Con
nuestra fe en Jesús podemos comenzar a aprender a tener esa serenidad y esa paz
en nuestro propio espíritu para afrontar los caminos de la vida porque El es el
camino
Hechos 13, 26-33; Salmo 2; Juan 14,
1-6
Vivimos en un mundo agitado en el que
parece imposible que podamos encontrar paz y serenidad; es esa vertiginosa y
alocada carrera en que vivimos, donde parece que nunca estamos satisfechos,
siempre buscamos más, queremos escalar puestos más o alcanzar más poder y
dominio, donde siempre andamos a la zancadilla porque no queremos que nada ni
nadie se nos interponga en nuestros sueños y ambiciones; pero son los problemas
de nuestra sociedad con sus miserias y con sus guerras, con sus alianzas y
contra-alianzas en todos los ámbitos de la sociedad, con los muros que nos
levantamos entre unos y otros o con los abismos que nos creamos que nos hace
imposible la cercanía y la humanidad; son esas luchas interiores que todos
vivimos entre lo bueno que soñamos y las ambiciones que se nos meten por medio
maleando lo mejor de nosotros mismos, serán esas dudas e interrogantes que nos
surgen en nuestro interior o las incongruencias a las que tenemos que
enfrentarnos. Con esos planteamientos de vida, de nuestra sociedad y de
nosotros mismos, ¿podremos alcanzar sosiego y serenidad?
Sin embargo a pesar de todas las
tentaciones a las que nos veamos sometidos es un ansia que tenemos en nuestro
interior, una búsqueda que incluso también nos desasosiega, un camino que
intentamos hacer pero que muchas veces no sabemos cómo, una invitación que nos
hace Jesús en su buena nueva del Evangelio que no sabemos escuchar o no sabemos
muchas veces como realizar.
Pero hoy Jesús, en el evangelio que se
nos propone, nos invita a que confiemos en El porque con El podremos encontrar
esa paz. Nos pide que no perdamos la calma, pase lo que pase, vengan las
sombras que vengan y puedan aparecer, sean o no sean difíciles los momentos que
tengamos que vivir.
‘No se turbe vuestro corazón, creed en
Dios y creed también en mí’. Eso les dice Jesús a los apóstoles cuando se
acercaban momentos que iban a ser muy difíciles para todos. Pronto incluso le
abandonarían en el huerto y lo dejarían solo; alguno se atreverá a acercarse al
patio del Sanedrín y aunque era de los que habían prometido mucho, porque decía
que estaba dispuesto a dar la vida por Jesús, terminaría negando conocerle ante
la pregunta de una criada; el camino primero hasta la casa del gobernador y
luego hasta el calvario lo haría en terrible soledad, porque los que le seguían
andaban escondidos en el cenáculo o vete a saber donde. Serían momentos
difíciles que comenzarían con aquella agonía del huerto, pero donde los más
cercanos terminarían por dormirse. Y Jesús les dice que no pierdan la calma,
que no se les turbe el corazón, que sigan poniendo su fe y su confianza en El.
¿Podrían llegar a tener esa serenidad de la confianza?
Pero cuando escuchamos este evangelio
tenemos que pensar que eso nos lo está diciendo hoy Jesús a nosotros en esa
situación que vivimos, en ese mundo complejo que nos rodea, en lo difícil que se nos hace
muchas veces mantener nuestra fe y nuestra esperanza de que en verdad podemos
hacer que nuestro mundo sea mejor. Y es que para alcanzar esa paz, tenemos que
creer en la paz, que la paz es posible; para alcanzar esa serenidad que
necesitamos para enfrentarnos por la vida, tenemos que primero que hace crecer
en esa serenidad y paz interior, dentro de nosotros mismos. Cuando andamos en
medio de todas esas turbaciones que se nos meten en nuestro espíritu no
podremos tener una visión clara de saber a donde vamos o lo que buscamos.
Y nosotros, con nuestra fe en Jesús
podemos comenzar a aprender a tener esa serenidad y esa paz en nuestro propio espíritu.
¿Por qué? ¿Cómo? Porque nos sentimos amados, porque hemos llegado a descubrir
el amor que Dios nos tiene, porque llegamos a tener la experiencia de lo que es
la misericordia y el perdón, porque así podemos sentirlo en nuestra vida; con
esas premisas podemos acercarnos de manera nueva a los demás, acercarnos de
manera nueva a ese mundo que nos rodea, podemos ir para transformar esa
sociedad que queremos distinta. Podremos sentir esa fortaleza en el
espíritu para afrontar todo lo que es
nuestra vida, con sus problemas, con sus inquietudes, con sus luchas, con sus
deseos de hacer algo nuevo y mejor.
El ha terminado diciéndonos que es el
Camino y la Verdad y la Vida. No perdamos esa serenidad de nuestro corazón,
porque Dios está con nosotros.
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