María sea ese Pilar que nos fortalece en nuestra fe y nos alienta en la tarea de la Nueva Evangelización
1Crónicas 15,3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26; Lucas
11,27-28
Una tradición casi legendaria nos habla de la presencia de María junto
al apóstol Santiago en la tarea de la evangelización de nuestra tierra
española. Allí en la antigua Cesareagusta, hoy Zaragoza, junto al río Ebro
quedó como señal aquel Pilar de la fortaleza que por la fuerza del Espíritu y
con la presencia de María a nuestro lado ha de anunciarse y mantenerse la fe
cristiana en nuestra tierra y en el mundo.
Así nació desde los tiempos más inmemoriales la devoción a María, que
como un signo en su pequeña imagen sobre el Pilar, nos ayuda a mantener con
fortaleza nuestra fe, a proclamarla con perseverancia y a expresarla en los
mejores signos del amor. Hoy 12 de octubre es para nosotros la fiesta de la
Virgen del Pilar. Ha sido así a través de los siglos y hoy seguimos invocando
con amor a nuestra Madre, porque ella como Madre ha estado y está siempre a
nuestro lado ayudándonos a preservar nuestra fe frente a tantos peligros que la
acechan y es un espejo en el que mirarnos para descubrir en todo momento cuales
son los caminos de Jesús.
A través de los tiempos y con el paso de los siglos muchos han sido
los momentos duros como nos refleja la historia en que nos hemos visto
convulsionados en nuestra fe, momentos también de persecución y hasta de
martirio, momentos oscuros en que nos hemos visto envueltos por la indiferencia
de tantos en lo que atañe a la fe que a todos
nos debilita, igualmente que momentos floridos en que ha resplandecido
la fe y la santidad de tantos que nos han precedido o también, por qué no
pensarlo, están a nuestro lado y son un estimulo fuerte en ese camino de la
vivencia de nuestra propia fe.
Y María ha estado ahí siempre como un faro de luz que nos guía en
nuestro camino para que vayamos siempre hasta Jesús, para que no nos
acobardemos en nuestra debilidad o en esos momentos difíciles en que se pueda
poner a prueba nuestra fe. Sentir la presencia de María nos da fortaleza en
nuestro camino, nos da seguridad frente a los peligros que tenemos que
afrontar, sentimos su aliento de madre junto a nosotros que nos da esperanza.
Y eso hoy, en los tiempos en que vivimos que no son mejores ni peores
que otros tiempos de la historia, queremos sentirlo una vez más con la
presencia de María. A ella acudimos como a una Madre, porque así nos la dejó Jesús,
en ella nos refugiamos, pero no para escondernos frente a aquellos que nos
puedan hacer oposición sino para salir más fortalecidos en esa tarea de anuncio
del evangelio que en estos nuevos tiempos con valentía tenemos que hacer.
Hoy la Iglesia, aparte de otras muchas cosas que la convulsionan, esté
comprometida en la tarea de una nueva evangelización. Y no es solo pensando en
lejanos lugares donde por primera vez haya de anunciarse el nombre de Jesús,
sino que es en nuestra tierra, en aquellos que nos rodean y con quienes
convivimos donde tenemos que realizar esa tarea.
Hay en muchos lugares momentos de un reflorecimiento del fervor
religioso, nuestro pueblo a pesar de tantas cosas que tiene en contra se dice
cristiano y religioso y en alguna cosa y en algunos momentos lo manifiesta,
sobre todo cuando es en actos en torno a María, pero bien sabemos que nuestra
sociedad está bien lejana en muchos aspectos del sentido del evangelio, aunque
también aparecen buenos brotes de semillas que no están lejos del Reino de
Dios.
Y es ahí donde tenemos que evangelizar; es ahí donde queremos sentir
de manera especial esa presencia de María, que a través de sus distintas
imágenes en la devoción sana de nuestros pueblos, aun hace que se mantenga un
rescoldo de fe. Es lo que tenemos que avivar con la fuerza del Espíritu, con la
presencia de María, para que en verdad nuestros corazones y nuestras gentes se
abran de nuevo al mensaje del evangelio.
Que María sea ese Pilar que nos fortalezca en nuestra fe; hoy la
invocamos en la Advocación del Pilar que une en torno a si a todas las naciones
hispanas del Nuevo Mundo; hoy en nuestra tierra tinerfeña la contemplamos
peregrina en su imagen bendita de Candelaria en los caminos de la nueva evangelización
en esa visita que en estos momentos está haciendo a nuestra zona metropolitana;
o Virgen de Guadalupe en otra de nuestras islas, La Gomera, en su bajada al
encuentro con sus hijos realizada en estos días; y así en tantas y tantas otras
advocaciones de nuestra devoción. Amemos a María y con ella vayamos siempre
hasta Jesús.
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