir recordando y contemplando. Y Jesús
nos dice que hagamos lo mismo que ha hecho El.
Cuando nos habla de su cuerpo entregado
y de su sangre derramada al darnos a comer de aquel pan y beber de aquella
copa, nos dirá también que hagamos lo mismo en recuerdo y conmemoración suya
para siempre. Pero hacerlo no es solo comer de aquel pan y beber de aquella
copa, sino hacer la misma entrega hasta derramar la sangre si fuera necesario
para poder dar vida a nuestro alrededor. ¿Estaríamos dispuestos a llevar
nuestra actitud de servicio hasta ese extremo?
Esto es lo que hoy queremos celebrar,
lo que tenemos que celebrar. Y lo celebramos en medio de ese mundo donde
tenemos que poner nuestra mano, nuestro actuar, nuestro compromiso, nuestra
entrega. No podemos cruzarnos de brazos, decir que eso les toca a otros.
Nosotros tenemos que poner nuestro pan aunque sea de cebada, nosotros tenemos
que poner nuestro actuar aunque muchas veces no sepamos como, en nosotros
tienen que darse esos gestos de amor, de ternura, de cercanía, de amistad con
los que vamos encontrando en los camino de la vida.
Y pondremos nuestra mano, y diremos
nuestra palabra, y ofreceremos nuestra mirada, y regalaremos nuestra sonrisa, y
ponemos nuestra pobreza, porque si todo hiciéramos un poquito de todo esto
muchas esperanzas se despertarían, muchos serían los que se levantaran de su
postración o de su desánimo, muchos se sentirían movidos a poner también su parte
en lugar de esconderse y haríamos en verdad un mundo nuevo. Es el Reino de Dios
por el que Jesús se ha entregado, es lo que hoy estaremos celebrando con todo
sentido.
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