¡Qué importante no solo envolverse exteriormente con algunos gestos de amor sino dejarnos empapar hasta lo más hondo y así nos salgan espontáneos esos gestos de paz!
2Corintios 6, 1-10; Salmo 97; Mateo 5, 38-42
¿La guerra la apagamos con la guerra? ¿Para evitar que haya una guerra nosotros la comenzamos? Es de tremenda actualidad en estos momentos la Palabra del Señor que hoy se nos propone en el evangelio. Tremenda actualidad no solo por los tambores de guerra que resuenan una y otra vez estos mismos días, sino porque es algo que está muy presente en el día a día de nuestra vida. La espiral de la violencia solo se romperá si en uno de sus estadios en lugar de una bala ponemos una rosa. Nos cuesta entenderlo porque media siempre nuestro amor propio y nuestro orgullo. Pero aunque nos pueda parecer de locos la mejor manera de parar una violencia es no responder, pero no es quedarse pasivamente aguantando esa violencia que cae sobre nosotros, sino positivamente ponernos a hacer algo bueno que incluso pueda hasta beneficiar al que está siendo violento con nosotros.
Lo desarmamos. Aunque en ese momento parezca que el otro se ensaña porque le parece sentirse ofendido con nuestra actitud pacífica, al final se quedará sin recursos para seguir manteniéndose en su postura negativa. Ya sé que esto no es fácil, porque nosotros tenemos también nuestro amor propio y por dentro se nos pueden encender muchos cañones para nosotros torpedear también, pero ahí está esa postura madura que nos llena de serenidad en los peores momentos, que hace que no perdamos la paz por muchas sean las cosas que nos digan, porque nosotros no le vamos a darle el gusto de encendernos con su ira. No es su tea encendida la que yo voy a coger en mi mano, sino que voy a ofrecer la paloma de la paz. El mundo no nos entenderá pero en nosotros tiene que haber un criterio firme que nos guíe y nos dé fuerza.
Las palabras de Jesús son claras y tajantes. ‘Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia’. Está haciendo Jesús referencia a la llamada ley del talión; quizás nacida con buena voluntad, pero que en fin de cuentas son concesiones a lo que tendría que ser el ideal. Quizás para que la venganza no fuera excesiva a la hora de reclamar por la ofensa o el daño recibido, se concedió que fuera en la misma medida, ni un gramo más, por eso lo del ojo por ojo. No podías ir más allá, excederte de esa medida. Pero en fin de cuentas no es otra cosa que entrar en esa espiral de la violencia, y sabemos muy bien que cuando esa espiral comienza a desarrollarse no hay quien la detenga.
De la misma manera que esas palabras tenían su fuerza, Jesús al proponernos el remedio también nos dice cosas que tienen su fuerza; no significa que materialmente hagamos como dice del que te abofetea un lado de la cara, le ofreces el otro – las cosas no se pueden tomar con esa literalidad -, pero si podemos hacer algo que deje desarmado a quien nos haya ofendido, ofrecer la cara del amor, ofrecer la cara del perdón. Aquello que decíamos antes de poner una rosa en esa cadena de la espiral en lugar de una bala, la rosa no dañará, la rosa más bien nos agradará por su belleza y su perfume.
El fiel seguidor de Jesús siempre ha de ir sembrando buenas semillas y buenas semillas son la humildad y la generosidad del perdón – porque tenemos que reconocer que hay que ser generosos y valientes para ofrecer el perdón a quien nos haya ofendido, no es tarea fácil -, buena semilla puede ser una sonrisa que alivie la tensión de ese momento, buena semilla puede ser una mirada serena que de ninguna manera trasluzca resentimientos ni dolores reprimidos, buena semilla será seguir interesándonos por el bien de esa persona y así manifestárselo en ese momento. Creo que si tenemos el corazón lleno de amor hará germinar en nosotros muchas buenas iniciativas con las que responder o con las que comenzar a buscar de verdad la paz.
Jesús nos está diciendo, de todas maneras, cosas muy concretas que nos pueden estar sucediendo todos los días. ¿No nos sucede que a quien nos debe algo lo rehuimos para no sentirnos comprometidos si de nuevo vuelve a pedirnos? ¿No nos sucede que por algún contratiempo que algún momento hayamos tenido con alguien decimos que con esa persona no nos juntamos más ni a misa queremos ir juntos?
¡Qué importante no solo envolverse exteriormente con algunos gestos de amor sino dejarnos empapar hasta lo más hondo para que así nos puedan salir espontáneos esos gestos de paz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario