Mantengamos viva la humildad y el amor que serán como ese lazo hermoso que nos unirá
y nos acercará a Jesús para encontrar la vida y la luz que tanto necesitamos
Jeremías 31, 1-7; Sal.: Jer. 31, 10-13;
Mateo 15, 21-28
‘Ten
compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo’. Estaban fuera del
territorio de Palestina. Por tierras paganas de Tiro y Sidón. Se ha alejado Jesús
de su territorio habitual en el centro de Galilea, los alrededores del Mar de
Tiberíades y ha llegado a tierra de fenicios, a tierra de paganos. Pero hasta
allí ha llegado su fama y una mujer que tiene una hija enferma acude a Jesús.
Acude a Jesús y emplea términos propiamente judíos para suplicar a Jesús, lo
llama Hijo de David. Y la mujer confía e insiste.
Cuando en
otros momentos hemos visto a Jesús tan cercano de los que sufren, como llega
hasta donde está aquel de quien nadie se acuerda o se deja tocar el manto por
quienes acuden a El con la confianza de solo eso es suficiente para alcanzar la
salud que piden, o está dispuesto a ponerse en camino para llegar a la casa
donde está el enfermo, como desea con el criado del centurión o como camina con
Jairo que le pide por su hija que está en las últimas, nos sorprende en esta
ocasión porque desoye la suplica de aquella mujer.
Cuando los
discípulos se convierten incluso en intercesores, al menos quizás por quitarse
de encima la cantinela de aquella mujer, Jesús responderá que solo ha sido
enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Será lo que en otro momento le
escuchamos recomendar a los discípulos cuando los envía con su poder a predicar
por delante de El. En el dialogo que establece finalmente entre aquella mujer y
Jesús será ese también el sentido de sus palabras utilizando incluso el
lenguaje duro que empleaban los judíos para referirse a los gentiles. Pero aun así
vemos que Jesús escucha. Si surge aquel dialogo en que se pone a prueba la fe
de aquella mujer será porque Jesús está viendo más adentro que nosotros y sabe
de la fe de aquella mujer. Así lo alabará finalmente, ‘grande es tu fe’.
Hay
momentos en que se nos hace largo el tiempo de la prueba. Parece que no
terminamos de ver la luz al final del camino o los tropiezos que encontramos en
el camino se hacen interminables. Como cuando vamos por una carretera peligrosa
y en malas condiciones de viabilidad, en medio quizá de barrancos y precipicios
y aunque el trayecto no ha sido largo en distancias, sin embargo se nos hace
interminable en el tiempo porque nos parece que en cualquier momento todo nos va a fallas y nos vamos a ir por el
precipicio.
Son en
muchas ocasiones los problemas en los que nos vemos envueltos a nivel familiar
o a nivel laboral a los que nos cuesta encontrar salida, serán las enfermedades
donde avanzamos y retrocedemos una y otra vez en ese ansiado camino de curación,
ya sea en lo que pasamos nosotros, ya sea en lo que contemplamos en seres
queridos, en amigos o en personas cercanas a nosotros que vemos luchando con la
enfermedad con deseos de vida, serán los momentos de crisis que se puede estar
pasando en la sociedad como la misma situación que estamos atravesando que
parece que se hace interminable.
Son
momentos difíciles, momentos de oscuridad, momentos de silencio como respuesta
a nuestros gritos, serán momentos en que quizás nos vemos solos porque los
apoyos que deseamos parece que han desaparecido. Pero es el momento de no
tambalear en nuestra fe aunque se nos hace difícil. Queremos poner toda
confianza en Dios porque sabemos que El tiene para nosotros una respuesta que
tanto nos cuesta escuchar. ¿Seremos capaces de mantener la confianza de aquella
mujer fenicia que acudía a Jesús con insistencia aunque pareciera que Jesús se
hacia oídos sordos a su súplica?
Al final
escucharemos esa palabra tan confortadora de Jesús. ¡Qué grande es tu fe!
Mantengamos viva la humildad y el amor
serán ese anillo o ese lazo hermoso que nos unirá y nos acercará a Jesús
para encontrar esa vida y esa luz que tanto necesitamos.
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