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lunes, 21 de noviembre de 2022

Detengámonos a mirar con los ojos y a los ojos y veremos lo que hay detrás y surgirá una generosidad nueva en el corazón

 


Detengámonos a mirar con los ojos y a los ojos y veremos lo que hay detrás y surgirá una generosidad nueva en el corazón

Apocalipsis 14,1-3.4b-5; Sal 23; Lucas 21,1-4

No siempre sabemos lo que se oculta tras el rostro de una persona. Y no vamos a ir ahora por el campo de las desconfianzas, porque además es a lo primero que nos sentimos tentados, sino que detrás de aquel rostro hay una vida, con su historia, con sus alegrías y con sus penas, con sus sufrimientos y con sus angustias. Por supuesto, no podemos saber, no podemos ser adivinos, pero sí darle la confianza de creer en la persona, de valorar a la persona, y podremos desde esa confianza ganada llegar a conocer, no por curiosidad, sino para entrar en una empatía distinta qué es lo que hay en esa persona.

Esta actitud podría tener muchas consecuencias, primero es el respeto hacia esa persona alejando desconfianzas y sospechas, ahí está la valoración de la persona, la comprensión ante sus actitudes o sus posturas, ante sus silencios o ante lo que con su mirada quizás nos quiera trasmitir. No comenzaríamos por hacer juicios de valor, como tantas veces hacemos, no tenemos por qué criticar desde nuestros prejuicios; sí tenemos que saber llenar nuestro corazón de amor para entrar en una nueva sintonía. No es fácil, pero sí es posible según el amor que desarrollemos en nuestro corazón y la actitud positiva con que nos acerquemos a esa persona. Qué distintas serían nuestras relaciones, nuestro trato, qué distintos serían los gestos que fuéramos capaces de poner.

Hoy Jesús nos está enseñando una cosa importante con este texto del evangelio que se nos ofrece. Jesús simplemente está a la entrada del templo, allí muy cerca de donde están los cepillos de las ofrendas. Mucha gente desfila por aquel lugar, pero Jesús está siempre con su mirada atenta, porque quiere llegar al corazón de cada persona.

Al entrar al templo muchos van echando sus ofrendas y limosnas en los cepillos allí colocados, unos más otros menos. Entre todas aquellas personas una viuda se acerca también a echar su limosna. Pasaría desapercibida, porque ni iba tocando campanillas para hacerse notar – es una forma de hablar, aunque también podía ser la forma para algunos – ni hacia ningún aspaviento sino que quería pasar desapercibida. ¿A quien iba a importar aquella mujer que como tantos pasaba junto al arca de las ofrendas y ponía su limosna? Muchos, con los ojos abiertos también, ni la verían.

Pero Jesús vio, como solo El puede hacerlo, que allí había una persona pobre, por sus vestiduras todos podían saber que era una viuda, pero Jesús descubrió la pobreza que había detrás. Ya nos dirá el evangelista al contarnos el episodio que era una viuda pobre. ¿Qué había detrás de aquellas vestiduras de luto, de aquel rostro quizá cruzado por las arrugas de sufrimientos y necesidades pasadas? Nadie se había fijado en aquel rostro, nadie había notado nada de extraordinario. ¿Hubiéramos sido nosotros capaces como Jesús?

Es lo primero que nos está queriendo hacer notar el mensaje de este evangelio. Miremos a las personas, pero que nuestra mirada sea distinta. Pasamos demasiado por la vida sin mirar. Alguien quizás más tarde nos hablará de alguien que estaba en la acera por donde pasamos, y quizá tengamos que reconocer que no la vimos. Como no miramos a los ojos de aquel que nos tiende una mano pidiendo una ayuda, como malamente susurramos un saludo si el otro primero tuvo la iniciativa. Aprendamos a mirar, a mirar a los ojos, a hablar con palabra clara, a abrir también los oídos para algo que la vida nos va susurrando cuando nos encontramos con las personas. Habrá algo distinto en nuestro corazón.

Jesús destacará la generosidad de aquella mujer porque puso todo cuanto tenía frente a los que daban quizá simplemente de lo que les sobraba; cuantas veces rebuscamos en nuestros bolsillos para encontrar la moneda más pequeña.  Es otra gran lección, sobre el que normalmente sobreabundamos cuando comentamos este episodio, y que por supuesto también hemos de tener en cuenta.

Pero si hemos mirado, y mirado a los ojos, si nos hemos fijado y hemos sabido pensar en lo que pudiera haber detrás, seguro que nuestra generosidad surgirá como por encanto. Se ha movido el corazón.

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