Jesús
sigue confiando en nosotros, seguirá queriéndonos llamar sus amigos y nos
confiará su misma misión para ser apóstoles y testigos
1Samuel 24, 3-21; Sal 56; Marcos 3, 13-19
‘Jesús, mientras subía al monte,
llamó a los que quiso, y se fueron con él’. Así comienza el relato del evangelio que hoy se nos ofrece. Y a
continuación el evangelista nos da los doce nombres de los que han sido
elegidos. Como nos explica, ‘instituyó a doce para que estuvieran con él y
para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los
demonios’.
Hay algo que no siempre terminamos de
entender. No es cosa nuestra, no es solo una decisión nuestra, es una elección
de Dios. Muchas veces la gente piensa, bueno aquel se hizo sacerdote porque le
gustaban esas cosas, o escogió ser cura como pudo haber escogido otra carrera
en la vida. Incluso en nuestros ámbitos religiosos o de gente cercana a la
Iglesia esa es la forma de pensar, una profesión como otra cualquiera. Es mucho
más, es algo distinto. Algo, es cierto, que muchas veces cuesta entender.
Es cierto que la llamada del Señor es
algo que entra en el ámbito del misterio, porque es algo sobrenatural. Y Dios
se vale de muchas circunstancias de la vida para hacernos sentir su llamada. No
es la aparición de un ángel que nos dice lo que tenemos que hacer. Sí, tenemos
que decir que son movimientos del corazón, digámoslo así, algo que se siente en
nuestro espíritu y que es difícil muchas veces de explicar. Y cada uno allá en
la intimidad de su corazón ha de saber descubrir lo que es esa llamada del
Señor.
Son los doce constituidos en apóstoles,
serán los enviados a hacer el anuncio de la buena nueva del Evangelio. Pero
antes Jesús quiere que estén con El. Como iremos viendo a lo largo del relato
del evangelio le acompañarán a todas partes, serán testigos especiales de los
signos que Jesús realiza, a ellos de manera especial les explicará el sentido
de las parábolas con las que Jesús enseña a la gente, se los llevará a lugares
tranquilos para que estén con El, y mientras van de camino va a recibir
especiales enseñanzas de Jesús.
Serán los que van a compartir su misión.
Por eso a ellos les dará especial autoridad para que puedan realizar los mismos
signos que Jesús realiza. ‘Instituyó a doce para que estuvieran con él… y
que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios’, nos ha dicho el
evangelista. Es todo un signo, toda una señal que hemos de dar de que somos los
enviados del Señor; llamados a la transformación de nuestro mundo, llamados a
arrancar el mal para que sea transformado nuestro mundo en un mundo de bien, de
justicia, de verdad, de auténtica paz. Es el mal que tenemos que ir erradicando
de nuestro mundo como signo de que realizamos la obra de Jesús; son los signos
de que el Reino de Dios se va instaurando en nuestro mundo. Pero solo se podrá
realizar con la autoridad de Jesús.
Aquellos que se han sentido llamados
primero que nada han de realizar esa transformación de su vida a la imagen de
Jesús, para que así se puedan manifestar en nosotros los signos del Reino de Dios.
No olvidemos que siempre lo primero que Jesús nos pide para seguirle es la
conversión. Y la conversión no es un ropaje externo que pongamos sobre nosotros
sino que tiene que ser esa transformación de nuestra vida, porque de nosotros
erradiquemos el mal, porque en nosotros comiencen a brillar de verdad esas
señales del Reino de Dios.
Es tan importante ese estar con Jesús
porque es donde nos impregnamos de su vida, de sus sentimientos, de sus
actitudes, de su manera de actuar y de vivir. Solamente cuando estamos en
profunda intimidad con alguien es cuando lograremos luego manifestar que
estamos impregnados de su vida. Hay cosas que no se aprenden solamente por nos
las enseñen o las escuchemos. Son cosas que ‘se nos pegan’ haciéndose nuestra
misma piel, haciéndose nuestra misma vida.
Es el camino del Apóstol, un camino no
siempre fácil. Ya vemos cuánto les costó a los discípulos que estaban siempre
con El impregnarse de aquello que Jesús les enseñaba; una y otra vez volvían a
rebrotar en ellos sus ambiciones y sus aspiraciones, sus luchas y rivalidades;
quién será el primero, quién será el más importante son discusiones que se
repiten muchas veces a espaldas de Jesús. Cuánto les costará entender lo de
hacerse los últimos y los servidores de todos. Solamente con la fuerza el Espíritu
que les inunda llegarán a proclamar en verdad que Jesús es el Señor.
Es el camino que hemos de recorrer los
que nos decimos discípulos y seguidores de Jesús que también recibimos la
misión de ser apóstoles y testigos. A pesar de nuestras debilidades y recaídas,
a pesar de nuestras reticencias y desconfianzas, a pesar de esos sueños que
muchas veces se nos meten en el corazón, Jesús sigue confiando en nosotros,
seguirá queriéndonos llamar sus amigos, y nos confiará su misma misión.
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