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miércoles, 5 de agosto de 2020

Mantengamos viva la humildad y el amor que serán como ese lazo hermoso que nos unirá y nos acercará a Jesús para encontrar la vida y la luz que tanto necesitamos

Mantengamos viva la humildad y el amor  que serán como ese lazo hermoso que nos unirá y nos acercará a Jesús para encontrar la vida y la luz que tanto necesitamos

Jeremías 31, 1-7; Sal.: Jer. 31, 10-13; Mateo 15, 21-28

‘Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo’. Estaban fuera del territorio de Palestina. Por tierras paganas de Tiro y Sidón. Se ha alejado Jesús de su territorio habitual en el centro de Galilea, los alrededores del Mar de Tiberíades y ha llegado a tierra de fenicios, a tierra de paganos. Pero hasta allí ha llegado su fama y una mujer que tiene una hija enferma acude a Jesús. Acude a Jesús y emplea términos propiamente judíos para suplicar a Jesús, lo llama Hijo de David. Y la mujer confía e insiste.

Cuando en otros momentos hemos visto a Jesús tan cercano de los que sufren, como llega hasta donde está aquel de quien nadie se acuerda o se deja tocar el manto por quienes acuden a El con la confianza de solo eso es suficiente para alcanzar la salud que piden, o está dispuesto a ponerse en camino para llegar a la casa donde está el enfermo, como desea con el criado del centurión o como camina con Jairo que le pide por su hija que está en las últimas, nos sorprende en esta ocasión porque desoye la suplica de aquella mujer.

Cuando los discípulos se convierten incluso en intercesores, al menos quizás por quitarse de encima la cantinela de aquella mujer, Jesús responderá que solo ha sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Será lo que en otro momento le escuchamos recomendar a los discípulos cuando los envía con su poder a predicar por delante de El. En el dialogo que establece finalmente entre aquella mujer y Jesús será ese también el sentido de sus palabras utilizando incluso el lenguaje duro que empleaban los judíos para referirse a los gentiles. Pero aun así vemos que Jesús escucha. Si surge aquel dialogo en que se pone a prueba la fe de aquella mujer será porque Jesús está viendo más adentro que nosotros y sabe de la fe de aquella mujer. Así lo alabará finalmente, ‘grande es tu fe’.

Hay momentos en que se nos hace largo el tiempo de la prueba. Parece que no terminamos de ver la luz al final del camino o los tropiezos que encontramos en el camino se hacen interminables. Como cuando vamos por una carretera peligrosa y en malas condiciones de viabilidad, en medio quizá de barrancos y precipicios y aunque el trayecto no ha sido largo en distancias, sin embargo se nos hace interminable en el tiempo porque nos parece que en cualquier momento todo  nos va a fallas y nos vamos a ir por el precipicio.

Son en muchas ocasiones los problemas en los que nos vemos envueltos a nivel familiar o a nivel laboral a los que nos cuesta encontrar salida, serán las enfermedades donde avanzamos y retrocedemos una y otra vez en ese ansiado camino de curación, ya sea en lo que pasamos nosotros, ya sea en lo que contemplamos en seres queridos, en amigos o en personas cercanas a nosotros que vemos luchando con la enfermedad con deseos de vida, serán los momentos de crisis que se puede estar pasando en la sociedad como la misma situación que estamos atravesando que parece que se hace interminable.

Son momentos difíciles, momentos de oscuridad, momentos de silencio como respuesta a nuestros gritos, serán momentos en que quizás nos vemos solos porque los apoyos que deseamos parece que han desaparecido. Pero es el momento de no tambalear en nuestra fe aunque se nos hace difícil. Queremos poner toda confianza en Dios porque sabemos que El tiene para nosotros una respuesta que tanto nos cuesta escuchar. ¿Seremos capaces de mantener la confianza de aquella mujer fenicia que acudía a Jesús con insistencia aunque pareciera que Jesús se hacia oídos sordos a su súplica?

Al final escucharemos esa palabra tan confortadora de Jesús. ¡Qué grande es tu fe! Mantengamos viva la humildad y el amor  serán ese anillo o ese lazo hermoso que nos unirá y nos acercará a Jesús para encontrar esa vida y esa luz que tanto necesitamos.


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