Vayamos
dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior
que llevamos en nuestro espíritu
Proverbios 3,27-34; Salmo 14; Lucas 8,16-18
¿Cómo somos realmente en nuestro
interior? Quizás sea algo que no queremos dejar traslucir, lo guardamos en
nosotros a veces como el más sagrado de los secretos; claro que pensar en cómo
somos nos trae a la memoria lo que ha sido el recorrido de nuestra vida, también
con sus errores y tropiezos, y quizás hemos tratado de presentar una imagen de
nosotros mismos con demasiado perfeccionismo y no nos agrada que esa imagen se
vea enturbiada; tenemos nuestros prestigios que no queremos perder. Pero ¿no
sería eso en el fondo algo de vanidad? ¿Ponemos la cara bonita para la
fotografía, queriendo ocultar el lado no tan agradable? Las vanidades un día se
quedaran en nada, porque nos harán sentir el vacío de nuestra vida.
Es cierto que no tenemos que estar
haciendo gala ante los demás de nuestros fallos o defectos, pero quizás el
mostrarnos imperfectos en lugar de enturbiarnos nos hace más reales y más
humanos. Pero no somos solo eso. También en nosotros hay unos valores, también
tenemos nuestros principios como nuestras metas en la vida por las que luchamos
y nos esforzamos; están nuestros tropiezos, es cierto, pero está también
nuestro deseo de superación y el esfuerzo que hacemos para conseguirlo. Y eso
sí que define más nuestra vida, lo que somos, la verdadera grandeza de nuestra
existencia, las bonitas huellas que podemos dejar tras nosotros. No tienen que
ser huellas de perfección, tienen que ser huellas humanas, con sus luces y con
sus sombras, que es lo que le dan belleza al cuadro de nuestra vida.
¿No será eso a lo que se está
refiriendo Jesús con las palabras que escuchamos hoy en el evangelio? ‘Nadie
que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la
cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz’.
Es la lámpara que tenemos que mostrar, la luz que tenemos que reflejar, también
con sus tintineos. Muchos podrán encontrar en ella una luz para sus vidas.
No hemos de tener miedo. Y ya no es
vanidad, no es ostentación, no es orgullo; es la realidad de la vida que
ofrecemos con humildad tal como somos. Y eso es lo que en verdad se puede
convertir en estímulo para los demás. Por eso nos sigue diciendo Jesús: ‘Pues
nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a
saberse y hacerse público’. ¿Por qué vamos a ocultar lo que puede ayudar a los
demás? No son secretos humillantes para nosotros sino que es nuestra vida,
nuestra fe, nuestra esperanza, nuestras luchas, nuestro amor.
Por eso el cristiano tiene que ser
siempre una luz que está colocada en lo alto para iluminar. Llevamos algo muy
hermoso en nuestra vida que es una lástima que lo mantengamos oculto. Son los
miedos y cobardías con que andamos tantas veces los cristianos. Tenemos que
sentirnos seguros de nuestra fe y de los ideales que tenemos en nuestra vida.
Tenemos que sentirnos seguros en el
camino que estamos haciendo, porque lo que intentamos, incluso con nuestros
errores y tropiezos, es seguir el camino de Jesús. Y es un camino de
crecimiento, de superación; un camino que parte de nuestra debilidad, pero que
cuenta con la fortaleza del espíritu del Señor que nos acompaña en nuestras
luchas y en nuestros esfuerzos. Y eso también hemos de saber trasmitirlo a los
demás para que puedan enamorarse del evangelio de Jesús.
Termina diciéndonos Jesús algo que
algunas veces parece que no terminamos de comprender. Habla de que ‘al que tiene
se le dará…’ Eso bueno que llevamos en nuestro interior, con nuestra fe y
con nuestros deseos de crecimiento y superación, con ese esfuerzo que
realizamos para mantenernos fieles en nuestro camino, será algo que irá
creciendo y creciendo en nuestro interior, porque irá dando verdadera
profundidad a nuestra vida. Pero cuando nos dejamos llevar por fantasías y por
vanidades al final todo eso se esfumará y se quedará en nada mostrando el vacío
que llevamos por dentro. Por eso nos dice ‘que al que no tiene se le quitará
hasta aquello que cree tener’. Será el vacío con que nos quedamos en
nuestra vida detrás de esa superficialidad que nos hará descubrir la carencia
de verdadera espiritualidad que hay en nosotros.
Vayamos dejando verdaderos regueros de
luz a nuestro paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario