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sábado, 21 de junio de 2025

Dios pondrá siempre una sombra en nuestro camino, una corriente de brisa fresca que suavice los ardores de la vida haciéndose presente a nuestro lado

 


Dios pondrá siempre una sombra en nuestro camino, una corriente de brisa fresca que suavice los ardores de la vida haciéndose presente a nuestro lado

2Corintios 12, 1-10; Salmo 33; Mateo 6, 24-34

¿Qué haré de comer mañana? Me recuerda algo que le escuché decir muchas veces a mi madre, no ahora en los últimos tiempos, sino cuando yo era niño, un muchacho todavía, que aquellos si eran años difíciles, aunque tanto nos quejamos ahora, pero nunca faltó el plato de comida al día siguiente en la mesa; siempre dije que mi madre hubiera sido un gran ministro de economía, porque con los escasos medios de que se disponía entonces, ella siempre encontraba qué ponernos en la mesa; quizás no era solamente la economía que hacía sino más bien la confianza que ella ponía siempre en las manos de Dios.

Me ha venido este recuerdo nada más empezar a leer y escuchar en mi corazón el texto del evangelio que hoy se nos ofrece con las palabras de Jesús.  ‘No estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir’. Son los agobios que aun persisten en nuestro espíritu. ¿Qué comemos o con qué nos vestimos? Y ya no es por la necesidad o por la carencia que la mayoría de nosotros podamos tener de estas cosas – otra cosa tendríamos que decir de muchas familias, de muchos lugares, de muchas situaciones repartidas por nuestro ancho mundo con sus miserias y con sus guerras -, se trata en este caso de esos afanes con los que andamos por la vida; la manera que entendemos de lo que es vivir bien o de lo que es pasarlo bien. Son tantas las cosas en las que pensamos y que desearíamos o daríamos lo que fuera por tener para pasarlo bien. ¿Cosas que necesitamos o cosas que vienen hacernos soñar en vanidades y vanagloria? Muchas veces vivimos de la apariencia, vivimos esclavizados de las cosas y acumulamos cosas que al final ni nos son útiles.

Hoy el evangelio ha comenzado diciéndonos que no podemos servir a dos señores, porque al final nos apegaremos a uno mientras al otro lo desechamos. Nos habla Jesús del servir a Dios o el servir a las riquezas. Pensamos en la avaricia con que vivimos la vida, las dependencias que nos creamos, las cosas en las que ponemos nuestra felicidad, a la larga es comenzar a pensar en el sentido que le damos a la vida. Nos hemos materializado de una forma excesiva y eso nos ciega.

Como hemos reflexionado muchas veces hay otros valores, hay otras cosas por las que luchar, hay algo muy superior que ayudará de verdad a ser más feliz a la persona. Pero nos cegamos, nos volvemos ambiciones, nos comparamos los unos con los otros y si siempre nos parece que el otro es más feliz que yo porque tiene muchas cosas; y ya sabemos cómo detrás de esos comienzan nuestros agobios, pero comienzan también nuestras luchas.

Jesús nos está invitando a confiar más en la providencia de Dios que es Padre y que nos ama. No es que nos crucemos de brazos y no trabajemos en nuestras responsabilidades para conseguir aquello que necesitamos, pero comencemos a confiar más en Dios que de muchas maneras se va a hacer presente en nuestra vida colmándonos de aquello que verdaderamente necesitamos. El será nuestra fuerza para desempañar nuestras responsabilidades, para desarrollar nuestra vida a través del trabajo en esas capacidades y cualidades de las que Dios nos ha dotado, pero El también va a ser nuestra fortaleza interior para vivir libres de esos apegos que se convertirían en esclavitudes de nuestra vida.

Dios pondrá siempre una sombra en nuestro camino, una corriente de brisa fresca que suavice los ardores de la vida, porque hará llegar a nosotros sus ángeles a través de tantas personas buenas que a nuestro lado son también un aliciente y un estimulo para nuestro camino. No tenemos que buscar milagros espectaculares ni que sucedan cosas extraordinarias, en pequeñas cosas Dios hará siempre notar su presencia y la luz que necesitamos para nuestro camino. Abramos los ojos de nuestra fe y descubriremos esa presencia de Dios con nosotros, por algo es Emmanuel en nuestra vida.

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