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domingo, 22 de septiembre de 2024

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

 


Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso desde esa riqueza interior que llevamos en nuestro espíritu

Proverbios 3,27-34; Salmo 14; Lucas 8,16-18

¿Cómo somos realmente en nuestro interior? Quizás sea algo que no queremos dejar traslucir, lo guardamos en nosotros a veces como el más sagrado de los secretos; claro que pensar en cómo somos nos trae a la memoria lo que ha sido el recorrido de nuestra vida, también con sus errores y tropiezos, y quizás hemos tratado de presentar una imagen de nosotros mismos con demasiado perfeccionismo y no nos agrada que esa imagen se vea enturbiada; tenemos nuestros prestigios que no queremos perder. Pero ¿no sería eso en el fondo algo de vanidad? ¿Ponemos la cara bonita para la fotografía, queriendo ocultar el lado no tan agradable? Las vanidades un día se quedaran en nada, porque nos harán sentir el vacío de nuestra vida.

Es cierto que no tenemos que estar haciendo gala ante los demás de nuestros fallos o defectos, pero quizás el mostrarnos imperfectos en lugar de enturbiarnos nos hace más reales y más humanos. Pero no somos solo eso. También en nosotros hay unos valores, también tenemos nuestros principios como nuestras metas en la vida por las que luchamos y nos esforzamos; están nuestros tropiezos, es cierto, pero está también nuestro deseo de superación y el esfuerzo que hacemos para conseguirlo. Y eso sí que define más nuestra vida, lo que somos, la verdadera grandeza de nuestra existencia, las bonitas huellas que podemos dejar tras nosotros. No tienen que ser huellas de perfección, tienen que ser huellas humanas, con sus luces y con sus sombras, que es lo que le dan belleza al cuadro de nuestra vida.

¿No será eso a lo que se está refiriendo Jesús con las palabras que escuchamos hoy en el evangelio? ‘Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz’. Es la lámpara que tenemos que mostrar, la luz que tenemos que reflejar, también con sus tintineos. Muchos podrán encontrar en ella una luz para sus vidas.

No hemos de tener miedo. Y ya no es vanidad, no es ostentación, no es orgullo; es la realidad de la vida que ofrecemos con humildad tal como somos. Y eso es lo que en verdad se puede convertir en estímulo para los demás. Por eso nos sigue diciendo Jesús: ‘Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público’. ¿Por qué vamos a ocultar lo que puede ayudar a los demás? No son secretos humillantes para nosotros sino que es nuestra vida, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestras luchas, nuestro amor.

Por eso el cristiano tiene que ser siempre una luz que está colocada en lo alto para iluminar. Llevamos algo muy hermoso en nuestra vida que es una lástima que lo mantengamos oculto. Son los miedos y cobardías con que andamos tantas veces los cristianos. Tenemos que sentirnos seguros de nuestra fe y de los ideales que tenemos en nuestra vida.

Tenemos que sentirnos seguros en el camino que estamos haciendo, porque lo que intentamos, incluso con nuestros errores y tropiezos, es seguir el camino de Jesús. Y es un camino de crecimiento, de superación; un camino que parte de nuestra debilidad, pero que cuenta con la fortaleza del espíritu del Señor que nos acompaña en nuestras luchas y en nuestros esfuerzos. Y eso también hemos de saber trasmitirlo a los demás para que puedan enamorarse del evangelio de Jesús.

Termina diciéndonos Jesús algo que algunas veces parece que no terminamos de comprender. Habla de que ‘al que tiene se le dará…’ Eso bueno que llevamos en nuestro interior, con nuestra fe y con nuestros deseos de crecimiento y superación, con ese esfuerzo que realizamos para mantenernos fieles en nuestro camino, será algo que irá creciendo y creciendo en nuestro interior, porque irá dando verdadera profundidad a nuestra vida. Pero cuando nos dejamos llevar por fantasías y por vanidades al final todo eso se esfumará y se quedará en nada mostrando el vacío que llevamos por dentro. Por eso nos dice ‘que al que no tiene se le quitará hasta aquello que cree tener’. Será el vacío con que nos quedamos en nuestra vida detrás de esa superficialidad que nos hará descubrir la carencia de verdadera espiritualidad que hay en nosotros.

Vayamos dejando verdaderos regueros de luz a nuestro paso.

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