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jueves, 15 de mayo de 2025

Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica nos dice el Señor para comenzar la revolución de las toallas en el servicio de lavatorio de los pies

 


Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica nos dice el Señor para comenzar la revolución de las toallas en el servicio de lavatorio de los pies

Hechos 13, 13-25; Salmo 88; Juan 13, 16-20

Imaginaos que nos llega alguien que viene a traernos noticias de un familiar que tenemos lejos, a quien apreciamos mucho pero del que últimamente teníamos pocas noticias; son sentimientos de alegría lo acogemos por las noticias que nos trae pero también por la relación de amistad que parece tener con nuestro pariente para confiarle ese encargo de visitarnos y traernos noticias suyas; pero en un momento determinado tal mensajero se nos pone insolente y exigente, gloriándose de la amistad que tiene que nuestro familiar, y poco menos que mostrándose dominante con nosotros y reclamándonos una atención mayor de lo que realmente se está haciendo merecedor; nos sentiremos incómodos, surgirán reservas en nuestro interior y aflorará un rechazo por esas posturas orgullosas con las que se nos manifiesta. Son situaciones que de una forma o de otra muchas veces se nos pueden dar en nuestras mutuas relaciones.

Pero he querido partir de este ejemplo o experiencia para hacer una concordancia con lo que Jesús hoy nos dice en el evangelio y que puede tener resonancia no solo en la manera de nosotros acoger ese mensaje que nos llega sino también en la forma como nosotros hemos de trasmitirlo.

Apunta el evangelista que las palabras de Jesús son pronunciadas después del gesto que tuvo al principio de la cena pascual de lavarles los pies a los discípulos. Algo que los dejó en cierto modo descolocados, como hemos expresado recientemente, por la sorpresa del gesto de Jesús. Pero es que Jesús a continuación les dice que es lo que ellos también han de realizar; no es el discípulo mayor que su maestro, y si hemos visto al Maestro y al Señor lavar los pies en esa nueva revolución de las toallas, como alguien la ha llamado, hemos de implicarnos. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’, viene a decirles Jesús.

Jesús ha venido como el enviado del Padre como tantas veces nos ha repetido y la forma de mostrarse Jesús es precisamente desde los caminos del amor. ¿Qué es lo que vemos a lo largo de todo el evangelio? ‘Pasó haciendo el bien’, sería la definición que Pedro en uno de sus discursos daría de Jesús. Contemplamos su cercanía, su búsqueda constante del pecador o de todo aquel en quien hay un sufrimiento; se deja hacer y se deja llevar, le tocan la orla del manto o va allá donde lo necesitan, se detiene junto a quien está al borde del camino o se acerca al que es ignorado por todos y nadie tiene compasión de él como el paralítico de la piscina. Es la muestra del amor y de la misericordia porque el médico ha venido para sanar a los enfermos, por eso comerá con publicanos y pecadores o se dejará lavar los pies por una mujer pecadora. ‘Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’, repito que nos dice Jesús.

Es esa entonces también la sintonía con que nosotros hemos de acoger a Jesús. Siempre nos está mostrando el rostro misericordioso de Dios. Es el maestro, es el Señor, pero nos dirá que ser primero y principal es hacer el último. Es lo que hace Jesús llegando a morir en el más degradante de los tormentos.

¿Será así cómo nosotros llevamos su mensaje a los demás? ¿Será en ese camino de humildad y sencillez como la Iglesia se presenta ante el mundo para anunciar el mensaje del Reino? Tentados nos sentimos a veces de mostrarnos con prepotencia y orgullo, hacer manifestaciones de poder y autosuficiencia, de volvernos exigentes y radicales con los que se muestran diferentes o a los que les cuesta aceptar y llevar a la vida el mensaje del evangelio que tratamos de trasmitir, de volvernos duros e inmisericordes con los que han cometido errores o son pecadores.

No olvidemos que tenemos que ser siempre muestra en nuestras actitudes en nuestra manera de ir a los demás de ese rostro de misericordia de Dios, como lo hizo Jesús. Muchas veces quizás ha sucedido que no ha sido aceptado el mensaje del evangelio porque nosotros los mensajeros íbamos con mucha autosuficiencia y muy engreídos con nuestra verdad y a la larga pudimos hacer odioso el mensaje para aquellos que nos escuchaban. Muchas actitudes nuevas hemos de poner, porque mucho hemos de corregir.

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